Por Axel Christensen Julio 17, 2014

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se notaba abiertamente incómoda al entregar el trofeo de campeón de la Copa Mundial al seleccionado alemán de fútbol. Incluso se especuló que no sería ella la que entregaría el premio, para no exponerla a las pifias del público. El gobierno no se ha librado de las críticas tras la vergüenza de las dos últimas derrotas del torneo, que sólo ubicó en un cuarto lugar a quienes aspiraban coronarse campeones. En particular tras la dolorosa  goleada del equipo germano al “scratch”.

Sin embargo, el marcador ante Alemania no es el único 7 a 1 que preocupa en Brasil. Terminado ya el Mundial, el foco de atención en ese país vuelve a ponerse en su delicada situación económica, donde la reciente inflación se acerca al 7% anual, por encima del rango meta del Banco Central de ese país, a pesar de que éste ha elevado en 3.75 puntos porcentuales la tasa de instancia a partir de marzo del 2013, alcanzando el 11%.

Por otro lado, las cerca de cien instituciones financieras encuestadas por el mismo Banco Central siguen ajustando a la baja sus previsiones de crecimiento económico para el 2014, llegando a apenas por sobre el 1% para el 2014 (y un 1.5% para el 2015).

El problemático 7-1 de la economía brasileña, junto con el 7-1 futbolístico, coinciden con el inicio de la campaña electoral que culmina con las elecciones presidenciales del 5 de octubre, en que Rousseff aspira a la reelección. Si bien las encuestas previas al Mundial mostraban un leve repunte en la intención de votos a su favor (de un 34% a un 38%), es esperable que su apoyo vuelva a descender tras el gusto amargo que dejó el torneo, donde no sólo el país anfitrión no fue campeón, sino que debió incurrir en un abultado gasto para llevarlo a cabo. Es justo reconocer que finalmente no se produjeron las pesadillas logísticas que muchos anticipaban, pero eso probablemente lo valoran más los turistas que viajaron a Brasil que los locales.

Ya es muy probable que las elecciones presidenciales se diriman en una segunda vuelta, programada para el 26 de octubre. Si bien en las encuestas dadas a conocer antes del comienzo de la Copa la presidenta Rousseff aún mantenía la primera opción frente a sus contendores más cercanos (Aécio Neves, del Partido Social Demócrata, y Eduardo Campos, del Partido Socialista), es esperable que eso cambie en los próximos sondeos. Con todo, la campaña oficialmente comenzará a mediados de agosto, donde la presidenta cuenta con casi el doble del tiempo televisivo que sus adversarios, por lo que podría recuperar terreno perdido. En todo caso, se espera que los resultados sean mucho más estrechos de lo que se pensaba serían a comienzos de año, cuando la reelección de Dilma en primera vuelta era cosa segura.

Independiente de quién sea el que salga electo presidente, no se le presenta un escenario fácil. El nuevo o reelecto mandatario tendrá que enfrentar varias decisiones difíciles, como reducir los subsidios a combustibles o tarifas eléctricas que han erosionado las cuentas fiscales al punto que Brasil viera reducida su clasificación de riesgo en marzo pasado. Asimismo, tendrá que reconstruir la confianza de inversionistas decepcionados tanto como lo está la torcida con la “verde amarela”. Si puede hacerlo, quizás también veamos un resultado similar de un seleccionado que seguro buscará desagraviar su derrota en la Copa América.

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