Por José Manuel Simián Septiembre 15, 2011

En Estados Unidos hay un juego infantil llamado Rey de la montaña. El "rey" es el que ha logrado ubicarse en un lugar predeterminado (normalmente, un lugar elevado), mientras todos los demás intentan botarlo como sea para convertirse en reyes por un rato. Y aunque las reglas no son claras, generalmente se considera ganador al que está arriba cuando el juego llega -normalmente de manera abrupta- a su fin.

El pasado lunes 12 de septiembre el rey de la montaña republicana era Rick Perry. Con apenas un mes en la carrera presidencial, este gobernador de Texas (puesto en que sucedió a George W. Bush en 2000) ha comenzado a liderar las encuestas. Frente a él tenía en esa noche de debate televisivo -un curioso evento organizado conjuntamente por CNN y el Tea Party, con un formato parecido al de un programa de concursos- a siete aspirantes a desbancarlo a como diera lugar.

Los candidatos a la volátil corona incluían a la congresista de Minnesota Michele Bachmann (que, entre otras cosas, ha acusado al presidente Obama de tener ideas antiestadounidenses y cree que la homosexualidad puede ser curada); el congresista de Texas Ron Paul (un libertario que quiere eliminar la Reserva Federal); el ex senador de Pennsylvania Rick Santorum (que relacionó los abusos sexuales de sacerdotes de Boston al "liberalismo" de esa ciudad);  y Herman Cain, ex gerente de una cadena de pizzas (que propone un sistema de pensiones privado como el que "funcionó en el pequeño país de Chilé").

Así las cosas, la noche se concentró en los golpes al rey Perry, a pesar de que muchos todavía no tienen claro dónde ubicarlo en el espectro conservador: como la mayoría de sus rivales, este cristiano de 61 años no cree en el cambio climático ni en la Teoría de la Evolución; pero también tiene posturas poco tradicionales, como defender darle a los inmigrantes ilegales el mismo arancel universitario que reciben los ciudadanos texanos.

El que más esfuerzo hizo por desbancar a Perry en esta vuelta fue el rey inmediatamente anterior, el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney (único candidato mormón, que a pesar de tener algunas posturas moderadas, ha dicho que le gustaría "duplicar el tamaño de [la cárcel de] Guantánamo").  En uno de sus golpes más efectivos, Romney cuestionó los logros de Perry en la creación de empleos en Texas (40% de todos los nuevos empleos del país desde 2009), aludiendo a las especiales condiciones del estado sureño (reservas de petróleo, inexistencia del impuesto estatal a los ingresos).

"Partir jugando con cuatro ases no te hace necesariamente un buen jugador de póquer", dijo Romney sonriendo.

Poco después de ese derechazo, el juego llegó a su fin sin un claro ganador. Entre ahora y el 6 de febrero, cuando el juego comience en serio con los caucuses de Iowa, estos amigos volverán a pegarse y rotarse la corona más veces de las que podemos contar. Y es muy probable que en estos cinco meses aparezcan otros candidatos (Sarah Palin, Rudolph Giuliani o algún desconocido), que vengan a hacer el juego más complicado y (esperamos) divertido.

Porque para mantenerse arriba hasta entonces y llegar a jugar con Barack Obama a fines del próximo año no sólo hay que ser buen candidato. Hay que ser extremadamente resistente.

Relacionados