Por Camilo Feres Julio 12, 2012

En 2009, la Concertación leyó mal el escenario y llevó a un candidato centrista a enarbolar un discurso de izquierda, aun cuando el tránsito de esos votantes hacia Frei en segunda vuelta estaba asegurado. Piñera, en tanto, tenía para sí todo aquello que estaba más a la derecha que él y tras ubicarse al centro quedó en la mejor posición para lograr el triunfo.

Lo anterior es propio de los sistemas electorales con segunda vuelta, donde si la popularidad del candidato no alcanza para lograr la mayoría en la primera, son las alianzas y la ubicación relativa dentro del espectro político las que definen el éxito. Por eso en el cuadro actual, con una oposición potencialmente fuerte pero materialmente dispersa, la Concertación requiere ampliar su análisis más allá de la aplastante ventaja inicial con la que se muestra su principal carta de triunfo.

Hoy las incógnitas electorales de la eventual candidatura de Bachelet son mayores a su derecha que a su izquierda ya que el PC encontrará la manera de plegarse a su opción, mientras que esa posibilidad no es tan clara en el caso de los electores “moderados” ni en los posgraduados y amantes de las políticas públicas que se ubican en los contornos de la oposición.

Entre los que han anunciado su intención de competir, Andrés Velasco se ubica en una posición privilegiada para contener el “voto blando”, pero su potencial aglutinador depende de no ser percibido como un candidato de corto alcance, como una escala para plegarse con ventaja a Bachelet. Velasco podría constituirse en la baza que corte el electorado más a la derecha de lo que puede aspirar Bachelet corriendo sola, pero si su carrera llega sólo hasta diciembre habrá varios que, simplemente, no se le sumarán.

El economista puede correr más que el resto de los retadores porque no tendrá parlamentarios y aspirantes a serlo presionando en un partido para que se baje antes de tiempo y les permita iniciar sus propias campañas con la foto de Bachelet. Es visto con simpatía por la tecnocracia liberal y por uno que otro fáctico protoconcertacionista y bajo determinados escenarios podría despertar la simpatía de liberales con historial en la derecha.

Las tribus liberales son dispersas por naturaleza. Una oferta de corto alcance es útil para quienes piensen en dar una pelea testimonial y apoyar a Bachelet con pocas condiciones, pero no resulta atractiva para quienes tienen un objetivo político o identitario de más largo alcance.

Así, el problema de la candidatura de Velasco no es la pulsión conservadora de los jerarcas concertacionistas, que buscarán desaparecerlo aun cuando eso no sea electoralmente aconsejable, sino las dudas legítimas sobre cuán “clarita” es el agua que hidrata su aventura.

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