Por Abril 30, 2014

De las cerca de 500 variedades existentes, la más popular es la palta Hass, cuya existencia debemos a un cartero de California que una mañana de 1925 se detuvo en la ilustración de un reportaje -sobre paltas, claro- en una revista. Era un palto de la variedad Fuerte del que, en vez de frutas, salían billetes. El cultivo de paltas estaba en su apogeo y  Hass, que no tenía idea de agricultura, decidió  probar suerte.

Para empezar,  compró con sus ahorros un poco más de media hectárea de terreno en La Habra Heights, California, donde ya crecían algunos paltos de Fuerte. Hass compró semillas a A. R. Rideout, un viverista obsesionado con encontrar una nueva variedad de palto, para lo cual sembraba todas las semillas que conseguía -incluso, de la basura de los restaurantes- y las sembraba por todas partes: en los jardines de la calle o el patio de los vecinos. Rideout le indicó a Hass cómo sembrar las semillas: en grupos pequeños para luego arrancar las plántulas débiles y dejar las más fuertes. Una vez que obtuvo plantas, el señor Hass contrató a un profesional (Caulkins) para que las injertara con explantes de los árboles de la variedad Fuerte que crecían desde antes en su terreno.

El primer año funcionaron todos los injertos, excepto en tres plantas. Al año siguiente, esas tres plantas fueron reinjertadas, y dos de ellas resultaron bien. La planta restante se intentó injertar una tercera vez, pero no hubo caso. Rudolph Hass había decidido arrancar esa planta, pero Caulkins le hizo ver que se trataba de un árbol saludable y le aconsejó que lo dejara para “ver qué salía”. Lo que salió fue la palta Hass. El árbol condenado a muerte y salvado en último minuto produjo fruta muy diferente. A Hass no le agradaba mucho: su piel tenía una textura similar a la del cuero, era morada y luego negra. La palta Fuerte tiene una piel verde y suave, por lo que esta nueva fruta resultaba muy extraña. Sus hijos lo convencieron de comerla, y entonces su percepción cambió completamente: tenía una textura suave y cremosa, con sabor levemente nogado y, lo mejor, sin fibras. Hass bautizó a esta nueva variedad con su apellido y comenzó a venderla entre sus compañeros de trabajo. Luego se asoció con el dueño de un almacén y comenzaron a vender las paltas Hass a un dólar cada una, un precio alto que restringió su acceso sólo a las personas más adineradas.

En 1935, Rudolph Hass obtuvo la patente, la primera en la historia entregada a un árbol. Se asoció entonces con el viverista H. H. Brokaw, quien le propagó 300 árboles y llegaron a un acuerdo para venderlos entre los agricultores de la zona. Pero la patente no fue respetada y era normal que los agricultores compraran solo un árbol para luego propagarlo vegetativamente. De hecho, todos los árboles de palta Hass que se encuentran en el mundo provienen (y son clones) de ese único árbol que apareció en el campo de Rudolph Hass. ¿De dónde salió la semilla que dio origen a este árbol y que Hass le compró a Rideout? Nadie lo sabe con certeza, pero es casi seguro que se trata de un cruce fortuito entre dos árboles de palta provenientes de Guatemala, en el que la semilla resultante -por esas cosas de la genética- produjo un árbol cuya fruta es muy diferente a la de los otros árboles conocidos hasta la fecha.

Se estima que Rudolph Hass sólo ganó unos US$ 5.000 gracias a la explotación comercial de sus árboles, hasta que la patente expiró en agosto de 1952. Un mes después, el 24 de septiembre de ese año, Rudolph Hass sufrió un ataque al corazón y  murió el 24 de octubre de 1952. El árbol original, la planta madre de todos los paltos Hass del mundo, sufrió una enfermedad en las raíces, murió y fue cortado en el otoño del 2002. Hoy es posible comprar artículos de madera hechos con ese árbol, y una placa marca el lugar donde estuvo plantado.

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