Por Estela López García y Javier Rodríguez // Ilustraciones: Alfredo Cáceres Abril 7, 2017

El agua de la piscina está quieta. Son los primeros días de abril y el otoño ya comenzó. Hay sol. Hay, también, una parrilla grande, de un metro y medio de largo. Debajo suyo, una caja con leña para los asados que vendrán. Una mesa de pimpón sin paletas. Más allá, un cenicero. No hay otro ruido aparte del silencio de una tarde de lunes en un barrio residencial.

Entonces, empieza. De a poco va subiendo la intensidad.

—¿Ves cómo sube? En ocho minutos debería llegar a su capacidad máxima y procesar transacciones —dice un ingeniero informático chileno, en el patio de su casa, señalando su computador portátil.

Un ruido como de turbinas llena el ambiente. Pero el sonido no viene de un avión, sino de los ventiladores del pequeño servidor que ha comenzado a “minar”, tal como lo hicieron los mineros en California, Australia y en  Tierra del Fuego a fines del siglo XIX, en la llamada fiebre del oro.

Ahora el proceso de minería no necesita de grandes chuzos ni de esfuerzos sobrehumanos, como lo hace ahora un santiaguino en su casa de Huechuraba, con un computador especialmente acondicionado para minar bitcoins.

Con dos notebooks, nuestro minero, cuya identidad no revelaremos, revisa cómo sus servidores —dos cajas que le costaron más de US$ 1.000 cada una— empiezan a validar las distintas transacciones que se generan alrededor del mundo con bitcoins a través del sistema de blockchain (una base de datos con el registro de las transacciones que puede representar el futuro de internet), su libro de cuentas. Ni los mineros —ni nadie— saben de dónde viene ni hacia dónde va el dinero. Menos para qué se ocupará. Sólo saben la dirección de las billeteras bitcoin de cada usuario: un número de 32 dígitos que representa su identidad en la web.

Los ventiladores siguen trabajando. Los mineros de bitcoin cumplen el rol de caja de compensación: validan que el que vende sus bitcoins tenga la cantidad que ofrece y que el que compra, los pague, como ocurre con cualquier otra transacción online. La diferencia está en que, al contrario del dinero corriente, el bitcoin no está centralizado: son los mineros quienes validan los intercambios para, así, ganarse los 12,5 bitcoins que se sortean, cada diez minutos, entre los servidores que pongan su poder computacional al servicio de las transacciones. Por eso, se dice, es como minar oro: la gente pone sus equipos a trabajar para “ganarse” esta lotería. A más servidores, más posibilidades de ganar.

Lo de nuestro minero, dice, es un hobby. En Chile, es casi imposible ganar dinero como minero de bitcoins. Esto porque el precio de la luz es considerablemente más caro que en países como China. Por eso, él lo hace para entender el sistema, con una capacidad muy limitada.

Hoy se estima que la red detrás de bitcoin tiene el mismo poder que la de Google. Por eso que un chileno, en su casa en el norte de Santiago, con un equipo comprado por AliExpress, difícilmente podrá ponerse a la altura de los grandes inversionistas chinos.

Pero esa es sólo una parte del negocio.

La herencia de satoshi

El bitcoin es una forma de dinero virtual desarrollada por Satoshi Nakamoto en 2009 —quien aún no se sabe si es una persona o un grupo: el año pasado, de hecho, un australiano, de nombre Craig Steven Wright aseguró serlo— cuyo objetivo es crear un sistema monetario descentralizado, inhackeable e independiente de bancos y gobiernos. Era la primera forma de dinero realmente exclusiva de internet, que buscaba responder a la transición del mundo físico al digital, donde ya había intercambios de información, pero no económicos sin intermediarios.

La moneda, una vez puesta en circulación, se hizo con principios fundamentales como que la cantidad de bitcoins no podrá superar los 21 millones, nadie puede prohibir o censurar transacciones válidas y con un código abierto, accesible para todos.

Y de ahí viene, también, parte de su mala fama, sobre todo cuando se lo relaciona con la deep web, esa parte de internet que no es accesible a los usuarios convencionales donde se puede encontrar desde información clasificada a pornografía, pasando por  servicios de sicarios hasta papers académicos no publicados.  Al no estar regulada, aparecieron mercados negros que ofrecían servicios ilegales que se pagaban con bitcoin, pero la moneda de a poco ha ido desligándose de esa fama, a la vez que han ido apareciendo otras criptomonedas que siguen protocolos similares.

