Por quepasa_admin Noviembre 7, 2009

Una manta mapuche ocupa un lugar destacadísimo en el living de Ruperto Vargas Díaz (81), abogado, antropólogo y coleccionista. Esa manta perteneció a Ricardo Claro, su amigo de toda la vida, y la viuda del empresario, María Luisa Vial, se la regaló después de su muerte, ocurrida hace un año. "Ricardo y yo descendemos de Paula Jaraquemada", asegura Vargas, mientras recuerda que "yo lo metí en el baile", al referirse a la faceta de coleccionista de Claro. Primero, el empresario se interesó en piezas mapuches, y "al comienzo no se dio cuenta de que iba a tener un museo. Iba a los remates, compraba colecciones de platería y cerámica. Yo siempre lo ayudé. Le decía esto es auténtico, esto es copia", asegura Vargas, pionero en el estudio de la cultura Rapa Nui, donde vivió durante un año en la década del 50.

Claro incluso tuvo que instalar un container en el patio de su casa para guardar todas sus colecciones. De repente se vio con tantas cosas, dice Vargas, que la idea de abrir un museo con este material tomó fuerza. Primero el plan era emplazarlo en Villarrica, pero finalmente se decidió construirlo en la Viña Santa Rita. El amigo antropólogo lo acompañó durante toda la puesta en marcha del Museo Andino, que hoy exhibe más de 1.800 piezas de arte precolombino. Era tal la obsesión de Claro con su proyecto, relata Vargas, que durante varios fines de semana se quedaron a alojar en la viña para coordinar todos los detalles de la apertura del recinto, en 2005. Ruperto Vargas aún recuerda con emoción una frase que le dijo Claro antes de morir: "La mayor satisfacción de mi vida es el museo".

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