Por Emilio Maldonado Septiembre 17, 2014

© José Miguel Méndez

Northland cita como ejemplo las 17 plantas solares que tienen en Italia, que con iguales 70 MW de capacidad, producen 100 gigawatts. En Chile, en cambio, sólo la central en El Salvador fabricará 210 GW. “Con la misma inversión, podemos producir el doble”, acota.

El pronóstico del tiempo dice que para El Salvador, a 2.300 metros de altura, se esperan lluvias y, quizás, nevadas. Pese al cielo encapotado y amenazante durante el trayecto entre Copiapó y el campamento minero, Marco Antonio Northland (57) expresa confianza. Asegura que, unos kilómetros más allá, saldrá el sol.

Northland no es un experto en la zona. Su casa está en Ginebra, y casi toda su vida la ha pasado entre Estados Unidos y Suiza. Sin embargo, su nexo con el desierto más árido del mundo no se reduce a esta visita puntual. Su abuelo John Northlünd, nativo de Finlandia, desembarcó en Atacama a inicios del siglo pasado. El patriarca se radicó en Potrerillos, a pocos kilómetros de El Salvador, y en ese lugar cambió su apellido a Northland, trabajó en la minería e, incluso, llegó a ser alcalde del pueblo.

Un siglo después su nieto Marco Antonio vuelve a transitar por el desierto. Esta vez, no busca la fortuna subterránea que motivó a su abuelo para cruzar el Atlántico. Él persigue la riqueza del sol.

En diciembre pasado la empresa Etrion, de la cual Northland es accionista y su principal ejecutivo, comenzó la construcción de una planta fotovoltaica en la ruta que une Diego de Almagro con El Salvador. Más de 70 MW de capacidad instalada la convertirán, cuando entre en funcionamiento a mediados de octubre, en una de las más grandes en su tipo del Sistema Interconectado Central (SIC). En el camino, Northland comenta que eligieron el lugar para situar esta planta, de 161.000 paneles solares, precisamente por la luminosidad del desierto chileno. En efecto, el techo amenazante da paso a un cielo entrecortado por los rayos del sol. Los paneles, aún en proceso de instalación, relumbran como espejos.

Northland explica la elección del lugar. Cita como ejemplo las 17 instalaciones que tienen en Italia, que con iguales 70 MW de capacidad, producen 100 gigawatts. En Chile, en cambio, sólo esta planta en El Salvador fabricará 210 GW. “Con la misma inversión, podemos producir el doble”, acota.

Regresar al norte de Chile, donde construirá otros dos proyectos fotovoltaicos, era una deuda pendiente. Nacido en Arica, Northland ha pasado gran parte de su vida fuera del país. Pero siempre pensó en volver, porque quería hacer algo grande. Luego de liderar negocios en Estados Unidos, Italia, Portugal y Japón, en la actualidad -y casi por azar- encabeza uno de los proyectos energéticos renovables más importantes en el país. Precisamente en el desierto que lo vio nacer.


LA PRIMERA CONEXIÓN

Cuando Marco Antonio Northland se vino a vivir a Santiago, a los siete años, realizaba viajes periódicos a Arica. El periplo tomaba cuatro días por una carretera que no estaba pavimentada en toda su extensión. Esa poca conectividad sería, años más tarde, una forma de volver a tener un nexo con Chile.

Luego de estudiar en el liceo Manuel de Salas y entrar a Ingeniería en la Universidad de Chile, su vida dio un giro: su madre, quien trabajaba en la Organización de Estados Americanos (OEA), fue trasladada a Washington. Él, junto a su hermano Patricio, se mantuvo en Santiago, hasta que una visita a sus padres en Estados Unidos, dio vuelta las cosas.

En 1979, y mientras las universidades estadounidenses tomaban un receso por las fiestas de fin de año, Northland fue a visitar el campus de Ingeniería en la Universidad George Washington, con el fin de pedir información para postular, probablemente, a un intercambio. La secretaría le comentó que el decano estaba con la agenda libre, y que mejor hablara con él.

Tras presentarse ante él como alumno de la Universidad de Chile, el académico recordó a un grupo de estudiantes de intercambio que habían pasado por George Washington. Le comentó que el nivel que tenían los alumnos chilenos era bueno y que, si él quería postular ahí, lo recibirían de inmediato. Ese verano Northland se quedó en Estados Unidos y abandonó su vida en Santiago.

