Por Septiembre 25, 2014

Nadie duda que vivimos una revolución en nuestro vínculo con la información y el conocimiento. Pensemos cómo el correo electrónico cambió los hábitos centenarios de la carta; aplicaciones como Facebook, Twitter o WhatsApp han cambiado la socialización; o buscadores como Google han reformulado la noción de información disponible.

Uno de los fundamentos de esta revolución es la web, ese espacio de información universal construído sobre la red de comunicaciones que es internet. Sólo comparable a dos hitos anteriores en la historia de la humanidad: la invención de la escritura hace cinco milenios, y la invención de la imprenta hace cinco siglos. El primero entregó un medio de persistencia para la oralidad, un almacenamiento seguro para la memoria. El segundo permitió masificar esa idea. Hace menos de cinco décadas (en 1994) la web dio el salto siguiente, eliminando la barrera del tiempo y los formatos en la comunicación. Su creador, Tim Berners-Lee, la imaginó como un diario mural universal, donde todos pudieran colgar su información y todos pudieran leerla. La noción de información abierta quedó instalada. Surgió un sistema, la web. En este espacio, compartir la información es la normalidad, su naturaleza. Ahí, evitar compartir exige esfuerzo adicional.

Ya estamos viviendo el impacto de esa revolución. No es casualidad entonces que los gobiernos impulsen leyes (y portales) de transparencia, que regulen la natural exposición de información que producen las nuevas tecnologías, para beneficio de ciudadanos y de accountability.

En el ámbito de las ciencias esta tendencia es algo que está en el origen mismo de su noción: el escrutinio público de resultados y datos. El argumento es que el disponer abiertamente de datos e información permite a la comunidad auscultar fallas, indicar problemas, comprobar y mejorar ese conocimiento. El uso de datos, “cruzarlos”, posibilita obtener nuevo conocimiento.

Hoy, gracias a la web, los datos originales que se han usado en una investigación, o que han servido para cierta deducción, se pueden exponer abiertamente, permitiendo crear nuevas hipótesis o líneas de investigación. Hoy las grandes bibliotecas exponen abiertamente sus colecciones. El Banco Mundial expone abiertamente sus datos. La OCDE, la Unión Europea, la UNESCO están promoviendo el preservar y compartir datos de investigación científica. Es una bola de nieve que recién toma velocidad.

En Chile estamos en ese camino. Conicyt, a través de su iniciativa datoscientificos.cl quiere abrir la discusión sobre este tema en nuestro país. Los invitamos a conocer estas iniciativas y, sobre todo, a sumarse, usar y cruzar datos existentes y a compartir los que tienen, publicándolos abiertamente para crear nuevo aprendizaje. Una nueva era de generación del conocimiento nos espera.

Hoy viernes 26 de septiembre, en el ex Congreso Nacional de Santiago, se realiza el Primer Encuentro sobre Datos Científicos Abiertos organizado por CONICYT.

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