Por Gonzalo Maza Febrero 9, 2012

La noticia: Contacto estará fuera del aire "por este año" y la labor de su elogiado equipo (que se anotó golpes como las denuncias contra el ex senador Lavandero, el paradero de Paul Schaeffer y, recientemente, las condiciones de los trabajadores paraguayos de Francisco J. Errázuriz) ahora sería reforzar los reportajes de Teletrece. En el ejército eso tiene un nombre: "baja deshonrosa". Pero en el periodismo y la televisión se llama "hacer la pega". Basta con recordar los tristes años en que TVN fue apagando el exitoso y recordado El mirador, cuya última temporada del 2004 -en esa obsesión  por encajonar el periodismo en la entretención- terminó contando historias de amor. Los estudios de audiencia habían dictado la sentencia: el programa era "demasiado melancólico". Patricio Bañados, señor de la TV y la historia de Chile por su rol en la campaña del No, se terminó de ir del canal y nunca más volvió.

De manera que el golpe a Contacto fue duro, pero no es nuevo. Y difícilmente será el último. Los altos costos fijos que tienen los canales de televisión en Chile y la baja general de las audiencias por la penetración del cable e internet son un cóctel mortal: obliga a tener programas de bajo costo y alto rating. Los dos factores, simultáneamente. Poco a poco, en los últimos diez años hemos visto desaparecer programación de los canales de TV por alguna de estas razones. ¿Qué entra? Ya sabemos: farándula (bajo costo, mediano rating) y realities (que no son tan baratos, pero terminan siendo muy rentables).

Pero lo que terminó de liquidar a Contacto no fue Jordi Castell ni Huaiquipán. Como decía Fito Páez, el que te mata es de tu barrio, y en el caso de Contacto el que dio la estocada  final -sin quererlo- fue el mismo Emilio Sutherland, periodista de Contacto que el año pasado arrasó con un programa propio, mezcla de periodismo y entretención llamado En su propia trampa. No es su culpa, claro. Pero la comparación fue inevitable: ¿cómo el mismo periodista puede ser oro de rating en un programa y no tanto con el otro? El formato, el docurreality, es la gran diferencia.

Para la televisión, y en particular para Canal 13, haber descubierto los docurrealities es como haber encontrado petróleo en el patio de la casa cuando estaban haciendo el hoyo para la piscina: el éxito de En su propia trampa les hizo replantearse sus planes originales. Los reportajes de investigación como los de Contacto, incluso si logran buen rating, son trabajos de largo aliento y alto costo. Seguir las mañoserías de falsos espiritistas es mucho más barato, y pillarlos en sus mentiras es mucho más divertido.

Lo que trajo Rodrigo Leiva, jefe del área de docurrealities del 13, es una bomba. Acaba de poner en guardia al área de prensa, y ahora podría poner en apuros graves al área dramática con su último fenómeno: Perla, una teleserie adolescente de altísimo rating sin actores ni guionistas, lo que para cualquier ejecutivo vendría a ser la definición de "perfecto". Hoy, cuando las teleseries de las siete de la tarde están en duda (por los altos costos, y rating discretos), suena muy tentador poner en ese horario "teleseries de la vida real"

Por supuesto, la excepción a la regla es esa rareza de altísima calidad, audiencia, auspiciadores e impacto cultural que es Los 80, que es también un programa de altísimo costo, pero en parte subsidiado por el CNTV. Hasta ahora los fondos del consejo han fluido (1.300 millones de pesos para sus cinco temporadas), pero cabe preguntarse si este Canal 13, el que no tiene problemas en terminar con un programa insignia, tendría mucho pudor en suspender la serie de los Herrera si tuvieran que pagarla íntegra de su bolsillo. La respuesta… mejor ni pensarla.

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