Por Robert Funk Septiembre 17, 2013

La forma en que los ciudadanos nos informamos está evolucionando rápidamente, y analizarlo es más relevante en tiempos de campaña. Hace unas semanas se publicó un fascinante estudio del Shorenstein Center de Harvard, en que Peter Hamby, periodista de CNN, evalúa los efectos que tuvieron las redes sociales en el reporteo de la última campaña presidencial estadounidense. Hamby identifica varios fenómenos, todos relevantes para la actual temporada electoral chilena.

El primero es que Twitter se ha convertido en una herramienta indispensable para el reporteo político. Su ubicuidad y su rapidez permiten que los reporteros que acompañan a los candidatos en terreno puedan informar de forma instantánea. Por supuesto que lo que se gana en tiempo se pierde en análisis. Pero no todo periodismo se hace en 140 caracteres. También existen páginas que ofrecen más espacio, junto con rapidez.  Hamby relata un experimento en que dos periodistas, uno de CNN y uno del sitio BuzzFeed, entregaron sus notas, de más o menos la misma extensión, al mismo tiempo. BuzzFeed posteó la nota en menos de cinco minutos; CNN en más de media hora. 

Obviamente, la presión de tiempo puede facilitar la comisión de errores. La presión por entregar información casi en tiempo real conspira contra la necesidad de revisar su confiabilidad. La información al instante permite que muchas veces las noticias sean sólo chismes, que luego encuentran eco en otros periodistas conectados, convirtiéndolas en noticias.

Esto conlleva a un problema más general. Mientras cada vez más se obtienen las narrativas dominantes que influyen en la noticia de la conversación tuitera, Twitter sigue siendo un espacio reducido, tanto en Chile como en EE.UU. (donde solamente un 13% usaba esa red social durante la campaña del 2012). En otras palabras, lo que se conversa en Twitter no refleja, necesariamente, la conversación nacional. 

Segundo, las redes sociales se prestan para que se reportee a la distancia. Antes la lógica del acceso era determinante: periodista y fuente se conocían y eso posibilita el reporteo. Hoy eso se ha debilitado con la dinámica tanto del negocio de los medios como de las redes sociales. 

El tercer punto tiene que ver con el impacto de internet en la prensa. Los costos para un medio tradicional de enviar a un periodista a acompañar un candidato norteamericano durante una semana en terreno varían entre cuatro y 12 mil dólares. En momentos de crisis para los medios tradicionales, estos costos se han convertido en un lujo que pocos pueden darse. Para la campaña del 2012, algunos medios tradicionales, como la versión impresa de la revista Newsweek, ya estaban en vías de extinción. Twitter y las redes sociales se consolidaron como herramientas elementales para que los nuevos medios pudieran competir, desde la distancia, contribuyendo así al debilitamiento de los sectores más tradicionales.

Como dice Hamby: “Mientras algunos muros se caen, otros se construyen”. Es inútil lamentar el uso de Twitter y otras redes sociales para comunicar noticias. Es, indudablemente, más democrático que el sistema anterior donde un grupo reducido de hombres (siempre hombres) decidían qué se informaba, muchas veces con algún grado de colusión con los candidatos (piense en cómo nunca se informó sobre la enfermedad de Franklin Delano Roosevelt o las aventuras amorosas de los Kennedy). Para los candidatos, la democratización de la entrega de información es una oportunidad y un desafío. A pesar de que siguen siendo muy pocos los que usan Twitter, lo que nos muestra Hamby es el efecto multiplicador que tiene esta herramienta en fijar la agenda en la prensa tradicional. Las campañas que logren entender e integrar este elemento en sus estrategias tendrán una ventaja. Pero siempre teniendo cuidado en no confundir el ruido de Twitter con noticias de verdad.

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