Hoy hay 17 millones de bitcoins en circulación, con una base de datos pública, que se va acumulando en las hojas de Blockchain y está a la vista de todos, lo que hace tan difícil hacer estafas a través del sistema.

Entre sus inversores hoy se encuentran, por ejemplo, los multimillonarios gemelos Winklevoss, ligados a los orígenes de Facebook. Y quienes compraron en un principio, hoy han ganado: en junio un bitcoin valía 0.0001 dólar. Hoy, uno vale 1.139 dólares. En internet abundan las historias de aquellos jóvenes gamers que compraron bitcoins sin saber mucho qué eran y que hoy son millonarios.

Historias que Guillermo Torrealba (29), ingeniero comercial de la U. de Chile, veía con escepticismo.

Bitcoins patagónicos

Era junio de 2014 cuando Guillermo Torrealba decidió cerrar su computador y decirle adiós a su empresa de investigación para desalar agua de mar. Los resultados de este emprendimiento no habían sido los esperados. El ingeniero comercial sentía, en ese instante, que su vida como emprendedor había terminado. Y que no tenía nada que hacer. Así que volvió a abrir su computador y se metió a Facebook. Ahí se puso a conversar con un amigo que le contó que andaba en algo sobre lo que había escuchado, pero no terminado de entender: estaba minando bitcoins.

De a poco comenzó a interesarse y aquellas características que en un principio le incomodaban y lo hacían desconfiar, lo convencieron y, con la ayuda de programadores, fundó Surbtc.

En Chile ya hay lugares donde se puede pagar con criptomonedas. Una es Bitcoin Patagonia empresa que agrupa a compañías del extremo sur que reciben pagos en bitcoin.

Tanto Surbtc como Cryptomkt empresas que transan con monedas virtuales, contaron con fondos privados más el apoyo de Corfo para levantar su operación. En el primer caso, el abogado Fernando Barros aportó US$ 100 mil en 2015 y este año volvió a inyectar capital en una empresa que, según Torrealba, cuenta con diez mil clientes en Chile y Colombia, que generan transacciones promedio de $100.000 por persona.

No sólo tuvieron apoyo privado, también recibieron financiamiento de Corfo, que les entregó más de US$ 100 mil.

—La primera vez que postulé a un semilla con esto, me daba mucho miedo decir que era bitcoin porque no lo iban a entender. Pero, curiosamente, expusimos el potencial de la tecnología tal cual era y les pareció decente —explica Torrealba en su oficina en Vitacura, donde comparte una casa con una empresa de diseño web.

El servicio que prestan este tipo de compañías se puede asimilar a una bolsa de acciones y a una casa de cambio, disponiendo la plataforma para que quienes poseen monedas virtuales transen unos con otros y permitiendo pasar bitcoins a moneda nacional y viceversa, cobrando comisiones en ambos casos.

Surbtc ha generado en el último mes transacciones de hasta $40 millones al día y, de acuerdo a sus registros, la red crece al doble por año.

—La función de los exchange es permitir que haya un libre flujo de transacciones bitcoin entre todo tipo de usuarios. Tenemos inversionistas, personas que compran porque se valoriza en el tiempo, personas que compran para mandar dinero al extranjero, que venden bitcoins que les mandaron de otro país como una forma de mandar plata. Personas que no compran con tarjeta de crédito y con bitcoin pueden pagar algunas cosas por internet, y mi valor agregado es entregar un espacio donde ninguno de los dos puede estafar a nadie porque la plata la custodio yo y no se puede hacer trampa —dice Torrealba.

Cryptomkt, por su parte, nació a fines del 2016 y cuenta con 850 clientes provenientes de Chile, Argentina, Colombia y Venezuela, que en los últimos cinco meses han generado transacciones cercanas a los $300 millones. Esta empresa trabaja con Ethereum (ETH), también conocida como un “bitcoin de segunda generación”.

—En la Patagonia no hay sistema transbank y el problema era que los turistas llegaban con sus medios de pago y no tenían cómo pagar. Ahora los turistas pueden comprar ETH en Estados Unidos o en Europa, recorrer los lugares que deseen y hacer trasferencias en ETH. Bitcoin Patagonia los recibe, lo convierte a peso chileno y lo deposita en su cuenta —explica Rafael Meruane, socio fundador de Cryptomkt.

