Por Emilio Maldonado Agosto 6, 2015

© J. M. Méndez

Lunes por la tarde y Guillermo Tagle, presidente del banco de inversión IM Trust-Credicorp Capital, pasa de una reunión a otra en el piso 9 de una torre de oficinas en El Golf. Su agenda está más apretada que nunca, reconoce, pero a pesar de ello, confiesa que se siente aliviado. Hace tres semanas se casó la primera de sus ocho hijos y se da el tiempo para bromear y decir que para el último de ellos, hoy de 11 años, será todo más fácil y quizás ni se involucre en el matrimonio como ocurrió en esta oportunidad.

No obstante el buen humor de Tagle, el actual escenario de incertidumbre y en medio de la discusión de cuál será el rumbo que tomen las reformas del gobierno, le preocupa. Tanto desde su cargo en el banco de inversión, donde toma la temperatura a diario del mercado bursátil y de la confianza de los inversionistas, como de su puesto como presidente de Icare, sitial desde el cual ha generado puntos de encuentro entre empresarios y autoridades de gobierno, Tagle cree que en poco menos de 18 meses las confianzas del mundo financiero se desplomaron y ahora es el tiempo de recomponerlas. Dice que la elección de nuevos ministros ayudó a mostrarles al empresariado y a quienes hacen inversiones en el país, que hay voluntad por modificar el tono de las reformas, pero opina que no es suficiente.

A meses de dejar la presidencia de Icare, Guillermo Tagle resume su período bianual como intenso. “Desde el punto de vista del rol de Icare y del momento en la historia por el cual estamos pasando, ha sido súper desafiante y atractivo. Lamentablemente ha sido porque ha habido incertidumbre, turbulencia y mucha necesidad de poder saber lo que piensa la gente, los empresarios y las autoridades. Desde el punto de vista del país, ojalá no hubiese sido tan demandante”, resume Tagle su gestión.

Pese a las turbulencias, no es pesimista. Ve en la contingencia un momento para que los inversionistas locales salgan a probar fortuna en otros mercados, consolidando, por ejemplo, las bolsas integradas de Santiago, Lima y Bogotá. “Hoy se ve un proceso en que todas las compañías están buscando oportunidades en otros mercados. Para el mundo corporativo, esta zona –Chile, Perú y Colombia– se ha vuelto una sola”.

–¿Qué le parecieron las palabras del presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, cuando se refirió al momento actual de la economía chilena como producto de un “shock autónomo”?

–Creo que en Chile, en especial en la primera parte de este gobierno, se planteó la necesidad de redefinir muchas cosas, entre ellas, y quizás la más fuerte, el establecimiento de las fronteras para el desarrollo del sector privado y las del sector estatal. De un marco que estaba muy definido, se pasó a plantear una serie de cuestionamientos que llevaron a mucha gente, a muchos inversionistas, a decir “esperemos que esto se aclare”, en especial porque en este proceso se generaron áreas difusas. En ese sentido, siempre uso como ilustración el caso de la educación.

Aquí había una serie de actores, desde los más chicos hasta conglomerados internacionales dueños de universidades, que estaban invirtiendo, desarrollando nueva infraestructura, pero de un momento a otro se les dijo: “señores, ahora éste será rol del Estado y, por lo tanto, vamos a cambiar las reglas del juego”. Con eso es lógico que se detenga el proceso de inversión en el sector.

Extrapolando el ejemplo, ante este clima de incertidumbre, todos los sectores empiezan a disminuir el dinamismo con el cual estaban dispuestos a invertir, y eso tiene un efecto potente en la actividad económica. Es una realidad que las expectativas, el estado de ánimo, influyen en la economía. Los factores están objetivamente vinculados. Tomando, entonces, las palabras del presidente del Banco Central, hay un componente internacional. Chile no es el único país del mundo emergente que sufre una desaceleración ni en el cual han caído los precios de los commodities, pero cuánto impactaron los componentes externos y cuánto afectó este shock de expectativas internas, como dijo Vergara, es una materia opinable, pero que las dos cosas se potenciaron, es indiscutible. Es totalmente válido que una autoridad económica como el presidente del Banco Central haga este planteamiento, que es bastante objetivo.

–Dentro de este complejo escenario, ¿qué es lo más preocupante? ¿La baja en la inversión?

–En un contexto más amplio, lo más preocupante es la incertidumbre en las reglas del juego. Esa inseguridad, el exceso de judicialización de muchos proyectos, la incertidumbre jurídica que se provoca a muchas actividades en cuanto a si van a poder desarrollarse plenamente o no, es lo más preocupante. Cuando se te producen múltiples factores que afectan la certeza sobre la cual vas a poder trabajar, se afecta la inversión. Y la baja en la inversión arrastra a la actividad económica, y la baja en esto último impacta en la creación de empleo. Afortunadamente, las cifras aún no muestran una caída en el empleo, pero se ve una injerencia muy grande del sector público, que genera casi el 70% de las nuevas plazas de trabajo. Eso también es complejo.

