Por Por Estela López García // Fotos: Marcelo Segura Junio 30, 2017

Un día Rosario Navarro se puso la banda presidencial. Sí. Fue el 11 de diciembre de 2005 , cuando salió a la calle enfundada en esa cinta tricolor para celebrar el triunfo de la candidata Michelle Bachelet. Estaba feliz: por primera vez una mujer presidía su país. “Era una bacheletista máxima”, cuenta la vicepresidenta del directorio de Sonda y nueva consejera de la Sofofa. Hoy dice que la pasión política se ha ido enfriando, de a poco. Esto debido a los distintos cargos que ocupa, donde tiene que entenderse con el gobierno de turno, aunque encantándose con una visión de Estado que la aleja de lo cotidiano.

La educación y la innovación son los motores que movilizan a esta mujer de 42 años, licenciada en Estética de la UC y madre de cuatro hijos. Su tiempo lo distribuye en Fundación Chile, donde es Directora de Tics y educación, en el directorio de los colegios Dunalastair, y en Sonda, empresa fundada por su padre, Andrés Navarro. A la mayor de siete hermanos Navarro Betteley, le tocó ocupar el asiento que dejó vacío su padre en 2013 y aunque asumió en uno de los episodios más duros que ha vivido, cuando recién asimilaba la pérdida de su madre, Ito —como le dicen sus cercanos—, asegura que era algo que en ese minuto debía hacer.

“En Chile el club de los empresarios de cierta manera se blindó entre ellos”.

Durante la entrevista, en más de una oportunidad pregunta si han leído los libros a los que ella acude para describir distintos momentos de su vida. Lee de a dos libros, acaba de terminar Y tú no regresaste, de Marceline Loridan-Ivens y A propósito de las mujeres, de Natalia Ginzburg. Confiesa que su marido, el escritor Sergio Coddou, tiene todo el tiempo libros a su disposición.

Asegura que no es miedosa, pero que no anda en bicicleta. Le da miedo caerse y sobre todo prefiere no estresar más su vida de lo que ya es. “Elijo muy bien las cosas que puedo hacer”. Tiene un invernadero y una que otra vez saca patillas de la calle para cultivarlas en su casa. Esta es Rosario Navarro, una empresaria enfática que no duda en defender con ímpetu las reformas impulsadas por Bachelet en su actual gobierno.

—Hoy, en un clima electoral, los distintos candidatos a La Moneda se posicionan ante las reformas impulsadas por la presidenta Bachelet. ¿Dónde te planteas en la reforma educacional?

—Creo que la reforma tiene un sentido: sacó del discurso el tema del lucro. Si no resolvíamos ese tema no íbamos a poder avanzar en otras reformas más profundas. Hablar de gratuidad en la educación superior es un tema importante pero también tenemos que preocuparnos de los más chicos. Chile tiene una cobertura súper buena, comparado con países de Latinoamérica. Ahora el desafío es hablar de calidad. El nuevo currículum de tercero y cuarto medio plantea una oportunidad enorme, que es estar más orientados a proyectos y a niños que se sientan desafiados por querer aprender. Las reformas estructurales tenían que ocurrir, porque sin ellas iba a ser muy difícil situarnos en una educación distinta.

—¿Crees que la reforma se ha ejecutado en la línea correcta?

—Se ha ejecutado en la medida en que se ha podido. En los gobiernos de cuatro años es difícil lograr grandes cambios. La educación la construimos todos. No es sólo responsabilidad de un gobierno. La sociedad entera tiene que empujar los cambios más profundos. Hoy la instalación de las políticas ha permitido que en este gobierno se hable de gratuidad y de inclusión y no de selección. Los procesos en educación se ven a 20 años plazo, no sé qué efectos va a tener esto en el futuro, pero creo que eran temas que había que debatir porque, si esto no estaba resuelto, las capas superiores del andamiaje no iban a estar. Era necesario que ocurrieran estos cambios.

—¿Y dónde estamos al debe?

