Por Camilo Feres Octubre 31, 2013

Más allá de la controversia sobre si la embestida frontal de Evelyn Matthei contra Franco Parisi tendrá un efecto positivo o negativo para ella, la decisión de la abanderada oficialista debe ser juzgada más por su valor político que por su eventual rendimiento electoral.

Al relativizar la idoneidad ética del “economista del pueblo” Matthei no sólo consiguió exponerlo ante los medios -que hasta entonces guardaban una prudente distancia con el polémico candidato, probablemente inhibidos por su frontal acusación contra ellos y sus dueños-, sino que logró también frenar una racha positiva en la que Parisi había conseguido instalar una duda razonable sobre sus posibilidades de alcanzar a la ex ministra en el segundo lugar.

La acusación de Matthei hizo girar la agenda y llevó al candidato, que había forjado su personaje precisamente en base a  la denuncia, a enfrentar por primera vez un escenario adverso: cambió su habitual sonrisa “canchera” por una mueca desconcertada, forzada y plástica, tras la cual abundaron explicaciones inconexas, victimizaciones y ofensivas que no hicieron más que profundizar la herida y exhibir, además, precariedad en su entorno.

Los detractores de la arremetida de Matthei tienen un punto: al entrar al barro todos se salpican y ella ha debido soportar ataques y acusaciones de vuelta. Pero esto, en contexto, también es relativizable, puesto que su situación era precisamente la inversa a la de Parisi: tras una accidentada nominación y un septiembre horrible, la candidata tenía poco o nada que perder.

Sin embargo, es tal vez en la parte menos comentada de su intervención en la que Matthei alcanzó su punto más alto, ya que -tras exhibir los antecedentes de fraudes previsionales de los que se acusa al clan Parisi- la abanderada de la derecha exclamó que “por ningún motivo” llegaría a un entendimiento con él en caso de necesitar sus votos en segunda vuelta. Es precisamente en esta expresión en que la jugada de Matthei abandonó la táctica y entró de lleno a la estrategia.

En la derecha hoy, más que derrotismo, hay volatilidad. No pocos actores apuestan a la derrota de uno u otro como vía para salir a tomar posiciones tras la debacle. Y si bien las palabras de Matthei no apabullarán a los apostadores más osados (entre los cuales se encuentra el propio Piñera) sí pueden inhibir a jugadores más aversos al riesgo. Dicho en otras palabras, la candidata le subió el costo de salir a “vitrinear” a quienes aspiren a ser puentes de plata entre facciones hoy en disputa y mañana en negociación.

Siendo el escenario futuro más probable el de una abierta disputa por la construcción y hegemonía de una nueva centroderecha, la jugada de Matthei ayudará -sobre todo a su partido- a no perder hasta la camisa en la noche de los cuchillos largos que sucederá a la altamente probable derrota electoral.  

Tal como los partidos de la Concertación se esmeraron en 2009 en dejar claro que no habría ni perdón ni olvido para Enríquez-Ominami y que, más allá de lo que parecía razonable para algunos, la contienda con Piñera se haría prescindiendo del ascendiente que había alcanzado el entonces díscolo retador, Matthei ha optado por subir la barrera de salida para quienes quieran apostar en su contra.

Así, cuando RN y la UDI salgan a contar sus bajas y quienes dejen el gobierno se paseen en medio de los escombros para evaluar dónde clavan su bandera, habrán no pocos coroneles que recordarán agradecidos el día en que su capitana giró el timón del bote para meterse en una marejada que, aunque peligrosa, le permitió sacar a su tripulación del alcance de los cantos de sirena que comenzaban a escucharse cada vez más fuerte.

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