Por Sebastián Soto Velasco, desde Boston Octubre 9, 2014

Es difícil saber si es un triunfo o una derrota. Pero que la Corte Suprema de Estados Unidos haya determinado no conocer las decisiones sobre matrimonio homosexual que habían sido apeladas causó, al menos, cierto desconcierto.

El asunto es como sigue. Varios estados han dictado leyes prohibiendo el matrimonio entre personas del mismo sexo. Todas ellas han sido impugnadas en las cortes, las que han considerado que tal prohibición es inconstitucional. Ello, junto con reavivar la discusión del rol de los jueces frente a las mayorías, puso el foco en la Corte Suprema que, en teoría, zanjaría el tema. Pero ello no ocurrió y los supremos prefirieron pasar.

Con su silencio, la corte dio pie para que ahora sean 30 los estados de EE.UU. donde pueden celebrarse matrimonios entre personas del mismo sexo. Por eso la lectura de muchos es que la corte simplemente ratificó el criterio de los jueces inferiores. Pero el tema es algo más complejo.

Para algunos, no correspondía que la Suprema se pronunciara habiendo acuerdo en las cortes de apelaciones. Tal es la opinión que insinuó, por ejemplo, la jueza Ginsburg quien, no obstante sus decisiones habitualmente cercanas a la izquierda, es crítica del activismo judicial y prefiere mantener a la corte alejada de los temas candentes. Es por eso que ha expresado ciertos recelos hacia un caso tan polémico como el que definió el aborto. Esa vez, dijo en una ocasión, fueron los “jueces los que zanjaron el asunto desplazando prácticamente todas las leyes estatales que había en ese entonces”. En cambio, en abstracto, ella propone enviar este tipo de temas de nuevo a los legisladores “donde las fuerzas políticas del momento pueden operar”. Para este debate, entonces, lo mejor sería observar la mayor cantidad de decisiones de los congresos estatales y de sus jueces para dejar que se asienten las visiones.

Pero también hay otra lectura: es mejor esperar porque, de pronto, las cosas podrían cambiar en la corte. En efecto, si el lunes la decisión hubiera sido entrar a conocer los casos, muy posiblemente al cabo de algunos meses la sentencia habría aceptado el matrimonio homosexual. Ello por cuanto hace algo más de un año, en una decisión de 5 contra 4, se declaró por primera vez y de un modo muy específico, que un aspecto de una ley federal que definía el matrimonio como un acuerdo entre un hombre y una mujer era inconstitucional. Presumiblemente esa votación se repetiría ahora, pero de un modo más genérico, tanto en su dictamen como en sus efectos.

Entonces, ante la casi-certidumbre de un resultado no satisfactorio y difícil de revertir, los cuatro ministros de la Corte Suprema que rechazaron el 2013 el matrimonio entre personas del mismo sexo pudieron haber preferido, esta vez, guardar silencio y esperar una mejor oportunidad. Y es que los cambios en la Corte Suprema pueden llegar en poco tiempo. Es posible que en las próximas elecciones de noviembre, el Senado -que participa en la nominación de los jueces- vuelva a manos republicanas dándoles entonces más influencia a quienes se oponen al matrimonio homosexual. Y si a ello sumamos el probable retiro de la jueza Ginsburg, del ala liberal, la estrategia puede haber sido buscar un mejor campo de batalla.

¿Cuándo llegará? Todo indica que los diversos estados y sus congresos no se quedarán tranquilos e intentarán doblarles la mano a los jueces. Cuando ese momento llegue, posiblemente más temprano que tarde, entrará en juego la Corte Suprema. Y ahí podrá verse si éste fue un buen o un mal paso.

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