Por Arturo Arriagada Enero 3, 2013

Song Reader es un conjunto de 20 canciones compuestas por Beck Hansen. Canciones que no fueron grabadas en un disco y que tampoco se pueden descargar. Fueron escritas en partituras y recopiladas en un libro cuyo objetivo es que cualquier persona con conocimientos básicos de música las pueda interpretar en diversos instrumentos. En el escenario actual, donde las formas de producir, distribuir y escuchar música están cada vez más asociadas y acotadas al formato digital, lo nuevo de Beck podría interpretarse como algo retrógrado. Difundir la música en partituras era algo común antes de la creación de los sistemas de grabación y reproducción de sonidos. Pero al quitar el velo de la nostalgia es posible indagar sobre la relación entre personas, tecnologías y música.

En la introducción a Song Reader, Beck sugiere que el desarrollo tecnológico y el acceso a la música han cambiado nuestra percepción en torno a ella. A su juicio, es necesario preguntarse para qué sirve una canción y cómo ese propósito se ha visto alterado por el desarrollo tecnológico. Para ello en vez de ofrecer grabaciones -en cualquier formato- Beck publica una serie de partituras. Al contrario de lo que sugería Led Zeppelin, aquí la canción nunca es la misma. La canción existe en la medida que la gente la interpreta y la recrea, dándole un carácter único a esa obra artística. Cualquiera de nosotros puede ser músico si nos animamos a tocar esas canciones. Song Reader ofrece una experiencia musical vinculando la creatividad de interpretar sonidos a través de distintos instrumentos con el acto de escucharse y relacionarse con otros en torno a la música. Para ello existe el sitio Songreader.net, donde la gente puede compartir sus versiones. 

La tesis de Beck es un statement cuando el delirio frente a lo “nuevo” -especialmente en relación al consumo de música y tecnología- pasa a ser un modelo a seguir impulsado por publicistas, periodistas y expertos en marketing. Los mismos que predican cómo tenemos que usarlas para ser considerados “modernos”. La tecnología no es ni más ni menos que una herramienta que nos permite alcanzar ciertos fines. Escuchar una canción en MP3 pasa a ser considerado como algo mejor que una partitura tocada en un instrumento cuando se promueve como un objeto de consumo masivo con propiedades determinadas. Desde una garantía para entrar a la globalización hasta un símbolo de estatus. Por paradójico que suene, este fenómeno no es nuevo si pensamos en los Beatles y el negocio que se creó en torno a ellos. Lo mismo con la aparición del Walkman y el iPod. 

Song Reader pone en el mismo nivel a una tecnología como las partituras con otras catalogadas de “nuevas” y “revolucionarias”. Un libro puede ser tan tecnológico como un iPod o una cuenta en Facebook. Existen en la medida que nos apropiamos de esos artefactos para mantener relaciones de amistad, para mostrarnos frente a los otros, para satisfacer una necesidad creativa, compartir música, revelar nuestros gustos, entre muchas otras. Esa apropiación también se da en contextos particulares y con fines distintos. Por ejemplo, en un concierto podemos usar el celular para ponernos de acuerdo con amigos, mientras otros lo usan para grabar videos que luego comparten, al igual que sus opiniones. Son todas esas conexiones -de usos y contextos, de significados y relaciones entre individuos y objetos- las que definen tanto a las tecnologías como a quienes las usan.

Beck nos recuerda que lo nuevo y lo viejo pueden ser conceptos vacíos para entender nuestra relación con las tecnologías. Quizás porque hay pocas cosas que están por sobre esas categorías como tomar un instrumento y cantar una canción.

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