Por Septiembre 17, 2014

La reciente visita del historiador británico coincidió con las millonarias multas del caso Cascadas. La visión histórica de Ferguson, un defensor de la economía de mercado y del rol crucial de los mercados financieros en el desarrollo de los países, es relevante para dimensionar algunos alcances de tan bullado caso.

En su fascinante libro El triunfo del dinero, Ferguson repasa la historia financiera de la humanidad y muestra cómo el desarrollo financiero ha sido motor del progreso económico. Países que se dotaron de mercados financieros profundos lograron una ventaja por sobre el resto. Una tesis ampliamente validada por la teoría financiera moderna. La Revolución Industrial, por ejemplo, no sólo es una revolución tecnológica. Detrás de ese salto hubo una innovadora revolución financiera que lo hizo posible.

De acuerdo con Ferguson, tener mercados financieros bien desarrollados requiere de una serie de requisitos institucionales. El imperio de la ley (rule of law) es una condición básica. Pero también lo son normas no escritas respetuosas de la buena fe y la transparencia de los mercados. Sin estos ingredientes no hay confianza. Y sin confianza, qué duda cabe, no puede haber mercados financieros sólidos.

El historiador también argumenta en favor del sistema de derecho consuetudinario (common law) propio de la tradición anglosajona, en contraste a los sistemas enmarcados en el derecho civil como el de Chile. Además de la mayor simpleza y adaptabilidad del primero, un tema crucial es su mayor protección de los acreedores e inversionistas, en particular de los minoritarios. Y es que, en línea con lo demostrado por la literatura reciente, allí donde los índices de protección a los minoritarios son bajos, los mercados financieros son menos profundos y desarrollados.

El caso Cascadas puede ser dimensionado en estas claves. De ser ciertos los hechos ampliamente documentados por la SVS, se trata de un atentado a la transparencia, a la fe pública, y una expropiación de riqueza a los accionistas minoritarios. Esto entrega una adversa señal a los inversionistas, locales y extranjeros, mina la confianza en el mercado de capitales y compromete su desarrollo. Ni hablar de esa vieja aspiración de transformarnos en plataforma financiera de América Latina. Y para quienes somos defensores de una economía de mercado, casos de notoriedad pública como éste deben resultarnos graves, además, porque dañan su legitimidad.

Pero no sólo hay malas noticias. Pese a todo, tenemos una institucionalidad que operó con fuerza y prontitud. A nivel de la SVS, pero también de los inversionistas institucionales. Cualquiera sea el desenlace de Cascadas, el actuar decidido de la SVS, tanto en este caso como en el de Enersis en 2012, señala que será más costoso para los controladores pasar por sobre los minoritarios.

¿Será este costo lo suficientemente alto para disuadir las malas prácticas? Difícil asegurarlo, aunque parece seguir habiendo camino por avanzar. Y aquí la mirada del historiador vuelve a ser valiosa. Ferguson es partidario de un marco regulatorio simple pero ejemplarizador en su enforzamiento. Las malas prácticas, según él, no sólo deben sancionarse con elevadas multas, sino también con penas de cárcel. Imposible no recordar aquí la célebre película Wall Street.  Basada en un caso real, el mítico Gordon Gekko terminaba tras las rejas. Pero lo que es cierto en el mercado de capitales más desarrollado del mundo, en Chile sigue siendo sólo ficción.

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