Por Estela López García // Fotos: José Miguel Méndez Abril 20, 2018

Es la noche del domingo 15 de abril, y el empresario Rodrigo Abumohor gesticula de pie frente a un espejo. Ya es la quinta vez que ensaya la exposición que dará al día siguiente en la Cámara de Diputados. Está ansioso, es la primera vez que va al Congreso y quiere marcar la diferencia del resto de las presentaciones que escucharán los parlamentarios, en medio de la discusión para mejorar las condiciones de las pequeñas y medianas empresas (pymes).

Ese lunes Abumohor, de 48 años, se levanta más temprano de lo habitual, quiere seguir ensayando, repasar los conceptos, estar preparado para la cita en la que representará a la Sofofa. Hace más de cuatro años que es consejero, pero nunca le había tocado hacer algo así.

Delante de los parlamentarios y antes de exponer, a eso de las 11 de la mañana, se toma unos minutos y les cuenta —a quienes quizás lo conocen como el gerente general del family office de su padre Ricardo Abumohor y vicepresidente de SN Holding, que maneja marcas como Esprit y Arrow— que también es profesor (en la Escuela de Administración de la Universidad Católica) y que desde ahí les viene a hablar de lo que hoy se ha vuelto una especie de obsesión: el llamado a los empresarios a involucrarse con las personas.

En esta entrevista, Abumohor repetirá al menos una decena de veces las palabras conexión, oportunidades y equidad. Y aunque no se reconoce bicho raro, alza la voz para restregar realidades que a ratos incomodan a sus pares.

—En el contacto con las generaciones más jóvenes en la universidad, ¿cuál es la necesidad que se repite?

—Las generaciones actuales tienen varias inquietudes con respecto a su futuro, a su desarrollo personal, a formar familia, al arraigo con su propio país, y los siento con bastantes carencias. Son energías diferentes a las que había 20 años atrás y como sociedad tenemos que saber canalizarlas. Si las canalizamos bien, vamos a construir un mundo mejor, pero si lo hacemos mal, podemos destruir.

"Cuando el mundo avanza a una velocidad tan alta, la cantidad de errores es mayor y la sociedad se ha enfrentado a todo su sistema valórico, y ese sistema se ha venido abajo. El punto hoy es cómo volvemos a creer"

—¿Y quiénes tienen que dar esas respuestas?

—La familia, las universidades, las organizaciones, la gente que tiene más experiencia. Se ha perdido la conexión personal y, por lo tanto, hay inquietudes a las cuales no se les da respuesta. Necesitamos comunicarnos desde lo humano, como lo hacíamos antes de que existiera tanta tecnología, es la única forma de volver a generar credibilidad. Hoy cada uno está inserto donde se siente más cómodo: tienes grupos de WhatsApp para ciertos tipos de temas, optimizas la forma cómo lees las noticias y el resto, lo que no te interesa, lo dejas de lado. Así construimos una sociedad tremendamente individualista.

—Pero antes de que existiera la tecnología, ¿el empresariado se conectaba con tiempo más que económicamente?

—El mundo creció enormemente en riqueza ayudado por la tecnología. Antes era difícil que una compañía chilena pudiera ir al extranjero. La globalización ha interconectado al mundo. Por lo tanto, los tiempos son menores porque hay un mundo que abordar. Hoy todo es corporativo y sistemas de incentivos, se ha perdido la humanidad, la mirada al medioambiente.

—¿Esto afecta negativamente al empresariado o al país?

—Las organizaciones que han crecido de manera importante han cometido errores. Muchos de ellos han sido valóricos y la gente ha dejado de creer. La gente no cree en los empresarios ni en los políticos, ni en la Iglesia, ni en Carabineros. No cree en nada.

—Pero hay hechos que ayudan a no creer: la crisis en Carabineros es por un desfalco millonario, la poca credibilidad en los empresarios es por casos de colusión o corrupción, lo mismo en la política.

—Efectivamente. Cuando el mundo avanza a una velocidad tan alta, la cantidad de errores es mucho mayor y la sociedad se ha enfrentado a todo su sistema valórico, y ese sistema se ha venido abajo. El punto hoy es cómo volvemos a creer.

—¿Y cómo se logra eso?

—Mirándose a los ojos, saliendo del corporativismo. En los gremios hay personas como Alfonso Swett o Bernardo Larraín que vienen con miradas frescas. El recurso más valioso que tenemos es el tiempo y la conexión se tiene que producir a través de eso, no sólo a través del aporte económico.

—¿Menos cheques, más tiempo?

—Más cheques y más tiempo. Necesitamos que la redistribución de la riqueza se haga mejor y crecer más. No se puede comprar la credibilidad, no necesito hacer un cheque, existen los hechos que hacen que creas. Por ejemplo, hay buenos alumnos que entran a la universidad a través del programa Talento e Inclusión, les he hecho clases y tienen capacidad, pero necesitan una mano y hay que dársela. A quienes entraron por esta vía las empresas deberían darles una oportunidad. Para hacer eficiente la toma de decisiones, el mercado dice “anda y contrata al mejor”, mi postura es que consideremos primero a los de Talento e Inclusión. En el mundo gremial ha pasado que nos quedamos en los escritorios y hay que salir a la calle, los que más pueden tienen que ayudar a los que menos pueden, porque ellos están esperando.

—¿Cómo lo haces?