Luego de graduarse, y hacer un máster en Telecomunicaciones y, posteriormente otro en Computación, el futuro empresario comenzó a trabajar en empresas ligadas a las comunicaciones, hasta que derivó en PanAm Sat, la primera compañía en poner un satélite que compitiera con el monopolio que tenía Intelsat. En ese trabajo, a inicios de los 90, no sólo coincidió con su hermano Patricio. También aprendió de las posibilidades que se abrían en mercados con bajos niveles de conectividad, como el chileno. Junto a su hermano decidieron salirse de la compañía, e iniciar un camino propio: así fundaron Americatel.

En ese proyecto empresarial, Northland apostó a que el mercado de las telecomunicaciones se liberaría de los monopolios. Es lo que quiere replicar hoy, pero en el negocio energético. Con su hermano hicieron de puente para las llamadas entre Estados Unidos y el resto de la región, y posteriormente, cuando la firma tomó vuelo, se la vendieron a Entel. Ambos habían visto otra oportunidad: el cableado de fibra óptica en Sudamérica.

Una vez fuera de Americatel, crearon FirstCom y, al poco andar, se asociaron con ATT para crear la filial latina de esta última. Juntos expandieron la firma a Perú y Colombia, hasta que en 2004 Carlos Slim se interesó en comprar la empresa. Northland recuerda que el trato lo sellaron en  un restorán de Ciudad de México, el favorito de Patricio Slim, hijo del magnate azteca. Como forma de celebrar el acuerdo, el empresario mexicano los hizo probar gusanos fritos. Northland, entre risas, dice que disimuló aquel sabor gracias a la gran cantidad de palta que agregó al plato.

AQUÍ VIENE EL SOL
Después de vender FirstCom recibió el llamado de SunPower. La firma estadounidense, orientada a la fabricación de paneles solares, buscaba un ingeniero capaz de levantar una filial en Europa. El chileno, que ya había creado dos negocios, aceptó el desafío. Luego de 25 años en Estados Unidos, Northland cruzó el Atlántico y se instaló en Ginebra.

Fue desde ahí que el ingeniero comenzó a familiarizarse con las energías renovables. Primero armando proyectos en España, para luego pasar a Portugal e Italia.

En 2008, en una actividad en el colegio de sus hijos en Ginebra, conoció a la familia Lundin. De origen sueco, los Lundin eran apoderados de la misma escuela. Además, dueños de un consorcio  presente en los cinco continentes, con yacimientos de cobre, oro, diamantes y pozos petroleros y de gas natural.

Luego de un par de conversaciones, a fines de 2008 los suecos decidieron incorporar a su portafolio de empresas una filial de energías renovables. Juntos crearon Etrion, en la cual los Lundin tendrían el 90% y el chileno, el 10% restante.

A partir de ahí, comenzó la exploración de proyectos. Comenzaron en Italia -donde han desarrollado 17 plantas solares-, y ante el apetito de inversionistas por ingresar a la compañía, y la necesidad de recursos frescos para seguir construyendo complejos fotovoltaicos, decidieron que Etrion debía abrirse en Bolsa. Desde 2010 que la firma está enlistada en Toronto y Estocolmo, y ya alcanza un valor cercano a los US$ 550 millones. Northland, además de mantener un 5% de la compañía, es el director ejecutivo.

Fue en esa búsqueda de nuevos horizontes, y con el impacto de la crisis en el Viejo Continente, Chile apareció en el mapa. Lundin ya tenía yacimientos mineros en la zona y ambos comenzaron a buscar oportunidades. Ahí dieron con el terreno donde hoy se levanta el proyecto Salvador. Tras el inicio de la construcción, apareció la alternativa de construir otras dos granjas solares: Las Luces, cerca de Taltal, y Aguas Blancas, en el desierto de Antofagasta.

Hoy, inmerso en el desierto, adelanta los nuevos horizontes de Etrion. Asegura que la empresa ya está mirando otros rumbos. En Japón, luego del “apagón” a 54 centrales nucleares, el gobierno nipón comenzó a subsidiar los proyectos renovables. Etrion ya comenzó en ese país la construcción de dos centrales fotovoltaicas, y para 2015 quiere tener en desarrollo al menos 100 MW en el archipiélago.

Mientras en el desierto se levanta una brisa, Northland apunta a que parte del nombre de la compañía tiene relación con tres tipos de energías renovables. Ya comenzó a mirar proyectos hídricos en el sur, para sumar a su portafolio centrales de pasada. A futuro, relata, planean aprovechar el gran potencial eólico de Chile, y consolidarse como uno de los principales actores en la industria energética nacional.

Todo indica que energía no les va a faltar.

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