Por Eric Parrado, académico Universidad Adolfo Ibáñez Noviembre 21, 2013

Las reuniones de la Agenda Global bajo el alero del Foro Económico Mundial permiten discutir temas relevantes con una perspectiva a largo plazo. Las discusiones de los distintos grupos de trabajo reunidos en Abu Dhabi hace recordar aquel cliché que dice que lo urgente es enemigo de lo importante. Y ocurre cuando vivimos una recuperación débil en la economía global y con muchos riesgos latentes en lo inmediato.

En preparación para las reuniones de la Agenda Global, el Foro Económico Mundial identificó los 10 principales riesgos para la humanidad el 2014. El principal de ellos, es muy cercano a Chile y se relaciona con la creciente disparidad de ingresos entre los más ricos y los más pobres, según una encuesta efectuada a 1.500 expertos internacionales. Y como lo sabemos, o al menos lo estamos aceptando como sociedad, este problema tiene brutales repercusiones en temas de salud, educación y movilidad social.

Los otros 9 temas identificados son: el desempleo estructural, la falta de liderazgo político, la tensión social en Medio Oriente y África del Norte, la intensificación de las amenazas cibernéticas, el escepticismo en torno a la efectividad de las políticas económicas implementadas por los gobiernos en gran parte del mundo, la inacción respecto al cambio climático, el masivo proceso de urbanización en Asia, la importancia creciente de las mega ciudades, y la rápida difusión de la desinformación en internet. 

Todos estos desafíos nos afectan de alguna manera; por eso, necesitamos hacer un paréntesis de las urgencias y planificar mejor el futuro que queremos. Y no sólo porque como país podemos contribuir a resolver estos problemas globales, que estarán presentes por muchos años más; también si adoptamos una visión más egoísta frente a estos problemas. Es necesario contar con una visión de al menos a 10 años plazo si queremos fijar un rumbo en beneficio de las personas y no de los gobiernos de turno. La discusión tiene que ser exhaustiva, inclusiva y  holística, y debe alinear los intereses de todos grupos que componen nuestra sociedad.

Lo anterior requiere acuerdos amplios y compromisos. Por ejemplo, discutimos hasta el cansancio sobre cómo reducir la brecha de ingresos entre ricos y pobres, pero no adoptamos los compromisos para efectivamente lograrlo. Sólo esperamos que las políticas de corto plazo tengan efecto en los objetivos de largo plazo. La mala distribución del ingreso es sólo la punta del iceberg, así que tenemos que hacernos cargo de los temas incómodos para algunos grupos que están causando esta desigualdad: la falta de mejores oportunidades, la mala educación, los malos empleos y bajos salarios, la poca competencia, la discriminación, los conflictos de interés, sólo por nombrar algunos aspectos. No debiésemos conformarnos con que el futuro de muchos ciudadanos se decida al momento de nacer. Ésa no es la sociedad a la que debiéramos aspirar.

Sobran ejemplos básicos en los que podríamos ponernos de acuerdo con esta visión a largo plazo. Entre ellos, están los esfuerzos de diversificación de nuestra economía, los temas energéticos, el cuidado del medio ambiente, las inversiones responsables, las relaciones laborales, los derechos de los consumidores, la competencia de los mercados, etc.

Podemos equivocarnos, podemos no tener una visión 20/20, pero es necesario que fijemos un rumbo hacia dónde queremos llegar sin depender de los cortos ciclos políticos en que estamos metidos.

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