De la información al valor

Las potencialidades del bitcoin se reconocen en todo el mundo, pero aún no hay consenso sobre su naturaleza. La pregunta no tiene una respuesta definitiva. Mientras en Estados Unidos, desde 2015, es reconocido como un commodity al igual que el petróleo o el oro —casi un año después de que Microsoft permitiera a sus usuarios comprar juegos, música o películas dentro de sus plataformas con bitcoin— en países como Alemania, Inglaterra o Austria han decidido definir y regular al bitcoin como dinero. En Viena, incluso, en febrero de este año se inauguró la primera tienda física exclusiva de bitcoin en el mundo.

infoY en Japón han ido más lejos. En Tokio han aceptado oficialmente al bitcoin como medio de pago y se estima que, a fin de año, más de 22.000 comercios estarán habilitados para recibir pagos de este tipo. China, por su parte, anunció que lanzará su propia criptomoneda, con respaldo de su Banco Central, yendo contra los principios fundamentales de los activistas de la criptomoneda.

Si bien el presente y la atención está en el bitcoin, el futuro está en Blockchain. Porque esta herramienta permitirá dar el salto desde el denominado internet de la información, al internet del valor. Durante los últimos 25 años hemos convivido con el primero, que ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Lo que permite blockchain es ir construyendo capas sobre internet. Algo así como hojas sobre sus hojas contables, que le permitirán a las personas ir intercambiando valor entre ellas sin la necesidad de intermediarios. Así, podremos saltarnos sus comisiones para enviar dinero a cualquier parte del mundo. Y eso puede revolucionar el sistema financiero completo, al permitirle a gente de escasos recursos o sin acceso a crédito, mandar dinero a cualquier parte del mundo por costos menores a los actuales.

Hace 25 años, nadie tenía claro cómo internet iba a cambiar la forma de hacer las cosas en el mundo. Los expertos señalan que con Blockchain —que, según un informe de McKinsey, en cinco años debería alcanzar todo su potencial— tampoco se puede dimensionar. Ni en Chile ni en el resto del mundo.

Los peligros

La incomodidad que sintió Torrealba al escuchar sobre el bitcoin, es la misma que hoy siente la Unidad de Análisis Financiero (UAF) al hablar de este mercado que está fuera de su perímetro regulatorio, debido a que en Chile aún no se define legalmente ni qué es un bitcoin, ni quién debe regularlo.

Consultado el Banco Central respecto a la categoría en que entraría la moneda virtual, indicaron que la actividad de compraventa o intermediación de monedas virtuales no constituye una actividad sujeta a su potestad regulatoria.

La UAF confiesa que está en una situación complicada, ya que si bien tiene en sus registros a empresas que operan en el mercado de las monedas virtuales y que se inscribieron bajo la clasificación de “otras empresas facultadas para recibir moneda extranjera”, sólo pueden fiscalizar esta actividad y no el corazón del negocio, que es la compra y venta de criptomonedas. De hecho, Surbtc declara que un 99,9% son transacciones de bitcoin y sólo 2 veces al año se generan cambios entre monedas extranjeras.

Entre los riesgos que identifica la UAF están que inversionistas utilicen estas empresas para mover dineros ilícitos o que estas compañías laven dineros o cometan fraude.

—Si están captando recursos de terceros, podrían estar infringiendo la Ley de Bancos, por lo que no hay  garantía o respaldo legal si caen en insolvencia o se produce una estafa —afirma Javier Cruz, director de la UAF.

La falta de regulación también implica que no es posible para las autoridades de gobierno identificar el número de actores que operan como mineros o en las empresas. Pero no por eso, explican, hay que demonizar el mercado.

Desde Surbtc aseguran que han intentado tener a la regulación de su lado, pero que no han logrado estar bajo la supervisión de nadie. Aunque, al igual que Cryptomkt, sí reportan periódicamente a la UAF las operaciones en efectivo de más de US$ 10 mil, claro que no de bitcoin.

Los riesgos también se asocian a que el bitcoin pueda terminar cayendo en modelos de estafas piramidales como Forex o como de las que se acusa a Rafael Garay. En Surbtc si bien aseguran tener sistemas que alertan sobre inconsistencias entre los balances, aceptan que al final esto está sujeto a la buena voluntad de los exchange.

—Pensar que el bitcoin va a desaparecer está fuera de lo imaginable, ya que este negocio no hace otra cosa que crecer alrededor del mundo— sentencia Cruz.

Y, como dijo Bob Dylan, los tiempos están cambiando.

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