Por Miguel Crispi Mayo 9, 2013

Creímos en el llamado a primarias porque estamos convencidos de que si no se amplían los espacios de participación política, más se alejarán las personas de ella. Por eso cuando el 1 de mayo  se cerró el plazo para inscribir los pactos electorales y aquellos que antes habían llamado a “jugarse por la ciudadanía” salieron ofreciendo excusas en vez de primarias,  sentimos que no sólo se nos perjudicaba a nosotros, sino también al país.

En Revolución Democrática habíamos decidido participar de estas primarias, y luego de días  de conversaciones con los negociadores de la Concertación llegamos a la triste conclusión de que el acuerdo no vería la luz. El problema radicaba en que nuevamente las fuerzas hegemónicas conservadoras del pacto cerraban la competencia democrática en primarias. Seguramente los dirigentes que tomaron esa decisión evaluaron que ésta no tendría grandes repercusiones. Tamaño error. Desde aquel día hasta hoy, no hay nadie que no rasgue vestiduras por reparar la decisión, invitando a unas “primarias convencionales”, que nadie entiende muy bien y en las que nadie -ni Escalona- cree.

La decepción pudo habernos mandado para la casa, pero seguimos convencidos de que se necesita de nuevas mayorías para realizar los cambios profundos que la calle pide. No obstante, también tenemos claro que, al menos en esta pasada, esta nueva mayoría no se constituirá mediante un pacto electoral. Ahora tendrán que ser necesariamente las ideas las que rayen la cancha. Y ésa es una buena noticia.

Más allá de las invitaciones que puedan venir, Revolución Democrática ya tomó su decisión: participaremos en estas elecciones parlamentarias fuera de todo pacto, llamando a construir una nueva alternativa  capaz de disputarle el poder a quienes hoy, desde la centroizquierda, ponen tapones a la renovación y el cambio. Es tiempo de crear, de poner las utopías por delante del cálculo y el corto plazo. Será momento también de reactivar las conversaciones entre esos dirigentes sociales que a lo largo de Chile esperan un espacio desde donde hacer sus planteamientos. Hacer el esfuerzo por sumar nuevas alternativas parlamentarias para que sean los ciudadanos quienes decidan.

Somos muchos los que queremos construir un nuevo ideario político para Chile. Nuestra generación tiene madurez y comprende que sin movilización no hay cambio, pero también que sin la disputa del poder formal hipotecamos gran parte de nuestras aspiraciones para realizar aquellas revoluciones que queremos para Chile. Entonces, ante la desconfianza, lo mejor que podemos hacer es tener a nuestros propios voceros y representantes en el Congreso. Movimiento social y disputa electoral como parte de una misma ética, un mismo sueño.

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