Por Francisco Ortega Octubre 27, 2011

1987 y un joven Alan Moore se acerca a las oficinas de DC Comics. Un año antes tocó el cielo con Watchmen y desde entonces es "el guionista de oro" de la industria. Trae una propuesta: apuntes de una saga que terminará en la muerte de los superhéroes de la editorial. Moore es un buen inglés, criado con té, desempleos e historias de "reyes arturos y arqueros de Sherwood", y como tal sostiene que lo que convierte un relato en una leyenda es que éstas terminan, los héroes mueren y con eso se hacen mitos. La idea del británico se llamaba Twilight of the Superheroes y presentaba un mundo en el que la Tierra era gobernada por una dictadura feudal encabezada por un anciano Superman y su Liga de la Justicia. Decadentes, los encapotados de ayer se enfrentaban entre sí hasta exterminarse, como dioses modernos. Finalmente la  idea de Moore no llegó a puerto y los "superamigos" siguieron viviendo en el papel.

Eso hasta el 1 de septiembre del 2011.

Hace dos meses Superman, Batman, la Mujer Maravilla, Flash y todo el resto de personajes de DC Comics fueron asesinados, y no precisamente en un artístico "crepúsculo". El llamado "universo DC" se acabó para siempre; al menos como lo conocíamos y amábamos los viejos fanáticos. ¿Dónde quedaron mis personajes, cómo se mandan a guardar 80 años de historia, dónde está el respeto por el lector?  La respuesta es dura: los cómics son un mal negocio y las nuevas generaciones no están interesadas en personajes con casi un siglo de vida. Para cambiar el panorama había que arrebatar los paladines a sus viejos lectores y relanzarlos en formato para menores. Nuevas versiones, nueva continuidad.

Hay que entenderlo, DC Comics es un negocio, forma parte de Warner, y a Warner no le interesan los cómics; lo suyo son las franquicias. Y desde esa visión la movida de DC fue una bomba. Relanzar todos los títulos desde cero y en consecutivo con edición electrónica (a menos de US$ 2) resultó: 5 millones de ejemplares vendidos  en seis semanas, récord difícil de igualar por la competencia (Marvel/Disney).

Aunque hoy la red está plagada de viudos reclamando, somos minoría ante los millones de adolescentes que celebran que ahora "Superman es cool". Lo confieso, hice la tarea, descargué algunos de los nuevos títulos y no entendí nada. ¿Cómo que Robin ahora es hijo de Batman?, ¿por qué Superman usa sudadera y jeans?… 80 años al tarro de la basura.

El "crepúsculo de los superhéroes" finalmente no vino de la mano de Alan Moore sino de una tropa de gerentes con buen ojo para los negocios. "Estos personajes son patrimonio de todos", decía Diane Nelson, la presidenta de DC con el nuevo Nº 1 de Justice League of America en sus manos. Perdone, mi dama, pero míos ya no son, que los nuevos lectores los hagan propios, a mí ya no me interesan. Tal vez era necesario un puñetazo del mundo real para decirnos, "¡jetón, tienes casi 40 años, los superhéroes son y siempre han sido personajes infantiles, asúmelo". Y aunque duele, hay que hacerlo.

Por si alguien se interesa, vendo cómics.

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