Por Estela López G. y M. Eugenia Fernández // Fotos: Cristóbal Olivares Julio 21, 2017

Sube las escaleras del edificio de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) rápidamente. Su agenda es agitada y parece empalmar bien con su personalidad ansiosa y acelerada.

Es miércoles y el día de Bárbara Figueroa partió, como es su rutina, dejando a su hijo de 10 años en el colegio. Antes del mediodía cruza Santiago para una reunión en Quilicura con 200 trabajadores y, más tarde, sigue con su agenda en el histórico edificio de Alameda 1346. En algún momento del día también deberá sentarse con su equipo a preparar el encuentro de este jueves con los candidatos presidenciales Alejandro Guillier y Carolina Goic, como parte de las rondas que calendarizó la CUT con quienes aspiran a llegar a La Moneda.

En abril pasado, la militante PC fue reelecta a la cabeza de la multisindical, en una elección que fue acusada de irregular por parte de sus detractores. Como consecuencia, el histórico dirigente Arturo Martínez decidió marginarse de la directiva, mientras el Colegio de Profesores, la Confusam y la Federación de Trabajadores del Cobre congelaron su participación. Figueroa dice que han sido meses difíciles.

—Particularmente el último año, la CUT fue cuestionada por la forma en que se acordó aplazar la elección universal para 2020. ¿Cuánta legitimidad se perdió?

—Vivimos un proceso doloroso, pero con una particularidad: que lo vivimos de cara a la ciudadanía. Cuando hablamos de una crisis en la democracia, hay lujos que no te puedes permitir. Uno de esos es avanzar en elecciones irregulares. No podemos exigir legitimidad de las instituciones y estándares éticos, y nosotros no cumplirlos. Es evidente que tuvo un costo, pero creo que no tanto como algunos trataron de construir, porque aquí no hay un problema de negocio, de cohecho. Aquí lo que vimos fue un abuso de prácticas que decantó en un proceso electoral que fue irregular.

—Tras este episodio, el Colegio de Profesores, la Confusam y la Federación de Trabajadores del Cobre congelaron su participación en la CUT. El 1 de mayo marcharon separadamente. ¿Se debilitó el movimiento sindical?

—No, es parte del debate respecto de cómo jugamos un rol más activo. Habrá diferencias con algunas organizaciones que si bien no es lo esperable, son parte del proceso. Ahora, ahí marco un punto de diferencia: hay que ser bien cuidadosos con cuánto de esto tiene que ver con debates sindicales, y cuánto con posiciones políticas. Esperaría que parte de las definiciones de algunas organizaciones no estén cruzadas por este fino límite. Si es así, el daño es mucho mayor porque estamos interviniendo, desde las corrientes políticas, el quehacer de nuestras organizaciones con intereses que escapan al debate sindical.

—A principios de año, Arturo Martínez la conminó a dar un paso al costado ante las irregularidades en la elección. ¿Por qué no lo hizo?

—La actitud de Arturo da cuenta de que él no lo entendía en la dimensión de nosotros, no entendía el desafío que teníamos dentro del sindicalismo. Pero uno no puede pretender hacerse a un lado de un proceso en que uno ha sido dirigente y aquí gran parte de las irregularidades que se vivieron fueron producto del rol que jugó Arturo Martínez. Para mí, era impresentable dar un paso al costado. Podría haberlo hecho, pero uno tiene que ser responsable de lo bueno y de lo malo.

—¿Cuánto influye el que haya emergido el Frente Amplio como una fuerza política en el mundo sindical?

—No sé si influye. Es bueno que en el país exista diversidad de posiciones, de voces. Eso no es dañino.

—¿Le salió competencia al PC?

—Creo que no es competencia. Tengo la impresión de que la apuesta del Frente Amplio es mucho más amplia que sólo representarse con el mundo de la izquierda. Uno escucha que ellos están en la lógica de la construcción y el rescate del sentido común y, en ese marco, no hay un nicho específico al que se están dirigiendo. Ahora, en un debate de esas características, uno esperaría que se puedan marcar los puntos de coincidencia.