—En calidad de la educación. Estos eran los andamios que teníamos que poner para hablar de calidad. Colegios más inclusivos, donde no se discrimine: eso es lo básico para hablar de calidad. Queda un montón y si le preguntas a alguien del ministerio te va a decir lo mismo, no es que estén tranquilos. Estarán hasta el último día empujando. Otra cosa es el tema político. A los gobiernos siempre les va a pasar que lo político se va a comer el tema técnico. Da lo mismo en qué gobierno y de qué tendencia. Como país tenemos que construir algo más robusto en los cimientos democráticos. Chile siempre ha sido orgulloso en decir que aquí las instituciones funcionan y tenemos que avanzar a una mirada más de Estado que de gobiernos. Y cómo los estados se construyen con muchos gobiernos distintos. Me encantaría que en un futuro diera lo mismo quién estuviera gobernando, porque en el fondo es un ciclo más de un Estado que estamos construyendo. Un Estado democrático, que tiene una mirada a futuro. Hoy en los debates no veo eso. Quizás es porque estamos en campaña. Al final cuando te toca tocar la guitarra te tienes que hacer cargo de que esto es más allá de tu posición política y tienes que construir país.

—¿Eres afín a un candidato?

—No lo tengo resuelto.

—¿Pero vas a votar en primarias?

—Siempre he votado. Pero no tengo resuelto. En el almuerzo del sábado pasado éramos siete personas y nadie sabía por quién iba a votar. Sólo dos personas tenían candidata resuelta. Se ve que hay un movimiento más joven que es bueno que exista.

—¿Te gusta la política? ¿Viste los debates?

—No los vi. Privilegio mi sueño parece. En algunos gobiernos fui súper activa como defensora.

—Decías que en el primer gobierno de la presidenta fuiste bacheletista máxima. ¿Hoy te definirías así?

—No. A la Bachelet mujer la admiro más que la cresta, pero no soy una persona política. Me pasa que fui más concertacionista, a la Nueva Mayoría todavía no la logro entender entera.

—Tu papá es muy cercano al ex mandatario Sebastián Piñera. ¿Crees que debería ser de nuevo presidente?

—No sé. No lo tengo resuelto. Creo que en los países tenemos los gobiernos que nos merecemos. Al final el voto es lo único que nos hace a todos iguales. A mis niños los obligo, les digo me da lo mismo, anula con cualquier cosa, pero vota.

 

***

 

“Ito, lo pensé y yo no puedo seguir”, recuerda que le dijo su papá cuando le pidió que tomara la posta que él dejaba en Sonda. Fue un momento duro para la familia. Su madre, a la que define como su confidente, amiga y consejera, había muerto hace algunos meses, en 2012, de un melanoma albino. Un cáncer con el que tuvo que luchar por cerca de 12 años, y que Rosario califica de “desgraciado”. El consejo de su mamá cuando iba a entrar a la universidad la llevó a estudiar historia y luego estética. Alejada del mundo empresarial más duro y de las finanzas. Pero esto no fue impedimento para ingresar a Sonda, su papá insistió en que el aporte de ella vendría de otra ala. Rosario cuenta que al principio se demoraba hasta dos días en revisar los balances, por lo que tomó un curso de contabilidad y finanzas. “Dije no puedo ser tan pava y tengo que tener el conocimiento mínimo”.

“Veo un liderazgo femenino más integrador y empático. Veo mujeres que no quieren ser hombres, que desde su rol de liderazgo ejercen su femineidad. Eso me encanta”

—Tus compañeros de directorio coinciden en dos cosas: tienes una agenda de futuro y eres muy inquieta.

—Eso soy. Soy inquieta, no sólo de acelerada. Soy curiosa, me gusta aprender, siempre estoy leyendo y claramente miro hacia adelante, me cuesta mirar hacia atrás.

—Se te ha indicado como la heredera, la nueva líder de la familia. ¿Te sientes así?

—Para nada. Me tocó ser hermana mayor y estar en el lugar que mi papá me pidió. Nunca tracé un camino desde chica.

—¿Sientes que te prepararon para esto?

—No, creo que mi papá en ese sentido nos ha dejado superlibres. Tengo una cercanía con la empresa, es como un hermano que mi papá le dedicó muchos años. La conozco muy bien y sé en el animal en que estoy.

—¿La enfermedad de tu mamá duró muchos años, tuviste que tomar ahí un rol particular?

—Era la copuchenta que hablaba con los doctores. Cuando la metían a pabellón me iba acostada al lado de la camilla y antes de la anestesia me bajaba. Mi mamá tenía un mal pronóstico y que haya vivido todos esos años fue porque era luchadora. Eso ha sido una inspiración para mí. El último año de enfermedad y el primero en que se había muerto son años en que uno está como el libro El año del pensamiento mágico; entra en un estado en que todo es una nube difusa. Nos juntábamos con mi hermana, llorábamos, me secaba las lágrimas, entraba a la casa y la vida seguía. El duelo es algo que en este mundo moderno es poco aceptado. El único lugar donde yo sentía que podía llorar era en la ducha porque si alguien entraba no iban a saber que estaba llorando. Ese año me hizo más fuerte y más empática con el dolor.

