Por José Manuel Simián Marzo 8, 2012

Un hombre recuerda la primera vez que, tímidamente, durmió al lado de su novia. Un ex adicto al sexo explica los conflictos que le genera la edición de trajes de baño de Sports Illustrated. Otro hombre se pregunta por qué es socialmente aceptado decirles a las mujeres que son "demasiado sensibles" o que están "locas", y otro entiende que se pasó gran parte de la vida idealizando exageradamente a las mujeres para descubrir, finalmente, que eran tan tontas como él. Un papá les da consejos a las mujeres sobre cómo criar niños hombres ("Si no sabes qué hacer, abrázalo"), mientras un humorista cuyas rutinas incluyen chistes sexuales explica por qué se considera feminista. Dos hombres discuten sobre si las mujeres tienen, como muchos creen, menos deseo sexual que los hombres, y otro se pregunta si pagar por sexo lo hace una mala persona.

Ésas son sólo algunas de las voces a las que The Good Men Project (goodmenproject.com) ha dado cabida en sus tres años de historia. La página, fundada por el inversionista estadounidense Tom Matlack, pretendía responder a una simple pregunta: ¿Qué significa ser un hombre bueno? Y en este corto tiempo se ha convertido en uno de esos sitios de lectura obligada, en parte porque parecen perfectos para internet: su incesante ritmo de renovación de contenidos ha permitido crear un debate abierto, continuo y dinámico sobre un tema que, de ir más lento, perdería vigor.

Parte del encanto del sitio emana de que no se trata simplemente de la suma de esas tradicionales columnas sobre los temas masculinos donde el escritor intenta sorprender con algún reciente estudio sobre sexualidad europea o confesando que, sí, a veces él también llora. El gran aporte de The Good Men Project es haber permitido un creciente caudal de voces disonantes (también escriben mujeres) en textos de todos los formatos, con los que se ha comenzado a dibujar un inédito mapa de la masculinidad y las relaciones entre hombres y mujeres; un lugar donde, como en la vida real, las contradicciones pueden dar paso a la virtud. En otras palabras, un espacio donde podemos aspirar a ser personas.

Pero no todo es perfecto. A fines del año pasado, Matlack -padre de tres hijos y quien anota en su biografía que su mujer "es el amor de su vida"- publicó una columna en que defendía su derecho a ser hombre ("Being a Dude Is a Good Thing"), y acusaba a parte del movimiento feminista por querer que los hombres se sintieran culpables de su condición. "Vamos a seguir contando nuestras historias con nuestras propias voces -anotó- pero va a ser una voz masculina, y las mujeres van a tener que asumirlo".

El texto causó predecibles acusaciones de que estaba rompiendo filas con los valores feministas (con los cuales Matlack y los co-fundadores del sitio siempre se habían identificado), pero esta vez los dardos también vinieron de dentro: un editor y escritor del sitio, Hugo Schwyzer, renunció luego de que se negaran a publicar una columna en que criticaba a Matlock acusándolo, básicamente, de hipocresía en su reacción a las críticas.

Con todo, la polémica sólo probó una cosa: ni Matlack ni ninguno de los hombres que escriben o leen The Good Men Project es enteramente "bueno". Lo verdaderamente interesante es por qué responder a una pregunta tan simple tiene para tanta gente un sabor tan peligroso.

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