—Lo he hecho acá y ahora voy a buscar una persona de Talento e Inclusión para que me ayude en el family office. Si tienes 10 puestos para contratar, toma a cinco de estos programas, ayúdalos a llegar arriba y ahí vamos a hacer una diferencia profunda, ahí hay un camino. También que los sistemas de incentivos de ejecutivos contemplen un mejor trato a los proveedores.

—Como hacia las pymes.

—La gente está indignada no por un tema de corrupción, porque esta ha existido toda la vida. Como dice mi padre “el ser humano ha sido pecador desde que nació”. La gente está frustrada porque en este modelo al que no tiene le es muy difícil obtener algo frente a alguien muy grande. Tratemos de ayudar a esos proveedores, dediquemos tiempo a mirar su modelo de negocio.

 

***

 

—¿Esta cultura empresarial te la inculcó tu padre, Ricardo Abumohor?

—Nosotros siempre hemos tenido una forma de hacer las cosas. Viene de una estructura valórica y de una inquietud profesional. También del aprendizaje de modelos de libre mercado que están migrando hacia modelos más sustentables. La mirada netamente economicista no nos va a llevar a ninguna parte. La gente tiene que involucrarse.

—¿Desde una posición más privilegiada tener un rol?

—El que ha tenido la suerte o la capacidad de estar mejor tiene la obligación para con su par que no lo está.

—¿Es contraproducente que mientras hablamos de que el que está mejor ayude al que no lo está, se empujen políticas para bajar impuestos a las grandes empresas?

—En este tipo de temas hay gente preparada para dar los pros y los contras y van a llegar a las conclusiones que corresponden. Necesitamos que el país progrese.

—¿Progreso igual crecimiento?

—Necesitamos que el país crezca, pero que crezca con oportunidades para todos y con mayor equidad. El mercado opera bien para crear, pero ha operado mal para distribuir y es ahí donde hay una problemática, que el mercado no la ha resuelto y no la va a resolver. En el mercado hay ganadores y perdedores, pero la sociedad ya no aguanta que el perdedor tenga que reinventarse. La sociedad necesita ayuda para la reinvención.

"Necesitamos salir a dar algo de nuestro tiempo. En el mundo empresarial debiera haber más conexión del empresariado grande con el pequeño, con el mundo social, con el medioambiente, con los partidos políticos."

—¿A qué te refieres con que ya no aguanta?

—La gente está frustrada porque no quiere avanzar un milímetro, quiere avanzar un metro, y para eso necesita de ayuda para crear. Cuando son pymes, pelean por pagar los sueldos a fin de mes y los empresarios los vamos a ayudar a que los plazos de pago se acorten. Pero eso es sólo darles oxígeno.

—¿Cuando dices que el mercado ha operado mal en la distribución te refieres también a las brechas que existen?

—Debe haber un piso mínimo y eso hoy está muy abajo. Tenemos que crecer con equidad y prefiero crecer un poco menos, pero todos juntos. Chile llegó a un punto en su ingreso per cápita en que no puede sólo preocuparse de crecer y que dé lo mismo quién creció y quién no. Es imposible construir sociedad solamente de lo economicista, se necesita que todos sumen.

 

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—¿La Sofofa se hace cargo de estas necesidades?

—Tenemos varios ejes. Estamos conversando para ver cómo la gente de Sofofa puede aportar su tiempo personal para conectar a la empresa con la sociedad.

—¿Por ejemplo?

—Sería una buena idea que para ser consejero se tuvieran que dar 10 charlas empresariales en colegios públicos, en sociedades vecinales, en universidades.

—¿Por qué no se ha hecho?

—Hoy estamos en un reordenamiento para conducir el país hacia un futuro mejor. Todos necesitamos dar algo de nuestro tiempo. En el mundo empresarial debiera haber más conexión del empresariado grande con el pequeño, con el mundo social, con el medioambiente, con los partidos políticos.

—Quizás el resquemor de salir a la calle es encontrarse con gente que no está de acuerdo con ellos.

—Y está perfecto. Ahí vamos a construir credibilidad a través del respeto, un gran valor que se ha perdido.

—Eso hoy no se ve mucho.

—Falta, porque lo estamos tratando de resolver desde las organizaciones, y en las organizaciones uno se encuentra a los pares. Hoy el gobierno llamó a distintos sectores políticos a conversar de temas, hay visiones diferentes que se van a encontrar. Todos tenemos que hacer lo mismo.

—Hoy en Sofofa se habla de salir a la calle y entrar al debate. ¿Extrañas un cambio de fondo?

—Es un cambio de fondo que necesita una ejecución más capilar. Estoy empujando que no sólo debe ser en los gremios, sino que estos deben coordinar para que todas las personas se hagan parte, porque no alcanza con 3xi ni con 10 personas. No llego de esa manera a quien se levanta a trabajar, al que perdió la pega, al que quiere ser empresario.

—¿Has preguntado a tus alumnos si conocen la Sofofa?

—Sí, hay mucha distancia. Pero no puede ser de otra manera, si no hay credibilidad en nadie, no hay cercanía.

—Y eso que estamos hablando de futuros profesionales que van a relacionarse con la empresa…

—Son los empresarios del mañana y no tienen una conexión. Hay un trabajo muy de fondo que hacer.

—¿Qué le falta hoy al gremio?

—Estamos en un buen camino, obteniendo información y trabajando para poder desplegar esas ideas hacia las personas. Puede que haya gente que esté en desacuerdo con mi planteamiento y sostenga que la Sofofa es un gremio y tiene que aportar sólo desde ahí. En mi visión, Sofofa debería conectarse con la sociedad. Cómo lo vamos a hacer es un tema que hay que trabajar.

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