—¿Por qué tú y no otro de tus hermanos?

—Creo que influyó que fuera la mayor y que fuera mujer. El papá debe haber visto mi capacidad de mirar hacia adelante.

 

***

 

—¿Qué es para ti este ingreso como consejera?

—Es un regalo. Nunca lo pensé ni proyecté. Me lo propuso mi papá y Bernardo Larraín (presidente de Sofofa). No pensé que fuera así de competitivo. Fue intenso pero entretenido y un tremendo desafío. Me di cuenta del modelo que estaba generando para otras mujeres y de la percepción súper negativa del empresario y empresa y de eso me quiero hacer cargo. Mi yo dentro de Fundación Chile es buena, porque trabaja en educación con los niños más vulnerables, pero soy la misma persona que trabaja en Sonda. Entonces, ¿por qué el hecho de estar vinculada a una empresa te transforma altiro en un monstruo? Es parte de lo que Bernardo propone, hablar desde el lugar de donde se para, admitiendo que viene de una familia empresaria que estuvo metida en temas de colusión, sin evadir temas complicados.

—Has expresado en distintas columnas el clima de desconfianza que existe. ¿Crees que aún es necesario hacer mea culpa?

—Siempre. Mientras más humanos nos veamos los empresarios, más posibilidades de diálogo tenemos. Los empresarios somos personas comunes y corrientes y el país sin empresas no podría surgir ni avanzar. El tema procrecimiento viene por un lado del país, pero también tiene que ver con empresas y empresarios más responsables y que hagan bien su pega.

—Cuando ingresaste de lleno en el mundo empresarial más duro, ¿fuiste testigo del ostracismo del que hoy dicen que hay que salir?

—Tuve la suerte de entrar a Sonda, que está vinculada a la innovación y tecnología, entonces no me tocó ver eso. Trabajo hace 20 años y siempre ha sido en empresas. No llegué a Sonda porque estuve toda mi vida en mi casa con mis niños y me senté en la mesa del directorio. Eso me sitúa en un lugar distinto y en la Sofofa también. Creo que sí, en Chile el club de los empresarios de cierta manera se blindó entre ellos y que la apertura muestra cambios. A Andrónico Luksic hace un año lo odiaban y ahora que está en Twitter lo aman. Algo tiene que ver el humanizar al personaje. Acá siempre en Chile hemos hablado del éxito y eso genera un poco de rabia. De un tipo que se las sabe todas, que es prepotente y que además tiene lucas. Eso genera rechazo y no se habla del fracaso. ¿Cuántos empresarios tuvieron que pasar por cuántos fracasos para llegar donde están? Por lo general los empresarios en Chile tuvieron que construir desde cero y esa historia muy pocos la visualizan.

—¿Te sientes más cómoda en el clima de hoy, en que los líderes empresariales hacen un llamado a salir de la zona de confort?

—Sí. Me gustó la invitación a postularme porque me hacía sentido el cambio.

—¿Como parte del cambio generacional?

—Creo que la apertura al diálogo es parte de lo humano y que la diversidad es la que enriquece. Más que recambio generacional, que claramente aporta, es la integración de distintas miradas.

—El rol de la mujer también está cambiando. ¿Consideras que es difícil ser mujer en una primera línea?

—Para hombres y mujeres es muy desafiante. He visto el rol de la mujer evolucionar estos años. Veo un liderazgo femenino más integrador, empático, no confrontacional. Veo mujeres que no quieren ser hombres, que desde su rol de liderazgo ejercen su femineidad sin miedos y eso me encanta. Las mujeres tenemos un montón que aportar y nos estamos farreando si no metemos más mujeres. En ese sentido veo que Chile está atrasado en mujeres en altos cargos. Hay que proponérselo y eso no es tener una mujer en un directorio, es tener tres y ojalá tengamos artistas, científicos e ingenieros. La diversidad es lo que enriquece y sí se necesitan más mujeres y mujeres hay. Yo nunca he sentido discriminación, pero soy una afortunada.

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