Por Emilio Maldonado Febrero 19, 2015

© Nick Hall

En 2003, The Nature Conservancy compró los terrenos y comenzó un trabajo para que la conservación del área no fuese algo acotado. El primer paso fue la donación de 10.000 hectáreas al Estado. Además, comenzó a certificar bonos de carbono para generar ingresos.

Cheesemans’ Ecology Safaris ha explorado -y explotado- la sabana africana desde 1980. Con tours que atraen turistas de los cinco continentes para observar la fauna silvestre, la empresa formada por el matrimonio entre Doug y Gail Cheeseman se ha consolidado como una de las más importantes en el sur del continente negro, especialmente en Tanzania, Botsuana, Kenia y Sudáfrica.

El negocio de los Cheeseman ha estado enfocado en África, pero hace tres meses comenzó una relación invisible con otro ecosistema único en el mundo: la selva valdiviana.

El 3 de noviembre, los Cheeseman invirtieron, indirectamente, en Chile: compraron 10.000 créditos de carbono a la empresa Carbon Tree Conservation Fund, un agente internacional experto en la comercialización de bonos de carbono, papeles que ayudan a las empresas a reducir su impacto de CO2 en la atmósfera. El vendedor, The Nature Conservancy (TNC), una firma estadounidense dedicada a la preservación de parques y reservas en todo el mundo y que puso a la venta estos papeles para ayudar con esos ingresos a la conservación de la Reserva Costera Valdiviana, una extensión de 50.000 hectáreas de bosque templado al sur de Corral.

Los bonos comprados por la empresa de safaris fueron los primeros que la Reserva Costera Valdiviana puso en el mercado, como un plan de larga data para conseguir recursos para continuar con un proceso que comenzó en 2003, cuando TNC compró casi 60 mil hectáreas a una empresa forestal que pretendía transformar el sur de la Región de Los Ríos en una rica explotación de eucaliptus.

Desde esa misma fecha, y gracias a la asesoría de Verified Carbon Standard, entidad que gestionó el proceso de certificación, TNC desarrolló bonos de carbono para vender en el mercado mundial. Recién el año pasado se vendieron los primeros, pero en la corporación apuestan a que sean muchos más los que comiencen a gestionar a futuro, debido al apoyo de grandes patrocinadores, que están sacando adelante una de las últimas reservas en conformarse en el país. Uno de esos auspiciadores es BHP Billiton, la minera australiana que, a través de su fondo para iniciativas de conservación, ya apostó por este pedazo de tierra.

LAS RAÍCES DEL BOSQUE
Cuando en 2003 The Nature Conservancy compró los terrenos a una empresa forestal, comenzó un lento trabajo para que la conservación del área no fuese algo acotado. Sabían que lo que estaban protegiendo era único: alerces milenarios, bosques de olivillos costeros y más de 60.000 hectáreas de montes que se habían salvado de ser talados, para poner en su reemplazo hileras de eucaliptus.

Con el paso de los años, y con la reaparición de especies que se creían extintas en la zona, como el zorro de Darwin, el puma, el pudú y el carpintero negro (el más grande del mundo en su especie), TNC comenzó a elaborar un plan para preservar este espacio en el tiempo. El primer paso que dieron fue la donación de 10.000 hectáreas al Estado. En ese terreno, más otras tierras que el Fisco aportó, se creó el Parque Nacional Alerce Costero, justo a un costado de la Reserva Costera Valdiviana. En conjunto, más de 75.000 hectáreas de bosque templado que goza de protección y, al mismo tiempo, se transformó en un nuevo polo de turismo para la zona sur de la región.

Pero la donación de terrenos no fue lo único que ideó TNC. Además, comenzó a certificar bonos de carbono para generar ingresos que ayuden a la mantención de los senderos, contratación de personal y al programa de reforestación de la reserva. En este plan se enmarca la compra hecha por los Cheeseman.

