Por Rosario Zanetta Agosto 14, 2014

Su fama de hombre leal, ordenado y de experto en temas tributarios fue fundamental para su llegada al grupo. Ya dentro, él mismo fue pavimentando su ascenso hasta llegar a ser gerente general del holding.

Las oficinas del piso 15 del edificio de El Bosque 0440, en el barrio El Golf, no sólo eran conocidas para Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano -los socios fundadores del Grupo Penta-, ahí también estaban las de uno de los ejecutivos de más larga trayectoria en el grupo: Hugo Bravo López. Eso hasta hace unos días, cuando el Servicio de Impuestos Internos (SII) presentó una denuncia contra el ejecutivo  por presuntos delitos tributarios, en el marco de una investigación que fue derivada al Ministerio Público. Un hecho que para “los Carlos” -como se les conoce- no sólo ha significado verse aludidos en una serie de publicaciones. El supuesto fraude de Bravo ha sido sobre todo para ellos un duro golpe a nivel personal. 

Bravo era para “los Penta” un hombre de extrema confianza. “El último de la fila de quien sospecharían”, señala uno de los directores del grupo. Por años fue uno de los principales ejecutivos del holding y una de las contadas voces que Délano y Lavín “escuchaban y respetaban” a la hora de analizar negocios, según relata un economista que trabajó codo a codo con ellos en una de las filiales del conglomerado.

“Llamemos a Hugo” era una frase que habitualmente repetía Carlos Alberto Délano, según dice uno de sus amigos. De hecho, no era raro que el ingeniero comercial, hoy de 68 años, asistiera a las reuniones más estratégicas del grupo. “Estaba al tanto de todos los detalles, del día a día de cada negocio”, confiesa un ejecutivo que lo conoció de cerca. Si un documento venía con su firma, nadie dudaba de su contenido.

Sus conocimientos financieros y su acabado manejo de las cifras lo convirtieron en parte del círculo de hierro de Délano y Lavín. Y aunque muchos coinciden en que la relación entre ellos se circunscribía exclusivamente al ámbito laboral, eso no fue obstáculo para que fuera considerado un ejecutivo fundamental. No es raro encontrar su nombre en varias de las operaciones que hizo Penta en los últimos años. Su foto, además, solía aparecer en las memorias de las distintas empresas, al lado de las de Délano y Lavín.

Por eso, la denuncia por supuestas devoluciones irregulares que habría recibido Bravo entre 2007 y 2013, por $ 260 millones, fue un terremoto en Penta: no sólo por los hechos, sino que, sobre todo, por su inesperado protagonista.

COMPAÑEROS POR DÉCADAS
Carlos Eugenio Lavín y Hugo Bravo López se conocieron en la Universidad Católica. A pesar de que Lavín es tres años mayor, ambos fueron compañeros en Ingeniería Comercial. Pero fue a fines de los 70 y bajo el alero de Manuel Cruzat cuando verdaderamente se forjó la amistad. El trabajo que hicieron en el área de seguros del grupo financiero fue clave para que estrecharan lazos.

Más adelante siguieron caminos distintos. Bravo trabajó por algún tiempo en Esso Standard Oil Chile y fue asesor financiero en la agrícola La Rosa Sofruco antes de volver a encontrarse con “los Penta”. Por su parte, Lavín y Délano empezaron a sentar las bases de su imperio con la compra de un porcentaje de AFP Cuprum y la adquisición de la Compañía de Seguros Generales del Consorcio Nacional de Seguros.

Una vez armados los negocios, Bravo fue fichado por la conocida dupla. Su fama de hombre leal, ordenado y de experto en temas tributarios fue fundamental para su incorporación. Ya dentro, él mismo fue paulatinamente pavimentando su ascenso hasta llegar a ser gerente general de Empresas Penta, la matriz de los negocios de ambos.

Desde ese cargo, Bravo participó en varios de los principales negocios que el holding protagonizó en las últimas décadas. Su nombre figura por ejemplo en los registros que la Securities and Exchange Commission (el regulador del mercado estadounidense) tiene sobre la venta del Banco de Chile a manos del grupo Luksic a fines del año 2000 y principios de 2001. Su firma quedó también estampada -junto con la de Francisco Pérez Mackenna, actual gerente general de Quiñenco- en el hecho esencial que ambos grupos enviaron a propósito de la misma operación a la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS).

