Por Qué Pasa Junio 30, 2016

Cuando Francisco Silva tomó el balón y pateó el decisivo quinto penal en la final de la Copa América Centenario contra Argentina, no sólo los jugadores celebraron. En las tribunas, los directivos de la ANFP se abrazaban luego de vivir un proceso que partió con cuestionamientos y terminó en la gloria. Como en todos los partidos oficiales, los asientos fueron designados según el protocolo FIFA. Así, los mejores puestos estaban ocupados por el presidente de la Federación Internacional de Fútbol, los mandamases de la Conmebol y Concacaf y Arturo Salah, como presidente de la ANFP. Los demás dirigentes nacionales estaban sentados un poco más arriba, junto a los embajadores de Chile en Estados Unidos, Juan Gabriel Valdés, y a su par argentino, Martín Lousteau. Cerca del grupo, compuesto entre otros por Aldo Corradossi, Hugo Muñoz y Andrés Fazio, estaban el padre, un hermano y un primo del llamado a ser el astro de la noche: Lionel Messi. Según cuenta uno de los presentes, los familiares del mejor del mundo provocaron constantemente a los dirigentes nacionales, gritándoles que la selección chilena hacía tiempo y que lo único que quería era llegar a los penales. De hecho, según cuenta la misma fuente, en el penal que perdió Arturo Vidal, los Messi les celebraron en la cara a los chilenos, que no reaccionaron a las provocaciones.
Luego, la fiesta. Los dirigentes y el embajador bajaron a saludar al camarín a los bicampeones, y luego partieron todos a una cena en el hotel, donde Marcelo Díaz dio un emotivo discurso en representación de los jugadores, quienes, luego de la comida, se juntaron con sus amigos y familiares.

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