Por Emilio Maldonado Abril 23, 2015

La noticia tomó por sorpresa a los trabajadores de Drake, los cuales, hasta el viernes pasado, no superaban la docena. Comandados por el ingeniero civil Antonio Larraín, el equipo apostaba a seguir desarrollando proyectos y a buscar oportunidades de inversión desde Chile.

Esta semana Nicolás Ibáñez Scott despejó casi por completo su agenda. El ex controlador de los supermercados Lider quiso estar al tanto de cada uno de los detalles y preparativos para la llegada de Gloria Álvarez, la politóloga guatemalteca y quien, por estos días, ha sido la invitada de honor de Ibáñez.

Al alero de la Fundación Para el Progreso, el centro de pensamiento liberal creado en 2012 por el empresario, Álvarez visitó por primera vez Chile. En un seminario en Viña del Mar, y otro en Santiago, la centroamericana criticó abiertamente las políticas populistas que se han expandido por América Latina, mensaje que ha sido seguido con atención por el empresario.

Durante los últimos meses, el ex controlador de D&S les ha manifestado a sus cercanos que ve con preocupación el clima político que se ha generado en el país, el cual ha repercutido en el ánimo de las inversiones de los empresarios chilenos. Los anuncios de reformas, los discursos alusivos a la “retroexcavadora” de algunos sectores de la Nueva Mayoría y la constante crítica hacia los empresarios lo tienen preocupado, comenta un amigo.

Pero lo que hasta la semana pasada era una preocupación, el viernes 17 se transformó en una realidad: Nicolás Ibáñez decidió cerrar la oficina de Drake Capital, el holding de inversiones que el empresario abrió a fines de 2009, una vez que cedió el control de D&S a Walmart, y en el cual puso un capital inicial de US$ 600 millones.

Apenas se comunicó la desvinculación del personal de Drake, en el piso 11 de una torre de oficinas de la avenida El Bosque Norte, y la relocalización de otros en Estados Unidos, la noticia comenzó a comentarse en algunas oficinas de “Sanhattan”. Con esta decisión, Ibáñez se transformó en el primer empresario quien, oficialmente, toma la decisión de mover sus fichas al extranjero, a la espera de un mejor clima de inversión en Chile.

Ésos serán los nuevos rumbos de Drake. Ejecutivos vinculados a esta entidad financiera aseguran que el holding no ha bajado la cortina, que sólo se está reorientando en la búsqueda de otras alternativas, las cuales, efectivamente como recalcan, están fuera de las fronteras nacionales. Con esto, Ibáñez contará con un capital que fluctúa entre los US$ 1.500 millones y US$ 2.000 millones para ser administrado exclusivamente desde Estados Unidos, uno de los mercados favoritos del empresario. Las opciones en Chile quedarán en compás de espera.

SORPRESIVO CIERRE
La noticia tomó por sorpresa a la totalidad de los trabajadores de Drake, los cuales, hasta el viernes pasado, no superaban la docena. Comandados por el ingeniero civil Antonio Larraín, el equipo apostaba a seguir desarrollando proyectos y a buscar oportunidades de inversión desde Chile. De hecho, en mayo se integrarían dos ejecutivos, a los cuales también se les habría cancelado el contrato. Así de sorpresiva fue la noticia del cierre de Drake.

A fines de 2013, Nicolás, junto a su hermano Felipe, decidieron vender el remanente de acciones que aún mantenían en Walmart Chile. Habían pasado cinco años desde que cerraron el negocio con la cadena norteamericana y, acogiéndose a una cláusula en el contrato firmado en ese entonces, optaron por enajenar su porcentaje restante a un precio preferente. Luego de discutirlo en familia, decidieron dar un paso al costado: cada uno vendería a la gigante Walmart las casi 1.500 millones de acciones que en total mantenían, equivalentes al 25% de la propiedad del retailer. En conjunto recibieron US$ 1.500 millones por esa operación.

Al tener esa liquidez, Nicolás Ibáñez apostó por poner sus fichas en el crecimiento de Drake Capital. A los US$ 600 millones que ya había obtenido por la venta del primer paquete de acciones en D&S, el ex controlador de Lider inyectó este nuevo capital a inicios de 2014, para hacer crecer el holding financiero.

Fue por esta reciente operación, hace poco más de un año, que la noticia del cierre de la oficina en Santiago tomó por sorpresa al equipo y, de paso, al mercado financiero. No así a su entorno. Desde 2014 que Ibáñez venía dándole vueltas a la idea de poner todas sus fichas en el extranjero: la desaceleración económica y la reforma tributaria impulsada por el gobierno eran vistas por el empresario como una señal de que Chile pasaría por momentos de menor atractivo para los inversionistas locales. Luego de hablarlo con sus asesores, y también con su familia, decidió cerrar la oficina en Santiago. Otros directivos de Drake Capital precisan que la decisión responde a un proyecto trazado hace años y que ponía a Estados Unidos como el norte de esta entidad.

