Por Enero 23, 2014

El estudio del sistema nervioso, la neurociencia, es hoy un nodo global de desarrollo científico y tecnológico que  constituye una de las fronteras más desconocidas motivadoras de exploración. Lo que antes fue campo exclusivo de la biología, hoy es un quehacer multidisciplinario que abarca desde la química hasta las humanidades.

La neurociencia contribuye al desarrollo de interfases cerebro-máquina para controlar aparatos biónicos, y a nuevos métodos de captura y procesamiento de imágenes para examinar el funcionamiento de una o cientos de miles de neuronas simultáneamente. En medicina, tratamientos farmacológicos y de estimulación eléctrica altamente específicos prometen soluciones a patologías psiquiátricas y neurológicas de alta incidencia. Al constituir la ciencia fundamental de los mecanismos de aprendizaje, la neurociencia se convierte, además, gradualmente en un pilar de la educación; y en la rama emergente de la neuroeconomía se perfila fundamental en la comprensión de los procesos de toma de decisiones.

Así,  en las últimas décadas la neurociencia ha desplazado el límite de la metafísica y la ficción ganando importante territorio para el conocimiento científico y sus aplicaciones. No por casualidad el presidente de Estados Unidos ha comprometido 300 millones de dólares anuales por 10 años en el proyecto científico colectivo más ambicioso desde el Proyecto del Genoma Humano,  buscando determinar la actividad de cada neurona del cerebro.

En este contexto, Chile recibió recientemente la visita de seis destacados neurocientíficos, incluyendo a tres premios Nobel, en el encuentro Mentes Transformadoras, organizado por el Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, BNI, un centro de investigación en la Facultad de Medicina de la U. de Chile que propone realizar investigación de punta y vincularse con la comunidad a través de iniciativas de difusión y educación.

Una jornada de conferencias abiertas al público se efectuó el 6 de enero en la sede del ex Congreso Nacional en Santiago, con más de 700 asistentes que celebraron el conocimiento y su impacto, y aprendieron sobre la neurociencia y sus desafíos. En reuniones adicionales, los investigadores analizaron mecanismos de fortalecimiento de la investigación científica y herramientas para asegurar su contribución al desarrollo del país con representantes de sectores públicos y privados, incluido el presidente Piñera.

La reflexión central es que la ciencia y la tecnología son agentes de cambio que pueden ayudarnos a construir un mejor país. Uno donde el conocimiento esté al centro del crecimiento, y contribuya a un modelo de desarrollo basado en fortalezas únicas, diversificando gradualmente nuestra economía basada en recurso naturales. Uno donde los ciudadanos le asignen valor al conocimiento científico, y reconozcan su impacto no sólo en la economía sino también en salud, educación, cultura, equidad e imaginación. La excelente recepción de la iniciativa nos motiva a ser audaces en nuestro compromiso con la ciencia y su rol como motor de desarrollo, proporcionando las condiciones para que el talento nacional se instale y desarrolle en Chile, dotando al país de una institucionalidad que facilite el quehacer científico, y consolidando una cadena integrada de generación de valor desde el descubrimiento científico a su aplicación.

Sobre el escenario del salón de honor del ex Congreso, un cuadro de Diego de Almagro pintado por Pedro Subercaseaux anuncia “El Descubrimiento de Chile”. Así como siglos después los naturalistas contribuyeron a definir el país que somos, la comunidad científica nacional de nuestro siglo tiene todo el potencial para ayudar a imaginar el país que podríamos ser.

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