Por Sebastián Lehuedé Marzo 7, 2013

Amanda Palmer es una cantante de un estilo que ella define como “cabaret punk”. En su charla TED, publicada la semana pasada, dio grandes lecciones de la dirección que están tomando los negocios y que ilustró a través de una nueva relación fanático-artista.

La palabra clave, dice, es pedir. Según cuenta, saber pedir le ha permitido viajar por el mundo alojando en casas de fanáticos, tocar en bares de desconocidos e incluso recibir comida. Toda una historia de relación con sus seguidores, de hecho, se vio cristalizada en lo que fue su experiencia con el crowdfunding.

Semanas después del lanzamiento de uno de sus discos con un sello le informaron que había vendido 250.000 copias. A ella le pareció un número atractivo, pero la discográfica lo consideró un fracaso. Entonces decidió hacer las cosas a su estilo y le pidió a sus fans que colaboraran para la grabación de otro disco fijando una meta de US$100.000. Como resultado, la artista logró recaudar US$1.192.793. Sin embargo, lo curioso es la cifra de personas que realizaron el aporte: 250.000, la misma que alguna vez había comprado su disco y que el sello consideró insuficiente.

Una industria y una profesión que debieran poner atención al caso de Amanda Palmer son los medios, que se han quedado atrás en cuanto a la relación con la audiencia, comportándose como los sellos discográficos al desinteresarse por establecer una relación más profunda con la audiencia y perdiendo así grandes posibilidades de afinar la calidad de la información y el modelo de negocios.

Desde el punto de vista del contenido, un buen ejemplo de las posibilidades de una verdadera conexión es el periodista Andy Carvin. “Veo a mis seguidores como una sala de redacción”, dice. A través de su cuenta de Twitter es posible observar un completo desarrollo de las noticias, pidiendo y obteniendo información de sus mismos usuarios.

Desde el punto de vista comercial, el caso ofrece una salida a una de las causas mismas de la crisis: la imposibilidad de capitalizar el tráfico de un sitio debido al bajo precio de la publicidad por la competencia con Facebook y Google.

Un medio que ha logrado aprovechar la cercanía con la audiencia, sin embargo, es la revista Orsai, que comenzó como el blog del escritor argentino Hernán Casciari y que hoy se reparte en casi toda Latinoamérica y España. El proyecto está financiado en un 100% por suscripciones, no tiene publicidad, y su culto llegó al punto de que también a través del financiamiento de los fanáticos se abrió un bar en Buenos Aires.

Si bien hay periodistas en todo el mundo que ya han comenzado a acumular seguidores con los que mantiene una relación de cercanía, los medios siguen atrapados detrás de lo que Amanda Palmer consideraría como miedo y vergüenza. La pregunta clave es cómo transformar en fanáticos lo que conocemos hoy por usuarios y establecer una cercanía que le permita al medio hablarle cara a cara a los usuarios sobre sus necesidades ya sean de información o comerciales.

“Internet nos está llevando de vuelta al momento en que le gustabas a poca gente pero que con esa poca gente era suficiente”, remató en su presentación.

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