Por Francisco Sagredo Octubre 17, 2013

Chile 1962 e Inglaterra 1966 eran el único antecedente de selecciones chilenas participando en mundiales de fútbol consecutivos. Hoy, casi cincuenta años después, se repite el logro pero el mérito es mayor: los pasajes para Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 se obtuvieron en cancha, sufriendo y sudando cada punto. Hace medio siglo la sitaución fue distinta, con el equipo de Fernando Riera clasificado automáticamente como país organizador.

No es fácil, menos para un fútbol sin una historia de grandes triunfos, meterse en dos copas del mundo al hilo y en especial en Sudamérica. Es verdad, la FIFA entrega casi la mitad de cupos del total de competidores de la Conmebol, pero eso ocurre gracias a la tradición futbolística de este subcontinente y por un hecho que parece no tener discusión: la sudamericana es la clasificatoria más dura de todas las confederaciones.

Tres campeones mundiales compitiendo: Argentina, Uruguay y Brasil que esta vez no corrió por ser el próximo anfitrión. Los mejores jugadores de las principales ligas europeas como Lionel Messi en España, Luis Suárez en Inglaterra, Arturo Vidal en Italia o Radamel Falcao en Francia.  Las durísimas diferencias climáticas que deben enfrentar las selecciones con poquísimas horas de adaptación; Chile por ejemplo, jugó el viernes con 38º y máxima humedad en Barranquilla y cuatro días después fue local con 17º y sin humedad en la noche santiaguina. Los largos viajes que obligan a vuelos de hasta diez horas para jugar un partido. Y el formato de la competencia: torneo de tres años de duración, a dos ruedas y todos contra todos, es decir, hay que mantener la competitividad al máximo nivel por un prolongado período de tiempo.

La brillante generación que lideran  Arturo Vidal, Alexis Sánchez y Gary Medel volvió a demostrar su calidad. Tal como hicieron con Marcelo Bielsa camino a Sudáfrica sortearon exitosamente, y con momentos estelares en algunos pasajes de la clasificatoria, la difícil misión de llegar al Mundial.

¿A qué va Chile a Brasil 2014? El objetivo parece ser unánime: mejorar los octavos de final alcanzados en la Copa del Mundo del 2010.

Hasta el momento Jorge Sampaoli ha dirigido, con tino y eficacia, a un grupo que para muchos constituye la mejor generación de futbolistas de la historia de Chile. En Francia 1998 y Sudáfrica 2010 se alcanzó la segunda ronda, instancia que generó  conformidad en el medio luego de largas ausencias sin participar en una Copa del Mundo. Ahora la mira debe apuntar más alto, con un plantel cuya base titular ya tiene un Mundial en el cuerpo y que ha logrado consolidarse, destacadamente en varios casos, en las mejores ligas del mundo.

Lo que la Roja ahora necesita, si quiere avanzar más allá de la ronda de los 16 en Brasil, es dar un salto de calidad. Un paso adelante que permita demostrar con resultados aquella jerarquía que le sobra a las selecciones acostumbradas a pelear en instancias definitorias cada cuatro años.

El plantel capitaneado por Claudio Bravo tiene que mantener y potenciar el atrevimiento, la vocación ofensiva y la capacidad técnica combinada con derroche físico que ha mostrado en el último lustro. Sin embargo, si se quiere pelear con potencias de verdad, este equipo también debe mejorar en varios aspectos.

Preocupa la incapacidad para cerrar partidos; lo de Barranquilla sólo se puede explicar con el realismo mágico colombiano, mientras que en el amistoso contra España el triunfo estaba en el bolsillo y se terminó empatando tras no aprovechar la superioridad en el juego. Se aprecia poco recambio en algunas posiciones; en la zaga no sobra nada y por la banda derecha no se han encontrado sustitutos de nivel para Isla, por ejemplo.  El plantel debe ser capaz de sacar adelante partidos en los que se presenten situaciones complicadas como una expulsión, un arbitraje adverso o la falta de finiquito, instancias que Chile sufrió y no supo resolver en el empate ante Colombia y la derrota con Perú en Lima.

En resumen, nuestra selección debe aspirar a dar un salto de calidad que le permita alcanzar esa jerarquía de los equipos grandes. Ese plus que permite soñar con cosas importantes en un Mundial y que aparece no sólo cuando todo se da a la perfección, como en el primer tiempo en Barranquilla, sino especialmente cuando las circunstancias invitan a bailar con la fea y debe aparecer la clase para defender un resultado.

Potencial hay y de sobra para saldar esas deudas. La tarea está en manos de Sampaoli.

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