Por Camilo Feres Noviembre 15, 2012

La primera estación de la carrera por la nominación en la derecha ya está corrida, y en ella Andrés Allamand logró aprovechar las circunstancias para obtener algo que hasta poco antes parecía improbable: erigirse como un candidato viable e instalar la necesidad de realizar primarias. Pero éste es un éxito que ya es historia y a partir de él se abren nuevos desafíos, en los que el ex ministro de Defensa nuevamente corre contra el tiempo y la corriente.

Porque aunque a nivel de sensación térmica el precandidato de RN logró parearse con su contendor, en los hechos las ventajas de Laurence Golborne aún se mantienen intactas: mayor popularidad y el soporte de un partido más organizado, más robusto a nivel parlamentario y hoy más influyente también en el gobierno. Y frente a esto, el solo envión del primer triunfo no basta.

En lo que resta del año, Allamand deberá conseguir varios objetivos: evitar la dispersión en sus filas, donde los candidatos de RN al Parlamento presionarán por una definición rápida, que les ayude a vincularse a la carta más popular; acortar la brecha en popularidad que permitiría contener en parte estas presiones y consolidar la primaria como un hecho cierto y, por último, lograr avanzar posiciones en lo que hoy es la base de apoyo de Golborne, y que en el papel es mayor que la que lo sustenta a él.

Cabe recordar que en esta materia las experiencias anteriores no son auspiciosas. En 2005 el control partidario del matrimonio Alvear-Martínez en la DC no bastó para contener la presión de los candidatos para correr lo antes posible con la foto de Bachelet y la primaria en la Concertación concluyó de manera anticipada, aunque menos indecorosa que la de Frei vs. Gómez.

Para la elección de 2009, en tanto, la arrolladora fuerza con la que irrumpió Enríquez-Ominami tampoco fue suficiente para que las bases concertacionistas rompieran el dique y se sumaran explícitamente a su opción.

En ambas historias hay lecciones para Allamand, porque Alvear usó frente a la popularidad de Bachelet el mismo argumento diferenciador que él utiliza hoy frente a Golborne: la trayectoria y seriedad. ME-O, por su parte, empalmó de forma natural con los polos más autoflagelantes del mundo concertacionista, y aunque en privado las críticas al candidato Frei eran lapidarias, y los piropos a la aventura del candidato retador hacían presagiar una estampida en su favor, en los hechos, poco o nada de ese mundo cruzó y cada día que pasaba sin sumar figuras gravitantes del eje tradicional, la pista para la opción del díscolo diputado se empinaba un poco más.

La historia es conocida. Alvear se bajó en favor de Bachelet y Marco llegó a la elección habiéndose estancado algunas semanas antes de ésta, sin haber convertido en votos ni la totalidad de la disidencia oficialista ni el deslumbramiento de ciertas zonas liberales de centro y centroderecha. Al final, a ninguno de los dos les alcanzó.

Así, si la apuesta de Allamand es ganar la primaria, deberá moverse del eje que le permitió avanzar hasta aquí y seguir arriesgando más que su adversario con miras a obtener victorias materiales y concretas.

Por lo pronto, a las tímidas voces en RN que ya han mostrado su predilección por Golborne no se les ha pareado nadie que haga lo mismo en sentido inverso. Y aunque es previsible que su emergencia como candidato retador le permita acortar las distancias con el sonriente ex ministro de OO.PP. en las encuestas, el discurso del candidato más confiable frente a las ideas del sector no cuajará en ventaja si no logra convencer a sus eventuales piroperos de poner el pecho a las balas y salir a abrazar su opción.

Las batallas políticas se libran en un plano simbólico, donde hasta ahora Allamand ha mostrado su experiencia, y  ha volcado las opciones a su favor, pero también se juegan en un tablero físico, con fichas y piezas que -al final de la partida- deben sumar más número y/o fuerza que las del adversario. Acá es donde al precandidato RN le resta aún por demostrar, y el tiempo no será más su aliado. El statu quo favorece a Golborne y es razonable pensar que en la UDI no tendrán una actitud muy comprensiva para los que se muevan en la foto.

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