La gran inyección de recursos no vendría de los bonos de carbono o de un mecenas ligado a la conservación, sino de alguien totalmente inesperado: la minera BHP, que en Chile maneja los yacimientos de Spence, Cerro Colorado y Escondida.

Hace tres años que la minera australiana decidió invertir en proyectos relacionados con conservacionismo. Para ello, destinó el 1% de sus utilidades globales y creó un fondo, equivalente a US$ 240 millones, según el último reporte financiero de la cuprera.

Con estos montos, como explica el gerente de Medio Ambiente de BHP Billiton Copper, Rodolfo Camacho, se intenta promover la proliferación de reservas naturales a lo largo del mundo, no necesariamente en territorios donde opere la compañía.

Tras la decisión de la compañía minera de formar este pozo, varias empresas acudieron para comprar las bases de licitación, y poder inscribir de paso sus proyectos. Una de ellas fue TNC para la reserva en la cual venían trabajando por más de una década.

Luego de un par de años, en 2013 finalmente BHP seleccionó tres parques naturales para darles la buena noticia: Tasmania, Sudáfrica y Chile fueron los proyectos elegidos. La Reserva Costera Valdiviana tendría financiamiento para su subsistencia.

Según Camacho, BHP consideró que la constante amenaza de empresas de celulosa en el sur del país hacía imperiosa su conservación.

Para ello la firma australiana mandató la creación de un fideicomiso de US$ 20 millones para ser entregado a los dueños de la reserva. Una parte ya les fue depositada, para pagar deudas contraídas por la compra de las 60.000 hectáreas en 2003. El resto será manejado por una institución norteamericana, que invertirá ese monto en diversos instrumentos financieros. Los intereses y dividendos que generen esas inversiones serán entregados a TNC para la mantención de la reserva.

La iniciativa ha sido un éxito; tanto, que en marzo pasado el directorio de BHP decidió un aporte adicional de US$ 240 millones para incentivar más proyectos. Dos reservas en Perú y otra en Kenia serán las favorecidas con este dinero. Además de financiar la creación de áreas protegidas, los recursos de BHP también estarán destinados a otros dos campos de acción: el fomento de leyes para fortalecer la creación de biosferas protegidas y, además, la generación de un nuevo mercado de bonos de carbono.

LA SOLUCIÓN DEL BANCO MUNDIAL
Chile produce 90 millones de toneladas anuales de CO2, de las cuales 20 millones son absorbidas por los bosques del país. Amparados en esta cifra, y en el proyecto que vieron en el sur de Chile, en la minera australiana comprobaron el potencial del mercado de los bonos de carbono, especialmente para las empresas que vendan estos certificados en el país.

Pero hay un problema: el mercado mundial está inundado por este tipo de papeles, lo cual ha deprimido su valor. Ante esto, y la posibilidad de que el negocio de los bonos de carbono pierda atractivo como una herramienta eficaz para combatir los gases invernadero, el Banco Mundial comenzó a desarrollar un sistema que le permita, a través de la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés), comprar bonos de carbono a nivel global, para así estimular su demanda.

De hecho, la IFC está trabajando en la creación de bonos forestales, precisamente para aquellas zonas que, al cambiar el uso de suelo o con diferentes dueños, se salvaron de la explotación maderera y, gracias a ellos, están aportando miles de toneladas de oxígeno al ambiente.

Será en esta modalidad, en la compra de bonos por parte del Banco Mundial, que BHP actuará como garante. La minera ya decidió aportar parte de los US$ 240 millones aprobados hace un año para inyectar al fondo que creará la IFC. Según explican en la compañía, estarán estimulando el mercado de los bonos de carbono y, además, podrán ayudar a iniciativas como la Reserva Costera Valdiviana, pero sin la necesidad de comprárselos directamente. Es decir, una nueva vía de ingresos para el proyecto de TNC al sur del río Chaihuín. Y una alternativa para dar sustentabilidad a uno de los últimos grandes proyectos de conservación en el país.

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