Por Manuel Maira Marzo 21, 2013

Me invitaron a la fiesta de despedida de la radio Horizonte. Lo pensé tanto que no fui. Estoy escribiendo en el computador, con audífonos en un minuto de silencio que pasó a ser más de una hora. Tengo abierto el player online de la radio, pero ya no suena después de la última canción de su historia. Fue “Wake up” de Arcade Fire. Me acuerdo de varias de las veces que escuché ésa y la mayoría de las canciones que las dos últimas horas del lunes cerraron las transmisiones. Algunas las descubrí ahí. Otras ya me gustaban y sólo las escuchaba ahí. En Twitter mucha gente comparte lo que le pasó con tal o cual canción de las últimas horas. Muchos recuerdos.

Poco antes, me desvié de vuelta a mi casa para pasar por la radio. Había leído de una velatón y quise ver si era cierto. En el frontis de Pocuro 2151, unas 20 personas velaban a la radio con carteles en la reja. Más escenas: un fan se tatuó el logo de la radio cuando supo que desaparecería. Gente llorando en la fiesta que el lunes en la noche repletó el Santo Remedio, para escuchar las últimas canciones de la radio. Una comunidad que quedará viuda por un rato, como pasó antes con los cierres del canal Rock and Pop o la Zona de Contacto de El Mercurio. 

Esa noche Julián García-Reyes era trending topic en Twitter porque llegó el momento en que su decisión de vender Horizonte y Oasis rebotó en la audiencia. Sus radios no se acabaron porque eran malos negocios. Terminan porque esa leyenda de la radiofonía chilena optó por venderlas, por cerrar un ciclo personal de más de 50 años en el rubro. Y hubo un comprador. Business is business. Uno vende y otro compra. Naturalmente, el comprador haría lo que quisiera con sus nuevas señales. Canal 13 se llevó las dos frecuencias para ampliar su área radial, que ya contaba con Sonar y Play. El grupo Luksic mantuvo la marca de Oasis con un perfil y equipo renovado. Con Horizonte la apuesta fue radical: ocuparon la frecuencia 103.3 con Top FM, una radio de aspiración masiva. Es muy probable que tenga más auditores, y también es probable que esos auditores no sean tan fieles como los de Horizonte. 

No existe la radio perfecta. Horizonte tuvo programas buenos y otros discretos. No fue masiva ni demasiado escuchada en comparación con las que puntean en la encuesta. Era un medio de nicho, lleno de detalles que hicieron que un grupo sintiera ser parte de algo. Su triunfo estaba en un concepto editorial edificado con música que difícilmente encontrabas en otro lugar del dial. 

Las razones del vendedor y comprador son legítimas y dan para horas de conversa. Fuera de todo debate está la emoción de una comunidad que hará que a Horizonte le pase lo mejor que le puede pasar a una radio: quedar en la memoria. 

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