Por Enrique Mujica, Director Septiembre 5, 2009

Desde acá el sur está lejos. Acá es Santiago. Y también los principales medios de comunicación, La Moneda, los partidos políticos, las grandes empresas. Que el sur está lejos puede ser una perogrullada, pero a estas alturas la distancia se ha convertido en un grave problema de perspectiva. Un parlamentario comentaba: "Haga una prueba y vea cuántos diputados y senadores han leído los tomos del informe Aylwin sobre pueblos indígenas. Le aseguro que son muy pocos". En el centro de las decisiones del país cuesta entender el conflicto mapuche. Uno: escasa dimensión del problema. Dos: ignorancia y poca información. Tres: desidia. Cuatro: una cómoda lejanía física. Aquilatarlo sería la primera gran certeza que la sociedad chilena debería buscar con urgencia. De qué estamos hablando. En simple: existen lugares en el sur donde la gente se despierta con rifle, donde hay carabineros de punto fijo controlando reyertas diarias -imagine esto al lado de su casa-, vecinos de toda la vida que hoy se observan a través de la mira de la escopeta, lenguajes distintos, reivindicaciones que provocarían urticaria si fuesen hechas cerca del peaje de Angostura. Hay chilenos que no se sienten chilenos, despojados, dispuestos a dar una batalla larga, cada vez más si no son escuchados. Vuelan los helicópteros sobre la zona y unos y otros se acusan mutuamente de saqueos históricos.

¿No es normal, no?

De eso habla nuestro reportaje de portada. Es la historia de la anormalidad que transcurre frente a este Chile desinformado. Contada desde el corazón del conflicto. Y a través de personas, no de cifras.

Bienvenidos al sur.

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