 

“Nos faltó fuerza para hacer más presión”

—Quedan los últimos meses de gobierno, ¿cómo ve la agenda legislativa de estos meses?

—Es una agenda compleja porque hay proyectos icono cuyo debate está en curso. La agenda de temas laborales sigue permanentemente en discusión, como la reducción de la jornada laboral. Sin embargo, el problema principal es que es difícil que nuevas iniciativas se pongan en el tapete.

"Esta no es la misma derecha que gobernó hace cuatro años (...) es una derecha mucho más agresiva"

—Respecto de lo logrado en este gobierno, ¿está satisfecha o queda con gusto a poco?

—Para estar plenamente satisfechos no podemos depender de un gobierno. En materia de derechos, lo que logramos avanzar es producto de nuestro esfuerzo. No podemos pretender que sea sólo la voluntad de un externo. El desafío es cómo logramos que la agenda empalme bien con los gobiernos de turno y se logre avanzar lo más posible. Nosotros logramos avanzar lo que tuvimos la fuerza de avanzar.

—¿Faltó fuerza? ¿De quién?

—Tengo la impresión de que faltó fuerza nuestra para hacer más presión. Eso tenemos que mirarlo. Y también hubo una evidente tensión en el propio Ejecutivo con las dos almas con las que se convive. Eso podríamos haberlo resuelto con más fuerza, pero deberíamos haber estado todos empujando para el mismo lado y aquí hubo sectores que no estuvieron a disposición.

—¿Existió algún costo de que el PC estuviera con un pie en La Moneda y otro en la calle?

—Creo que no. No me corresponde hacer la vocería del partido. Pero tengo la impresión de que si uno mira respecto de lo avanzado, sería raro hablar de costos. Estamos entregando a Chile más y mejores instrumentos democráticos, con más y mejores políticas para avanzar en equidad. Si se lo mira así, se puede decir que ha habido más de dulce que de agraz.

 

“Voy a votar por Guillier”

—En la campaña presidencial que comienza, que se prevé dura, ¿cuál es la agenda de la CUT?

—Compartimos que el clima en que se está dando el debate presidencial es poco favorable al debate de ideas, y entendemos que, como actor social, nuestra responsabilidad es tratar de poner el foco en el debate trascendental. La ronda de conversación con los candidatos es una manera de incidir en el debate público nacional e incorporar temas de la agenda laboral. Aquí se está jugando seguir profundizando cambios o, por el contrario, como lo ha señalado el candidato de la derecha, retroceder respecto a lo avanzado.

—En esa ronda de reuniones, ¿se van a juntar con Piñera o lo dejaron fuera por definición?

—En esta etapa nuestra apuesta fue con el mundo progresista. No nos gusta este debate que se ha tratado de instalar respecto de la autonomía del movimiento sindical de la política, porque entendemos que es legítimo que el movimiento tenga una posición. No nos da lo mismo lo que ocurra con los trabajadores, dependiendo del Gobierno que llegue. Sebastián Piñera dijo en su gobierno y ahora que no se iba a entender con las centrales sindicales. Ellos no creen en el valor de la organización sindical y han dicho en infinitas oportunidades que existen tres reformas que hay que borrar. No está de acuerdo en que se avance en gratuidad. En la tributaria quiere quitarles peso de tributación a sus amigos empresarios, y en la laboral, quiere despotenciar nuestro rol. En esta etapa, no hay ninguna posibilidad de que hagamos puente. Pero no podemos descartar que en otros eventos, como seminarios, escuchemos la voz de todos los actores.

"No nos gusta este debate que se ha tratado de instalar respecto de la autonomía del movimiento sindical de la política, porque entendemos que es legítimo que el movimiento tenga una posición"

—En la agenda que comentaba al principio, ¿la Nueva Mayoría es una aliada o un obstáculo?

—Ni aliada ni obstáculo. Esperamos que estas temáticas las aborden y recojan, que se entienda que profundizar el camino que se ha inaugurado con este gobierno pasa también por darle relevancia al mundo del trabajo. Es evidente que el cuadro de dispersión de la Nueva Mayoría probablemente complejiza cómo enfrentar el debate laboral.

