Por Sebastián Lehuedé Septiembre 4, 2014

Cualquier usuario lo habrá notado: en Twitter abundan los comentarios extremos, violentos y autoindulgentes. Muchas veces, los tuiteros más aplaudidos (o retuiteados, replicados o  favoriteados, si se quiere) son quienes dicen aquello que los otros quieren leer. Un fenómeno conocido en la interacción social del mundo offline que parece replicarse en el online, según se deduce de dos estudios recientes lo reafirmaría.

El primero de ellos fue publicado la semana pasada por el Pew Research Center y la Rutgers University, y plantea que los usuarios son más reacios a expresar su opinión cuando creen que ésta puede diferir de la de sus amigos o seguidores en las redes sociales. En la encuesta del estudio se utilizó el caso de las prácticas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos. Los datos muestran que un usuario de Facebook tiene casi el doble de posibilidades de compartir su opinión cuando piensa que su red está de acuerdo. De hecho, las personas son más proclives a la autocensura en Twitter y Facebook que en la comunicación cara a cara cuando se trata de conversaciones como la que giró en torno a las prácticas de la NSA y la filtración de Edward Snowden.

El otro estudio fue publicado por el servicio Livefyre y sus resultados se encuentran en línea con lo publicado por el Pew. El servicio asegura que los temas más comentados por usuarios anónimos son justamente aquellos que generan mayor polarización, como las noticias (50%) y la política (45%), al contrario de lo que ocurre con categorías como deportes (12%) o entretención (17%).

De ser extensibles los resultados a otros asuntos y realidades nacionales, queda cuestionada aquella visión de las redes sociales como un espacio que promueve la diversidad de opinión y la participación política. El mismo Pew comparó el fenómeno con el del “espiral del silencio”, término acuñado en los años 70 que, en pocas palabras, describe la tendencia de las personas a omitir su opinión cuando piensan que es diferente a la de la mayoría dominante. Además, ya que lo que vemos en las redes sociales es compartido por nuestros contactos, el fenómeno podría explicar también la abundancia de cierto tipo de contenido, como recetas de cocina, dietas o espectáculos.

Facebook y Twitter parecen haber advertido desde hace un tiempo el problema. Facebook, por ejemplo, ha hecho serios esfuerzos por promover publicaciones de páginas de noticias por sobre otras, como entretención. También, la semana pasada dio a conocer una medida que busca penalizar contenido con títulos atractivos pero de mala calidad, utilizando el tiempo de permanencia del usuario en la página destino para determinar si se trata de algo que valga la pena continuar promoviendo a través de la cronología de los usuarios o no.

El caso de Twitter es diferente, ya que el criterio que utiliza para mostrar los mensajes es cronológico, es decir, que el usuario ve lo último publicado por aquellos a los que sigue. De todas formas, el actual CEO de la compañía no descartó hace unos meses explorar un sistema de algoritmos como el de Facebook para determinar qué verán los usuarios, lo cual le otorgaría a la empresa mayor control y filtro del contenido.

Está claro que a este respecto las tecnologías no son neutrales; muchas veces, un pequeño cambio en la herramienta puede provocar un cambio en el comportamiento de los usuarios.

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