Por Axel Christensen Marzo 13, 2014

El legendario Austin Powers se lamentaba en una de las películas de haber perdido su “mojo”, ese inexplicable encantamiento que lo hacía irresistible ante el sexo opuesto. Algo parecido parece haberle ocurrido al mercado accionario chileno, a los ojos de inversionistas tanto locales como extranjeros.

Tradicionalmente, las acciones chilenas se han destacado como un lugar de refugio en tiempos de turbulencia en mercados emergentes. Si bien nuestro mercado no brilla tanto como China o Brasil en los ciclos de alza de las economías en desarrollo, era precisamente en los momentos de mayor incertidumbre que la solidez económica y estabilidad política de Chile lo destacaban del resto. Pero parece que la Bolsa local perdió su “encanto”, como lo evidencia el hecho que en los últimos 12 meses cayó más que en el resto de América Latina.

En particular, llama la atención el pesimismo de los inversionistas locales. Evidencia de ello ha sido la significativa caída de los montos transados, que en febrero pasado marcaron niveles mínimos en más de cuatro años. A ello se suma la importante reducción en los fondos mutuos de acciones locales, tanto en partícipes como en activos, siendo superados ampliamente por la inversión en fondos que invierten en acciones extranjeras de EE.UU. o Europa. La inversión de las AFP en el mercado bursátil nacional, por otro lado, cayó bajo el 9% del total de sus activos.

Los inversionistas extranjeros, aunque están lejos de mostrarse entusiastas respecto a Chile, parecen tomar una posición algo más optimista. Particularmente, cuando se compara la situación de la economía local con la de otros en la categoría de emergentes, mucho más expuestos al proceso de reducción de estímulo monetario que comenzó en EE.UU. a fines del 2013.

Si bien reconocen que aún existen nubarrones en nuestro país -como el impacto de una desaceleración de la economía china sobre el precio del cobre o los mayores costos energéticos a causa de la falta de inversión en el sector-, algunos inversionistas extranjeros han destacado que la corrección de precios ha vuelto atractivas las valoraciones del mercado y que las proyecciones de utilidades para los próximos meses se empinan entre las mayores para la región, por sobre 20%.  Asimismo, la mejora de competitividad de sectores exportadores ante la apreciación del dólar, así como la reducción de endeudamiento.

Sin embargo, antes de tomar posiciones más elocuentes, los inversionistas extranjeros quisieran ver una mayor estabilidad cambiaria y esperar que el nuevo gobierno anuncie en mayor detalle sus planes y prioridades. El promedio de los inversionistas locales, por otra parte, pareciera necesitar de un mayor número de señales para ganarse su confianza de vuelta.

¿Por qué esta aparente contradicción entre visiones? Es posible que sea una manifestación del síndrome “maníaco-depresivo” que un ex presidente del Banco Central describió como característico de los agentes económicos locales. Pero lo más probable es que se trate del lado oscuro de lo que suele llamarse “sesgo local”. Dado que los inversionistas chilenos tienen una significativa mayor proporción de sus activos en el mercado local -cuyo retorno ha dejado bastante que desear estos últimos 12 meses-, su tolerancia al riesgo es mucho menor que la de un inversionista extranjero, americano o europeo, que ha tenido mejores resultados y, por tanto, está dispuesto a tomar mayores riesgos en un mercado que puede estar cerca de un cambio de tendencia.

Por ello, resulta probable que -al igual que lo que descubre Austin Powers- el “mojo” del mercado chileno nunca estuviera perdido sino que siempre estuvo ahí, pero fueron los extranjeros quienes lo advirtieron antes que los locales.

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