Por Paula Molina Junio 26, 2014

El fútbol es lo que uno cree de él. Por eso se disfruta desde casi cualquier vereda.  Es chauvinismo, circo y a veces corrupción, pero es también disciplina, coraje, trabajo en equipo y a veces justicia. 
Son los niños pobres que llegaron a ser ricos, nacidos en Tocopilla, o en San Joaquín. Pero también es el juego de los de siempre, como resumía Gary Lineker: “El fútbol es un juego simple: 22 corren 90 minutos tras la pelota y al final siempre gana Alemania”.

Usted elija.

En el fútbol, una misma talla le queda bien a todos. En el fútbol caben los prácticos y los filósofos, los idólatras de la eficiencia y la poesía.  Joao Havelange y Albert Camus. Moral o moralina.

“Tras muchos años durante los cuales vi muchas cosas, lo que más doy por cierto sobre la moral y las obligaciones de un hombre se lo debo al deporte, y lo aprendí en la RUA”, le dijo Camus a una revista deportiva en los años 50. RUA era por el club Racing Universitaire Algeriors, donde jugó de arquero antes de la tuberculosis.
Aparentemente cansados de las preguntas que han recibido estos días mundialeros sobre la cita, y conscientes de lo rotundo de la declaración, la Albert Camus Society (que reúne a las filiales británicas y norteamericanas dedicadas al autor) posteó una explicación preventiva:

 “Se ha leído más en esas palabras de lo que quizás, Camus quería. Él se refería al tipo de moral simple de la que escribió en sus primeros ensayos, una ética de cumplirle a los amigos, valorar el coraje y el juego justo”.
Se equivoca la Sociedad. En palabras como éstas, como en el fútbol, no se lee más, sino que se lee lo que se quiere, y lo mismo hacen ellos cuando continúan:

“Camus creía que los políticos y la religión trataban de confundirnos con sistemas morales intrincados. La gente haría mejor en mirar a la moral simple de la cancha de fútbol que a los políticos o los filósofos”.

Pero una vez más, en el fútbol cabe todo, y en la “moral simple de la cancha de fútbol” se ven también cosas como, esta semana, la mordedura de Luis Suárez a Giorgio Chiellini y, peor aún, el desafiante comentario del “Maestro” Óscar Washington Tabárez:  “Esto es un Mundial de fútbol, no de moralina barata”.

No sólo moral, el fútbol es, si alguien quiere, también cosa de vida y muerte. Como el duelo ante España donde según la prensa y los jugadores a ambos lados del Atlántico y hasta el Pacífico, el duelo era a morir.

“Las analogías de muerte funcionan en el fútbol en general”, me comenta desde Barcelona el periodista y escritor Enric González que de estas cosas sabe porque ha sido columnista deportivo (de los mejores según sus compañeros), pero también corresponsal de guerra.

“El fútbol está hecho de analogías tremendistas porque es un recipiente en el que caben todos los símbolos, la guerra, la muerte, la victoria, la felicidad”.

¿Por qué tenemos que “salir a morir”, ¿por qué “matamos en la red” y tenemos que salir a “romper la historia”?

“Exageramos, porque el fútbol es eso. Por encima del simple juego, que no es más que un juego, está todo lo que imaginamos que cabe en él”, responde González.

Para seguir con paradojas o elecciones: el fútbol es el juego en equipo por excelencia, pero es también la gesta de los liderazgos individuales: selecciones como la portuguesa y la argentina se armaron este año para Ronaldo y Messi. En la selección chilena todavía hay algo de Bielsa, alguna vez Brasil jugó para Pelé, y el juego que España llamaba de tiqui-taca cuando era campeona, lo instaló Johan Cruiff como entrenador y se sostenía en Xavier “Xavi” Hernández, a quien según González, “nunca le iban a quitar el balón”.

“Es un deporte colectivo donde hay individualidades que brillan. El fútbol tiene tanto éxito porque se parece muchísimo a la vida”, remata el columnista.

Lo que nos lleva a la paradoja fundamental: ¿es el fútbol juego bonito o corrupción generalizada?

“Bueno, el fútbol es como la vida y la vida está llena de corrupción, y cada día más, este es un drama contemporáneo”, dice González. “La abundancia de dinero y el hecho de que esté tan mal repartido, favorece la corrupción. La FIFA es un paradigma de corrupción, pero una corrupción paradójica: cuanto más corrupta, más eficaz es en su trabajo”.

FIFA es la organización que ha hecho del fútbol un deporte planetario. Y una vez más, puede elegir su perspectiva. En la televisión estadounidense, el comediante británico John Oliver intentaba explicar el fútbol a los norteamericanos y planteaba innumerables acusaciones contra la Federación Internacional de Fútbol, sólo para concluir que era “difícil justificar” que alguien pudiera obtener “tanta alegría de parte de una organización que ha causado tanto dolor”.

“El fútbol no sólo es una religión, es una religión organizada, y la FIFA es su iglesia”, decía el comediante. “Su líder es infalible y es capaz de convencer a países sudamericanos de gastar el dinero que no tienen construyendo opulentas catedrales (los estadios mundialeros)... Pero para millones de personas en el mundo, como yo, también es la guardiana de la única cosa que le da algún sentido a sus vidas”, concluía Oliver.

“Como la buena literatura, el fútbol exige suspender la incredulidad”, dice Enric González. O el juicio. “Cuando lees una buena novela, o ves una buena obra de teatro, te olvidas rápidamente de que no existe, de que es un invento: entras en ella y te lo crees todo. Lo mismo en el fútbol. En cuanto vuela el balón, tienes que olvidarte de todo lo demás y si el partido es bueno, te lo crees, porque es bueno”.

El fútbol es paradoja, es lo que quieres, es puro invento. Y la esperanza es siempre la misma: que el equipo y el partido sean, al fin, lo que siempre soñé.

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