Por Enrique Mujica, Director Noviembre 14, 2009

En los primeros meses de este año, Marco Enríquez-Ominami cavilaba entre embarcarse y no embarcarse; si optar por una senaduría o ser candidato presidencial. Ciertos consejeros, la mayoría con cara de suspicacia, le auguraban 4%. O 7% a lo sumo. Frei le ofrecía un cargo cultural y poco relevante en su comando. Escalona lo llamaba Marquito. ME-O no existía.

La historia campañera de Eduardo Frei no es muy distinta: también se metió por los palos. Hagamos memoria: en abril del 2008 no superaba los dos puntos en la mayoría de los sondeos; en enero del 2009, en la encuesta CEP, ya marcaba 31%. Desde noviembre del 2008 hasta principios del 2009, en 60 días, sepultó las aspiraciones de Soledad Alvear, José Miguel Insulza y Ricardo Lagos, los tres candidatos del oficialismo. Mientras ellos cavilaban con sus almohadas, el senador DC sumaba en silencio.

Sebastián Piñera, en la elección presidencial pasada, ya había marcado el precedente: en una operación fugaz y dramática desafió el liderazgo único de Lavín. Y le ganó. Todos auguraban que el empresario no soportaría el desgaste típico del "candidato permanente". Sigue primero en los sondeos.

El propio Jorge Arrate venció el mal del 1% de los candidatos chicos. Para valorar que esté ahí, hay que pensar en los que sucumbieron en el camino: Adolfo Zaldívar y Alejandro Navarro. ¿Alguien habría apostado por Arrate en vez de por ellos dos?

El "origen presidencial" de los cuatro que estarán en la papeleta en 30 días más es muy ad hoc con la incertidumbre que rodea al resultado. En todo caso, qué sana es la competencia política. No tener claro quién ganará, más que angustiar, anima y remueve.

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