Por Juan Pablo Garnham Septiembre 17, 2014

Algún día, un historiador se pondrá a investigar la llamada era dorada de las series. Esos años de Breaking Bad, Mad Men, The Office, 30 Rock. Esos años cuando Netflix se atrevió a hacer series que sólo se ven por internet, las primeras ocasiones cuando una comedia podía comenzar como un sketch en YouTube y terminar en miles de televisiones. En esa investigación algo no le va a cuadrar: cómo una serie totalmente estándar, sin muchas diferencias en su fórmula a las sitcoms de los 80 o 90, logró lo que nadie más ha hecho: ganar cinco veces el Emmy en la categoría de  Mejor comedia.

Modern Family no es una mala serie. Es divertida. Algunos dirán también que ha contribuido a mostrar un Estados Unidos más diverso. Pero también hay que decir que es predecible, simple, poco innovadora. No refleja para nada el dinámico ambiente que está viviendo la comedia en Estados Unidos, donde internet, el cable, el stand-up y los shows de improvisación están dando frutos como nunca antes. Basta ver dos de las nominadas que no ganaron en la categoría: Louie y Silicon Valley, ambas del cable. En la primera, el comediante Louis C.K. habla desde el estómago, tal como en sus stand-ups, mostrando la vida del hombre cuarentón y soltero en Nueva York. La segunda es la tan necesaria sátira de los gurús del emprendimiento y la innovación, que desnuda a los “vende humo” como nadie lo ha hecho en televisión.

Y si salimos de los nominados, uno podría ver lo que están haciendo canales como Comedy Central e IFC, que están explotando la masa de talentos que hay en Nueva York y Los Ángeles. Shows de sketches como Portlandia o Key & Peele, el que le hace honor a la supuesta Norteamérica posracial mejor de lo que lo ha hecho Obama, o Broad City, una joya donde dos actrices cuentan cómo es la vida de la juventud en este Estados Unidos que intenta salir de una recesión que no termina.

Pero ésa no es la realidad de la televisión abierta estadounidense. Acompañando a Modern Family entre los nominados también estaba The Big Bang Theory, una serie que también ha caído en su propia fórmula. Afuera de los nominados quedaron dos sitcoms de una de las cadenas grandes (NBC) que sí han logrado ser más que sus propias fórmulas: Parks and Recreation y Brooklyn. 

Pero son la excepción. Por algo uno de los chistes más tristes que hizo el animador de los Emmys, Seth Meyers, fue cuando dijo “Ésta será la última temporada de shows como Glee, Two and a Half Men y Sons of Anarchy… así como todos los shows que se estrenarán este otoño”. La broma es de funeral: la temporada 2013, sólo tres de las comedias nuevas que hicieron las cadenas de televisión abierta fueron renovadas (Brooklyn 99, The Millers y Mom, que obtuvo el Emmy por Mejor actriz cómica secundaria). Las seis restantes no pasaron el año, a pesar de que incluían el regreso de Michael J. Fox y otras caras conocidas.

Entre casi todas esas series cómicas había algo en común: familias mínimamente disfuncionales, actores que ya habían tenido series o películas exitosas, finales felices, chistes simpáticos. ¿Suena conocido? Sí, era algo muy parecido a lo que hace Modern Family. Trataban de imitar a la mayor fortaleza de esta serie, sin darse cuenta de que ése es su mayor problema también: apelar a una audiencia amplia, hacer reír al nieto de California con su abuela en Florida, es algo que ya no funciona. Es caer en lo que ya no existe, en algo que ya no queremos.

Por eso, cuando los productores y directores de la misma industria nominaron y luego eligieron a Modern Family por quinta vez para el Emmy a la Mejor comedia, es verdad, fueron consecuentes. Siguieron hundiéndose más en el mismo hoyo que han estado cavando. Muchos dijeron que los Emmys fueron una gran derrota para Netflix. En realidad, Netflix no tiene de qué preocuparse. Están recién comenzando y ya nos tienen pegados a las tablets y a los computadores. Quienes deberían preocuparse son otros: los que se subieron a celebrar el Emmy de Modern Family.

Relacionados