–Entonces, ¿dónde están poniendo su capital los inversionistas locales si ya no están en la Bolsa ni haciendo crecer sus empresas?

–El mercado financiero chileno es completamente abierto. Para un inversionista nacional es tan factible poner su capital en una empresa local como en cualquier acción de una compañía del mundo y, por ello, el peso de la inversión en el extranjero ha ido aumentando significativamente. Se les ha dado la razón, además, porque en este escenario con un tipo de cambio deteriorado y los mercados financieros externos con mejor desempeño que el nuestro, se hace más atractivo poner las fichas afuera que adentro.

Chile era el país más irregular de la región en cuanto al porcentaje de lo que un inversionista tenía en Chile versus lo que ponía afuera. Los porcentajes, en cualquier país de América Latina, eran 25% en mercado doméstico y 75% afuera. Y en Chile teníamos la situación inversa: tres cuartos de los patrimonios de los inversionistas estaban en Chile y eso empezó a cambiar fuertemente, como una estrategia de diversificación y desarrollo.

–¿Qué produjo ese cambio en la mentalidad del inversionista local?

–Teníamos un exceso de confianza en la estabilidad económica y en la seguridad que representaba invertir en Chile. Un tema que muy mencionado por inversionistas internacionales era que Chile era investment grade A-, pero para los chilenos era como un AAA. Después de cómo se había reestructurado la economía nacional en los últimos treinta años se creó una sensación de que no podías perder plata y que Chile era un país libre de riesgo. Pero esa percepción ha cambiado. El cómo termine este proceso de cambio político y social que está viviendo el país abre un espacio de incertidumbre, y el empresario, el inversionista, se pone a pensar que sí podrían ocurrir grandes cambios y, ante eso, si quiere resguardar su patrimonio, debe buscar más alternativas. Había una excesiva confianza en Chile, lo que hacía que las empresas e inversionistas pusieran al mercado local como el primer destino para invertir. Esta coyuntura produjo una oportunidad para diversificar afuera.

–¿Se puede revertir esta tendencia o llegó para quedarse?

–Lo que debiera cambiar es la confianza con que los capitalistas chilenos inviertan en Chile. Si esto, el escenario actual, estuviera para quedarse, entonces la hipótesis de que el país no va a llegar al desarrollo estaría confirmada. Yo esperaría que se dé vuelta, porque nos falta el peldaño para pasar de los US$ 20 mil per cápita a los US$40 mil, y ni siquiera seríamos el país más rico del mundo. No creo que volvamos a un escenario en que los privados tengan, nuevamente, el 70% a 75% de su patrimonio invertido en Chile, pero el desafío para el mercado chileno es que haya más extranjeros que quieran llegar a la plaza local y que seamos un actor válido y visible en el mundo internacional.

MIRANDO AL FUTURO

–¿Qué medidas faltarían para hacer de Chile una plaza financiera atractiva?

–En el mundo bursátil, el mercado está completamente integrado y está abierto para que puedan venir más inversionistas a participar. Lo que falta es la materia prima: el dinamismo en la actividad. Para que la Bolsa chilena tenga dinamismo es fundamental que las empresas que participan de ella tengan proyectos de inversión atractivos, muestren proyecciones de crecimiento, porque si tienen buenas historias de inversión, el flujo va a volver, y debería volver más desde afuera que desde adentro. Pero años como los que hemos visto, sin aperturas bursátiles, es un indicador de dinamismo. Las aperturas a Bolsa son señales de que hay proyectos empresariales que están madurando, que están creciendo y que necesitan capital. Cuando un país como Chile no tiene ninguna apertura bursátil en un período largo, te das cuenta de que te falta dinamismo.

–¿Faltan señales desde el gobierno para dar más confianza a la inversión?

–Yo creo que, en efecto, el tema más complejo es la unidad interna de la Nueva Mayoría, bajo qué banderas se cohesiona y qué caminos toma, porque la lectura, mirado desde afuera, es difusa: la presidenta y sus nuevos ministros han dado señales de madurez y prudencia, pero las piedras de tope no están en la oposición, sino que en la misma coalición.

–¿Debería despejarse esta incertidumbre hacia el fin del gobierno?

–Para mí, la señal más compleja, que resulta una nebulosa total, es cómo seguimos de aquí para adelante en este ambiente enrarecido que se desarrolló. La señal de que el futuro será ordenado aparecerá cuando haya una verdadera oposición y una coalición de gobierno unida. Cuando ello ocurra, será signo de que estamos dentro de los parámetros normales, de que puede existir una alternancia en el poder. La sensación de incertidumbre que se generó en este período fue esencialmente porque habíamos sacado algo de la ecuación: teníamos el convencimiento, por años, de que no era tan fuerte el espectro de cambio si ganaba uno u otro candidato.

–¿Eso se rompió en las elecciones pasadas?

–Con un triunfo tan abrumador, ese paradigma cambió y se instaló la idea, el mensaje, de que se iba a rayar la cancha desde cero. Si se logra que se ordene el espectro político, que se sepan las reglas del juego, como antes, podemos volver a generar confianzas.

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