Por Rodrigo Guendelman Junio 16, 2011

Detrás de los chips, el software y el hardware hay algo mucho más interesante: la manera en que las personas nos relacionamos con la tecnología. Para acercarse a ese ambicioso campo de estudio, la australiana Genevieve Bell lidera un equipo de investigación y desarrollo en Intel que incluye a científicos sociales, ingenieros, diseñadores industriales, arquitectos, antropólogos, sociólogos y, también, a profesionales que no tienen traducción al español como interaction designers y human factors engineers. Sus investigaciones le permiten entender, por ejemplo, cuándo la tecnología tiene un verdadero impacto social. "Si ésta logra cambiar la noción del tiempo o del espacio, como por ejemplo ha sucedido con la electricidad, que cambió la noche por día; o si cambia la relación entre las personas, como la televisión que sentó a toda la familia a una determinada hora para ver las noticias; o internet, que cambió la distancia entre las personas al poder conectarse con alguien al otro lado del mundo en tiempo real, entonces sabes que ha habido un impacto grande", dijo la semana pasada en el marco del encuentro Intel Research 2011.

Un shock que, según algunos, podría llevarnos a depender tanto de la tecnología que nos convirtiera en seres poco pensantes. No para ella. "Creo que la estupidez viene de mucho antes que la tecnología y seguirá después de que ésta se acabe. Mucho más interesante me parece la discusión acerca de que las miles de aplicaciones y downloads que existen hoy en día tienen como promesa implícita que nunca más estarás aburrido. He estado investigando el asunto y preguntándome qué es esto de no aburrirse. He leído a filósofos alemanes, Heidegger de hecho, y él dice que el aburrimiento es una actividad fundamental en el ser humano.  Una resonancia magnética te demuestra que cuando estás aburrido tu cerebro integra diversos contenidos que de otra manera no haría. Eso nos ha llevado también a estudiar cómo se relaciona la gente con la tecnología cuando está de vacaciones. Y lo que hemos descubierto es que las personas usan ese tiempo para revaluar su relación con la tecnología. Es el momento en que dicen no voy a meterme a internet,  o no voy  a contestar mi celular. Y eso los lleva a tomarse vacaciones en lugares donde no llega la tecnología, porque les es más fácil que apagar sus aparatos".

En eso,  hombres y mujeres se parecen. Pero la similitud se detiene ahí, especialmente respecto del uso que cada género le da a la tecnología.  Bell lo explica de manera brillante. "Si miras lo que ha pasado en los últimos sesenta años, las mujeres son las que hacen el trabajo doméstico y eso no ha cambiado. Hoy hacen lo mismo, pero además trabajan, se ocupan de la familia, organizan las actividades sociales. Eso las ha convertido en "consumidoras tempranas" de tecnologías que les permitan cambiar rápidamente de actividad o hacer varias de ellas al mismo tiempo. En Inglaterra y EE.UU. las mujeres son  grandes consumidoras de videos online, televisión online, libros electrónicos y casual gaming (se refiere a quienes no son fanáticos o "gamers"). A la mujer le interesa la tecnología que funciona a la primera, que funciona cada vez que la requiere y que se puede usar apenas sacan el producto de la caja, porque no tienen  tiempo de leer instrucciones. Además, no quiere otro producto más que echar en la cartera, tiene que ser algo que reemplace o que sea parte de una cosa que ya posee".

Parte de estas reflexiones estarán incluidas en Divining the digital future, libro que Genevieve Bell está a punto de lanzar y que debiera estar pronto en nuestra biblioteca. O en nuestro Kindle.

Relacionados