Por Soledad Marambio, desde Nueva York Febrero 13, 2014

Los pasillos del tercer piso del Schwarzman Building de la Biblioteca Pública de Nueva York -el famoso edificio de los leones de piedra que clavan sus ojos vacíos sobre la Quinta Avenida- amplifican el eco de una multitud que ruge en el primer piso. Suena como si hubiera un partido de fútbol allá abajo. Hay algo parecido: una fiesta del Super Bowl, el evento más gringo de todos los eventos gringos. Nos siguen los gritos y el olor a salchicha -Hannah Arendt, Susan Sontag, Jorge Luis Borges, sacúdanse en sus tumbas- mientras tomamos un ascensor que nos lleva desde el tercer piso al subsuelo de la biblioteca. La fiesta del Super Bowl nos obliga a tomar un camino laberíntico para llegar al auditorio donde Greg Grandin -profesor de Historia de NYU y autor de libros como el premiado Fordlandia- se prepara para conversar con Philip Gourevitch -ex editor de Paris Review, colaborador estable de The New Yorker- sobre el último libro de Grandin, The Empire of Necessity.

En el libro de Grandin se recorre la novella de Melville Benito Cereno, que cuenta la historia de un motín a bordo de un barco esclavista. Lo particular de este motín es que durante todo un día los esclavos sublevados se hacen pasar por esclavos aún, y obligan al capitán, ahora prisionero, a seguir haciendo de capitán ante los ojos de Amasa Delano, capitán estadounidense que ha abordado el barco en la costa de Valparaíso un día de 1805. Delano ve el barco a la deriva y lo aborda ofreciendo ayuda. Enfermedades, mala suerte, le dicen para explicar la poca tripulación blanca, y él cree. Sólo al final del día se da cuenta de la mentira. Entonces este buen yanqui -abolicionista, liberal- reacciona con furia ante el engaño al que lo someten los africanos, a quienes creía inocentes, incapaces de pensamientos complejos. Delano y sus hombres torturan a los rebeldes, degüellan al cabecilla.

El libro de Grandin habla, por una parte, de cómo el encuentro entre el tráfico de esclavos y el libre comercio crea las fortunas que sostendrán las independencias de las ex colonias de América del Sur y del Norte. La presencia de Chile, entonces, no es azarosa. Nuestro territorio era parte de esta red de tráfico que fundó la libertad de muchos sobre el sometimiento total de millones. Y el libro también habla de cómo esta novella de Melville pone en Delano al representante de un nuevo racismo, nacido, esta vez, de la necesidad de constatar la propia libertad por medio de la sumisión total del otro. Ese racismo, dice Grandin, habría sobrevivido a la abolición de la esclavitud convirtiéndose en el culto a la supremacía del individualismo que se revela en el discurso de los republicanos más conservadores y de las filas del Tea Party, que sigue esperando engaños de Obama, acusándolo de no ser lo que muestra, sospechando que en realidad oculta y prepara ese motín a bordo del barco de Benito Cereno. 

Salimos al hall central y el olor a salchichas se ha ido. Aquí y allá quedan algunas cajas de cerveza. El guardia, negro, nos desea buenas noches. Afuera, en el frío, cientos hacen cola para un recital al otro lado de la biblioteca.

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