Es este mismo grupo de ejecutivos el cual se apura en decir que Drake Capital no ha muerto. Por el contrario, como aseguran, “sólo se altera el capítulo chileno”, afirma un ejecutivo, “y se potenciará la oficina que está en Nueva York”, agrega la misma fuente.

Pero, a pesar de los paños fríos que algunos de los ejecutivos intentan poner, otros cercanos a Ibáñez explican que la decisión es derechamente un congelamiento de las inversiones en el país. Sin eufemismos.

El destino de Antonio Larraín ha sido otra de las interrogantes luego de trascender la noticia del cierre de Drake Capital en Santiago. Larraín, quien está a la cabeza del holding desde los inicios del brazo financiero, fue tentado por Ibáñez luego de conocer su experiencia como gerente de inversiones en Compass Group. Luego de seis años en la empresa, hoy no hay claridad sobre cuál será su destino, aunque hay quienes apuestan a que liderará la nueva aventura del empresario: el manejo de las inversiones en el exterior. Larraín, por su parte, declinó hablar con Qué Pasa, señalando que en un par de semanas estaría en condiciones de referirse al tema.

NUEVO RUMBO
Los más de US$ 1.500 millones que actualmente administra Drake Capital ya tienen un domicilio: Manhattan.

La que comenzó como una oficina de apoyo a la que existía en Santiago, Ibáñez apuesta a que se transforme en el centro neurálgico de sus operaciones, y desde ahí liderar las aventuras financieras del grupo. Y será su hijo, Nicolás Ibáñez Varela, quien asumirá un rol protagónico. De hecho, fue él quien convenció a su padre de abrir un inmueble en la Gran Manzana, desde donde se monitorearían las inversiones inmobiliarias en Estados Unidos de Drake.

En 2012, tres años después de haber ayudado a su padre a crear el fondo de inversión, Ibáñez Varela apostó por el mercado inmobiliario: la crisis subprime había dejado buenas oportunidades en este ámbito, y había que estar en Norteamérica para aprovecharlas. Junto a David Cotterman, también graduado de Harvard como él, decidieron armar una oficina en Park Avenue y lanzar Drake REP, con dedicación exclusiva a la compra de inmuebles para su posterior arriendo a largo plazo. La oficina mezclaría la experiencia inmobiliaria de Cotterman y el acceso al capital del chileno.

Juntos comenzaron a armar un banco de terrenos y de edificios, que a la fecha bordea un valor cercano a los US$ 300 millones, y consolidaron un portafolio que hoy incluye centros comerciales, hoteles y condominios residenciales.

Esta rama inmobiliaria, más los activos en private equity que Drake ya maneja en Europa y Estados Unidos, serán la base de entrada para el fortalecimiento de las oficinas en Nueva York.

Pero según otros ejecutivos cercanos a Ibáñez, la Gran Manzana no es el único norte del empresario. Además, se proyecta estrechar los lazos con la entidad financiera Cambridge Associates, con sede en Boston, la cual los ha asesorado en los últimos dos años en alguna de las incursiones que Drake ha hecho en Estados Unidos. “Si antes las decisiones las tomaba el equipo en Chile y nos asesorábamos con Cambridge Associates, ahora serán estos últimos los que tendrán un rol más activo en las inversiones que hagamos. Todo desde Estados Unidos”, explica un directivo de Drake.

LA FILANTROPÍA NO SE TOCA
Si hay algo que el círculo cercano a Ibáñez se apura en aclarar es que Finsa, el family office que creó el empresario cuando aún estaba a la cabeza de D&S, se mantendrá intacto.

Finsa es el lugar desde donde Ibáñez maneja sus inversiones inmobiliarias y agrícolas, en su mayoría, en Chile. En este mix de inversiones, destaca la forestal Bosques y Parques (Bopar), Hairy Cows, dedicada a la ganadería de vacas Highland; la lechería El Tronador y el brazo inmobiliario Indesa.

Pero, además, es desde este lugar donde se alberga una de las últimas pasiones del empresario: la filantropía.

A la creación en 2012 de la Fundación Para el Progreso, vereda desde la cual Ibáñez intenta influir con su pensamiento liberal, se suman otras actividades, tan variadas como la conservación ecológica o el deporte. Es en este último rubro donde ha obtenido mayor protagonismo, gracias al 60% de las acciones que maneja en Santiago Wanderers, club que luego de años de malos resultados y una alicaída situación financiera, repuntó en ambas lides, al casi obtener el título del fútbol profesional, en 2014, y al sanear sus estados financieros luego de millonarias pérdidas.

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