Por Diego Zúñiga Contreras, desde París Junio 19, 2014

Por los parlantes del Centro Pompidou, en París, se informa a los visitantes que el tiempo mínimo de espera para ingresar a la Galería 2, donde está la exposición del fotógrafo Henri Cartier-Bresson, es de media hora “para evitar aglomeraciones”. La alocución es en francés y en inglés, porque muchas de las personas que hacen la fila  son extranjeros atraídos por los anuncios publicitarios que copan el metro parisino. La de Cartier-Bresson es una de las apuestas fuertes del Pompidou y su éxito ha sido rotundo.

Si bien la entrada permite acceder a todas las exposiciones, la biblioteca, el mirador  y otras atracciones del lugar, pocos aprovechan esas posibilidades. La estrella es, sin duda, Cartier-Bresson. El fotógrafo, una suerte de héroe nacional de las artes francesas, atrae por la calidad, trascendencia y galanura estética de su obra. Para graficar ese magnetismo: en la Galería 1 se expone una retrospectiva del artista pop Martial Raysse, uno de los mayores creadores vivos de la escena francesa. Para entrar a ella no es necesario esperar ni un segundo.

La muestra de la obra del cofundador de la agencia Magnum va mucho más allá de una mera compilación de imágenes. El recorrido repasa los orígenes del artista, su paso por el surrealismo, su trabajo en la prensa y su aporte a los periódicos de trinchera, a los comunistas en su caso, durante la década de los 30 del siglo pasado. En la selección de más de 500 imágenes están casi todas sus fotografías más famosas, aquellas que consiguieron dar con el “instante decisivo” o las que alcanzaron la perfección en su búsqueda obsesiva por la composición geométrica de la escena inmortalizada. Están sus reportajes fotográficos y también sus retratos, la tarea que más complicaba al genial artista. Están sus dibujos, una foto de un prepúber Henri con su primera cámara, su viaje a África, su trabajo en Cuba y México, un relato de su timidez, sus registros como actor secundario de cine y como asistente de filmación, entre otros capítulos de su vida. Para mayor claridad, hay una amplia selección de revistas que publicaron sus fotografías, donde el francés buscaba evitar los clichés del periodismo y enfocarse en la gente común antes que en los grandes personajes, cuando esto era posible.

La exposición, por su estructura y sus ambiciones, es una retrospectiva mayor de una obra mayor. Su éxito rotundo en Francia seguramente será replicado ahora en Madrid, donde se expondrá hasta septiembre, y en Roma, donde llegará ese mismo mes, hasta enero del próximo año. En América habrá que esperar hasta comienzos de 2015, cuando el Palacio de Bellas Artes de México acoja la muestra. Un placer para periodistas, fotógrafos, amantes de la historia y simples admiradores de escenas llenas de contenido y de la magia del siempre esquivo “instante decisivo”.

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