Los documentos no son los únicos que reflejan la estrecha cercanía del ejecutivo con los controladores de Penta. En octubre de 2012, fue uno de los pocos invitados al exclusivo almuerzo con el cual Délano y Lavín celebraron la venta, en cerca de US$ 1.000 millones, de AFP Cuprum a los estadounidenses de Principal Financial Group. Entonces, artículos de prensa destacaron el relevante rol que Bravo cumplía al interior de Penta, así como también su lealtad y bajo perfil. 

EL AGUDO DIRECTOR
El carácter retraído de Bravo se contradice con el rol que hasta hace poco jugó en los distintos directorios que integraba. Muchos aseguran que era una persona de escasa vida social, aunque cordial y con pocos amigos en la empresa. Incluso un cercano a Lavín asegura que jamás coincidió con él en la casa del empresario y que fuera de su avanzada diabetes, poco se sabía al interior del holding de su vida privada.

Un detalle,eso sí, era de público conocimiento: que antes de cumplir 41 años, en 1986, se casó con Paulina Restovic, una mujer catorce años menor y a quien conoció cuando trabajaban en Provida. Ambos se construyeron una “acogedora vivienda” de veraneo en Cachagua, según destacó la revista Vivienda y Decoración en febrero de 2002. No era el único bien que ambos tenían juntos. Restovic aparece como parte de Inversiones Santa Sarella, una las dos sociedades a través de las cuales, Bravo habría cometido los supuestos delitos. 

Sí recuerdan la labor que realizó en los directorios de las empresas en que participó. Uno de los integrantes de esas mesas señala que en las reuniones Bravo era un director que hacía preguntas incisivas. Que era él quien ponía en jaque a los ejecutivos que tenían que rendir cuentas. “Era una especie de controller, que a menudo contradecía a quienes hablaban con frases que ellos mismos habían dicho en directorios anteriores”. Un ejecutivo agudo, al cual “le gustaba meter el dedo en la llaga”, sostiene un cercano al grupo.

Aunque no era considerado un tipo conflictivo, el rol que jugaba en los directorios lo fue distanciando de varios de los ejecutivos relevantes del holding. “A nadie le gusta que le cuestionen su trabajo”, señala un director. “En los últimos años la relación estaba más desgastada y Hugo ya no ‘roncaba’ como antes”, cuenta otro cercano.

Lo anterior y su avanzada diabetes -la que a veces le impedía desplazarse con facilidad- provocaron su salida de la gerencia general de Empresas Penta en 2009. De ahí en adelante Bravo se dedicó a su trabajo en los directorios, ejerciendo la vicepresidencia de Empresas Penta, la presidencia de la administradora de Fondos de Inversión Penta Las Américas, la vicepresidencia de la compañía de seguros generales Penta Security y ocupando puestos en el directorio de otras empresas como Banmédica.

Un par de semanas antes del pasado 29 de julio, Bravo dejó algunos de esos cargos. Ese día y a través de un comunicado, el SII dio a conocer la denuncia criminal que presentó ante el Ministerio Público en su contra para que sea investigado como presunto autor de delito tributario. Según dijo entonces el SII, hasta el momento se habrían detectado devoluciones indebidas obtenidas entre 2007 y 2013 y que equivalen a un monto cercano a los $ 260 millones.

Con esos antecedentes, Penta realizó, en los últimos días, un due diligence interno para descartar que el ejecutivo hubiese realizado alguna operación que pudiese ser considerada sospechosa, cuenta una fuente ligada al holding, la misma que asegura que en tal investigación no salieron nuevos datos. Hoy, Bravo está concentrado en su defensa. En los próximos días debiera volver a la fiscalía a prestar su segunda declaración, tras haber acudido a ella el pasado 7 de agosto. Consultados sus abogados Gonzalo Insunza y Catherine Lathrop, no quisieron referirse al caso, aunque aseguraron que su intención es colaborar en todo lo posible con la investigación que lleva adelante el fiscal Carlos Gajardo.

Mientras tanto, en Penta persisten las preguntas. Según reconoce un cercano al grupo, se cuestionan por qué un ejecutivo con esa trayectoria y con tales conocimientos habría actuado de tal manera. También les sorprende que el supuesto delito fuese por $ 260 millones, cifra que a la luz del patrimonio de Bravo sería menor, y más si se tiene en cuenta la cercanía que cultivó con los socios por más de 30 años.

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