Por Ladislao J. Moñino, desde Teresópolis / El País Junio 12, 2014

La silueta de Luiz Felipe Scolari, con la gorra de visera calada y la cabeza gacha, recorre con lentitud un tramo corto del campo de entrenamiento de Granja Comary. Va y viene pensativo con un balón que conduce bajo la suela de las botas de fútbol que calza. De vez en cuando, Felipão alza la vista. Si observa algo que no le convence, su silbato y su voz se hacen notar para detener los partidillos o los ejercicios tácticos. Reanudado el entrenamiento tras la detención correctiva, de nuevo su mirada torna a la hierba y al balón, que acaricia con suavidad. Camina con parsimonia reflexiva encerrado en un diálogo consigo mismo que revela a un hombre muy responsabilizado ante la magnitud de la empresa que tiene entre las manos. Entre sus grandes obsesiones está la de evitar que a sus futbolistas les supere la ansiedad que algunos de ellos reconocen padecer.

“Estos días están siendo de mucha ansiedad, sólo pensamos en el primer partido, la víspera es lo peor, he llegado a soñar con jugadas y disparos a gol”, se sinceraba el delantero Fred, días antes del debut. “Siento cosquilleo en el estómago, aunque como nos transmitió Guardiola, la concentración la debes tener en el partido, no antes, no sirve preocuparte antes del encuentro porque entonces es cuando te puede pesar la presión”, apuntaba Dani Alves.

Ante ese clima que será más agobiante según avance el campeonato, la prensa brasileña describe a un Scolari más calmado y menos beligerante en sus discursos y en sus formas que el que llevó a Brasil a la conquista del Mundial 2002. Mantiene intacta su principal cualidad como entrenador, su dominio de técnicas motivacionales. Por los libros que ahora tiene de cabecera, en esta faceta también emerge un técnico y un psicólogo menos volcánico. Si en Corea y Japón se ayudó de frases extraídas de El arte de la guerra de Sun Tzu, ahora se instruye en lecturas de liderazgo que inciden en la necesidad de ejercer la autoridad desde la cercanía y la amabilidad con el jugador. Ya durante la Eurocopa de 2004, cuando dirigía a Portugal, después de cenar dejaba poemas en las habitaciones de los jugadores.

En permanente contacto con los últimos avances del coaching y ante el exceso de presión que puede acogotar a sus jugadores, Scolari ha convertido las instalaciones de Granja Comary en un lugar por el que desfilan personajes variopintos con el objetivo de entrenar la cabeza del grupo dos días por semana. El último en ofrecer una charla ha sido Carlos Alberto Julio, un prestigioso empresario y orador de São Paulo formado en Harvard. En ese ideal grupal llamado Familia Scolari que intenta imponer el seleccionador de los pentacampeones, el afamado interlocutor les advirtió de que “el talento individual sólo es superado por el talento colectivo”.

Antes que Carlos Alberto Julio, Scolari solicitó a Rubens Minelli, uno de sus grandes referentes de los banquillos, que transmitiera sus conocimientos competitivos. Minelli fue el entrenador del glorioso Internacional de Porto Alegre de mediados de los años 70 que conquistó dos campeonatos brasileños con el emergente Falcao, al que le dio el liderazgo del equipo al poco de sacarle de las categorías inferiores.

Minelli está considerado como un innovador del fútbol brasileño. Fue de los primeros en usar los videos para analizar rivales, pero ya antes lo hacía con fotografías. Scolari, que cuenta con tres psicólogas en esta concentración, considera a Minelli uno de los entrenadores más completos que ha conocido porque manejó por igual la táctica y la psicología. Minelli permitía la libertad con el balón, pero reclamaba disciplina militar sin él. “Rubens les dijo a mis jugadores que serán poco más de 30 días de sacrificios, pero que si somos campeones lo disfrutaremos los 1.430 días que faltarán para el siguiente Mundial”, reveló Scolari, que el martes pasado se enteró de la muerte de un sobrino en un accidente de tráfico.

En su afán porque sus futbolistas dominen todas las situaciones que puedan surgirles, el técnico también solicitó la presencia de Arnaldo Coelho, el colegiado que dirigió la final del Mundial 82 entre Italia y Alemania.

Uno de los próximos invitados por Scolari será Marcos, el portero de la selección campeona en 2002, que ya ha advertido sobre los peligros de un exceso de ansiedad de cara al primer partido: “Para mí fue más difícil el debut en Corea que la propia final, a la que llegué mucho más relajado que al primer partido”.

Antes de la primera cita con Croacia, Alves reveló que el vestuario también había elegido una samba. Está escrito que está elegida para motivarse. La letra es reveladora: “Nadie puede parar a los que nacieron para vencer”.

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