Por Daniel Matamala Julio 17, 2014

“Como dice Mao, no importa el color del gato, sino que cace ratones”. La cita de Andrés Zaldívar defendiendo el acuerdo por la reforma tributaria debe ser lo más revelador que se haya dicho sobre el espíritu contradictorio, de orgullo mezclado con culpa, con que la Nueva Mayoría, previamente conocida como Concertación, ha defendido el pacto con la oposición para subir los impuestos. Como suele ocurrir, es en los errores y los deslices donde se cuela la verdad.

Un error, claro. La  cita sobre el gato no es de Mao, sino de quien después de él revirtió el curso de la historia china, Deng Xiaoping. Más aun: esa frase, pronunciada por Deng en 1961, años antes de acceder al liderazgo, fue el símbolo de la contrarrevolución que arrasó con el legado maoísta hasta sus cimientos. Una retroexcavadora capitalista made in China.

No es sólo que Mao no haya dicho esa frase, es que ella es la negación de todo lo que él representó. A Mao nada le importaba más que el color del gato, aún si éste moría de inanición por no poder cazar un solo ratón. Es cosa de revisar las escalofriantes cifras de muertos en El Gran Salto Adelante o la Revolución cultural, para entenderlo.

Deng dio un giro copernicano al pasar del ideologismo radical de Mao al pragmatismo extremo de una dictadura de libre mercado que cruza felinos de todas las razas y apariencias hasta generar un gato mutante, con cabeza de partido único, cuerpo capitalista y cola corporativista.

En ese sentido, la cita de Zaldívar es la inversión histórica perfecta, algo así como atribuir la frase de las “anchas alamedas” a Pinochet.

¿De dónde viene tamaño error en un hombre culto y con sentido de la historia como Zaldívar? Tal vez debamos entenderlo como un acto fallido, un intento adaptativo de un político que representa la más pura tradición negociadora de la Concertación en un nuevo hábitat en que sus habilidades (la transacción, el compromiso, el toma y dame) ya no son celebradas con admiración, sino escrutadas con profunda sospecha.

De todos los integrantes de esa elite que hizo de la transacción un arte (Aylwin, Valdés, Boeninger, Correa, Pérez Yoma), el senador Zaldívar es el único que sigue en el centro del poder. Y por eso no es raro que haya liderado este revival. La revancha de esta Concertación pragmática hasta el extremo, seguidora de Deng en ese sentido, que reflotó sus instintos atávicos para negociar esta reforma como lo había hecho tantas veces en el pasado. La diferencia es que la frase aquella de “en la medida de lo posible” ya no sirve como excusa cuando lo posible era ni más ni menos que aprobar el proyecto original sin cambiarle ni una coma.

Tácticas conocidas para tiempos nuevos y equilibrios de poder diferentes. El resultado es que Zaldívar defiende con pasión el pragmatismo de las formas (“hay que ser pragmático”, “no todo el mundo puede estar en la cocina”), pero negando cualquier renuncia ideológica (“se cumplen todos los objetivos”, “somos partidarios de los cambios”).

Dicho de otro modo: qué frase perfecta la de los gatos si hubiera salido de boca del ideólogo por excelencia, Mao. Qué bien le hubiera calzado ese ropaje de Nueva Mayoría al instinto pragmático de la Concertación.

Pero no: el gato manchado quedó desnudo y expuesto. La cocina, cuestionada en sus cocineros e ingredientes. Y además, aún no sabemos cuántos ratones será capaz de cazar este gato.

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