Por José Jiménez, desde París Octubre 10, 2013

Una gota color naranja flúor cambia, inesperadamente, la homogeneidad del paisaje parisino. El clásico tono sepia de sus edificios, de pronto da un giro y genera un punto de atención innegable. En mitad de la vieja ciudad, la Tour Paris 13 resalta e, incluso, encandila. 

A diferencia de lo que ocurre en ciudades como Berlín y Londres, en el París intramuros los edificios ocupados son aislados y de mala reputación. Inesperadamente, el  naranja flúor vino a cambiar el color de esa mezcla.

La secuencia parece lógica, el desenlace novedoso: paulatino abandono de sus habitantes a principios de la década del  2000, en correlación inversa a la ocupación de artistas urbanos que encuentran en el edificio un nicho para el Street Art. En pocos años el inmueble está totalmente tomado por artistas de distintas procedencias. En pocos años el edificio cambia su piel y, en vez de mantener la tonalidad templada, pasa a estar decorado con grandes gotas naranjas flúor y una trama tipográfica del mismo color. Y hoy, además de resaltar por su fachada, el edificio cobra otra dimensión, aún más llamativa: los primeros días de noviembre será demolido y durante todo este mes, octubre, abre sus puertas a la ciudad en calidad de una gran exposición efímera de arte callejero, la más importante que se ha realizado de este tipo. 

10 pisos, 36 departamentos intervenidos, 80 artistas urbanos renombrados de todo el mundo -entre ellos el chileno Inti Castro- quienes trabajaron por más de seis meses para apoderarse de cada espacio. El resultado: un recorrido que pasa por distintos estilos, técnicas y movimientos del arte callejero actual. 

Si bien los edificios ocupados dedicados al arte callejero abundan en la mayoría de las grandes ciudades, la envergadura de esta exposición urbana ubica a este squat en la punta del fenómeno. El diseño estratégico del proyecto,  que se ha traducido en alta difusión y afluencia de público, está permitiendo que los artistas participantes de la Tour Paris 13 -la mayoría en relación directa con París- se consagren y entren en la vanguardia del movimiento.  El hito pesa en el curriculum. 

Pero además, y aún más importante, el modelo de desarrollo de la exposición (que terminará su ciclo el próximo año con un documental) permitió algo no sólo impensado para el mundo del Street Art, si no  también para París. Ante la inevitable demolición del inmueble y desaparición del edificio, tomando en cuenta la feroz demanda habitacional de la ciudad -el precio promedio del metro cuadrado en una zona como ésta gira en torno a los 8 mil euros- , la Galerie Itinerrance, a cargo del proyecto, en vez de resistir y generar un foco de conflicto con autoridades y comunidad local, involucró a los distintos actores para encontrar una salida provechosa para todos. La galería, la municipalidad del distrito (13º Arrondissement), vecinos y la misma ciudad de París congeniaron en la idea de una intervención total del inmueble y, es más, se les otorgó apoyo económico, institucional y de difusión. Dada la calidad del proyecto y su potencial repercusión, estar aliados a él era una oportunidad de generar valor agregado. 

La institucionalización de este edificio y el proyecto diseñado y llevado a cabo de manera conjunta, pese a la resistencia que para muchos pueda suponer, está permitiendo que galeristas urbanos, municipalidad, artistas participantes, vecinos y, al final, la ciudad de París y sus habitantes, pasen a la primera línea del Street Art mundial. 

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