—Los más seguros candidatos son Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez. ¿Por quién vota?

—Voy a votar por Alejandro Guillier, por el candidato de la Nueva Mayoría. Soy una comprometida con las políticas que ha desarrollado este gobierno. Los partidos estamos trabajando para que se junten las firmas. No se le está tomando el peso al riesgo de que en Chile la derecha vuelva al gobierno. Ni el peso específico de que esta no es la misma derecha que gobernó hace cuatro años.

—¿Qué diferencias hay con esa derecha?

—Es una derecha mucho más agresiva, que ha dicho abiertamente que va a retroceder en los avances que se han logrado en estos cuatro años. No estamos hablando de un candidato que se trate de vestir de progre, sino de un candidato que está claramente identificado con los intereses del mundo empresarial, y eso es legítimo. Es sano que Sebastián Piñera se posicione desde la defensa de los intereses del capital. Las señales que se han dado debieran tenernos tremendamente preocupados y activos a todo el mundo de izquierda, actuando con decisión para impedir que ese proyecto de retroceso se instale en La Moneda.

—En 2013, en entrevista con Qué Pasa, señalaste que la agitación social pesaría mucho en los programas de gobierno. ¿Qué pasará ahora?

— Probablemente también, pero con características distintas. La movilización social no siempre tiene el rostro de la acción callejera. Es quizás la más nítida y la que marca de manera más decidida las agendas, pero acción movilizadora también es el ejercicio que estamos haciendo de presionar a los candidatos para que nuestros temas estén.

 

“Hay una derecha más agresiva”

—Varios analistas plantean que el próximo va a ser un gobierno revuelto. ¿Cómo avizora un eventual gobierno de Piñera?

—El desafío que estamos enfrentando es bien importante. Hay una derecha más agresiva, no en el sentido de violenta, sino que respecto de sus posiciones políticas. Es una convicción muy fuerte de defender los intereses de quienes representan, que es el mundo del capital y empresarial. Tengo la impresión de que en un gobierno de derecha vamos a vivir un escenario muy complejo. Probablemente será un gobierno que va a evitar cometer los errores del pasado y tratará de proyectarse a ocho años o más. En ese marco, va a ser un periodo complejo, difícil y creo que para el mundo sindical la señal ha sido clara.

—¿Se repetirá el escenario de 2011, de grandes movilizaciones?

—Uno no puede ser pitonisa, hay que ir viviendo los momentos y ahí se verá cuál va a ser el accionar. Pero si aquí hay materias en las que se busca retroceder, va a haber respuesta.

—Uno de los puntos que se han planteado en lo que conocemos de programa es echar para atrás algunos elementos de la reforma laboral. ¿Cómo ve, en ese sentido, la discusión que ha habido sobre los “servicios mínimos” que se ha dado en la banca?

—Hemos tenido todo tipo de experiencias. Hemos vivido procesos de negociación más chicos y uno ve que los escenarios no son tan terribles cómo se preveía en algún momento. Ahora, de llegar Piñera al gobierno, uno asume que se buscará reponer el reemplazo en huelga y los grupos negociadores, por algo la oposición llevó estas y otras materias al Tribunal Constitucional. Todo lo que la derecha hizo para detener la reforma laboral, siendo oposición, es lo que van a buscar desmantelar siendo gobierno.

A priori, ¿está por negarse a llegar a algún acuerdo con ese gobierno, si Piñera gana?

—Nosotros tenemos una posición, no nos da lo mismo quién gobierne. Pero una vez electos los gobiernos evidentemente tenemos que entendernos. Pero eso tiene que ver con las disposiciones que los gobiernos expresen para poder avanzar.

—¿Cuán desarmable es la reforma laboral? Hay quienes plantean que se puede “podar” o cambiar vía decreto.

—No me he puesto en ese escenario. No hemos profundizado en cómo va a actuar la derecha. Pero cuando tienes una ley no es tan sencillo hacerle modificaciones.

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