Por Rosario Zanetta Junio 26, 2014

Un asunto crítico se debate por estos días en los pasillos de Teatinos 120: cuál será la estrategia que adopte el ministro de Hacienda para hacer frente a la baja de crecimiento que registra el país.

Si antes Arenas afirmaba que el corazón de la reforma no se toca, hoy ha suavizado el lenguaje. Ya no dice que no afectará a la clase media ni al ahorro. Ahora emplea conceptos más genéricos como la necesidad de recaudar un 3% del PIB, combatir la elusión y que los que tienen más paguen más.

Alberto Arenas no se demoró un segundo en confirmar su asistencia al Chile Day que se realizará el próximo 13 y 14 de octubre en Londres. El encuentro, que busca promover al país como destino financiero, permitirá al ministro de Hacienda explicar la reforma tributaria y transmitir tranquilidad a los mercados internacionales. El interés es tal que fue el propio ministerio quien contactó a los organizadores para agilizar la realización del evento y fijar la fecha lo antes posible.

Hay urgencia. Los índices y rankings sobre la economía chilena van empeorando: sólo esta semana el país dejó el top ten como centro de atracción de inversión extranjera directa -según un informe de Naciones Unidas-, mientras que el banco de inversión JP Morgan recortó el crecimiento estimado para Chile de un 2,9% a un 2,5% en 2014.

Con estas cifras en la mano, el viaje a Inglaterra no es el único que tiene agendado  el ministro para defender una de las reformas estrella de Michelle Bachelet. Este domingo se sumará a la comitiva que acompaña a la presidenta a Estados Unidos. Su misión será dar señales de normalidad a Washington que, a través de su embajador Michael Hammer, hizo un directo llamado a que Chile tenga “reglas claras” para la inversión externa.  Hasta ahora, Arenas había evitado las actividades en el extranjero, sin viajar a la OCDE o el FMI, para dedicarse exclusivamente a sacar adelante la reforma.

Sabe que el reloj está en su contra. Necesita que el proyecto sea aprobado en el Senado antes del 15 de agosto para pasar a su último trámite legislativo. El plazo fatal para que la reforma sea despachada por el Congreso es el 30 de septiembre ya que los parlamentarios necesitan tener las cifras en la mano para poder discutir la Ley de Presupuestos 2015. El martes Arenas recibió en su oficina a los senadores Ricardo Lagos Weber, Andrés Zaldívar y Carlos Montes, representantes de la Nueva Mayoría en la Comisión de Hacienda, para fijar el cronograma de lo que será la tramitación del proyecto en el Senado. Aunque la Cámara Alta se ha propuesto hacer una discusión en profundidad con más de 80 invitados, incluidos los ex ministros de Hacienda, y así marcar sus diferencias con la Cámara de Diputados que tramitó el proyecto en forma express sin ahondar en los puntos controversiales, lo cierto es que el Senado tendrá sólo el mes de julio para recibir a los expertos y apenas pueden darle 20 minutos de exposición a cada uno.

LA MANO EN LOS FONDOS SOBERANOS
Pero un asunto igual de crítico se debate por estos días en los pasillos de Teatinos 120: cuál será la estrategia que adoptará el ministro para hacer frente a la baja de crecimiento que registra el país. Tras el informe de junio de Política Monetaria del Banco Central -que bajó la estimación de crecimiento del rango de 3% a 4% a un estimado entre 2,5% y 3,5%-, la discusión se centró en las causas de la desaceleración, si se debía al manejo económico y estimaciones erradas del gobierno de Sebastián Piñera, como acusa Arenas, o más bien se explica por el precio del cobre y la incertidumbre que genera la reforma tributaria, como argumenta la oposición.

En cualquier caso, el debate que viene será cómo reactivar la economía. En el gobierno están conscientes de que si se mantienen durante los próximos años los bajos indicadores, no sólo se pondrán en riesgo los proyectos sociales y las grandes reformas, sino que Bachelet quedaría marcada por el fantasma de una mala administración económica.

Arenas baraja una alternativa que generará controversia, la posibilidad de echar mano a los fondos soberanos, un patrimonio fiscal de US$23 mil millones que Chile tiene invertidos en el exterior. Parte de estos recursos corresponden al Fondo de Estabilización Económica y Social, que tiene por finalidad precisamente cubrir déficits fiscales. Aunque la disposición de estos dineros es una atribución que depende del ministro, la fórmula genera reparos tanto en la oposición como en la Nueva Mayoría. El presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, Pablo Lorenzini (DC), sostiene que él es partidario de conseguir los recursos a través de endeudamiento, como la emisión de un bono soberano. Otro miembro de la comisión, el diputado Marcelo Schilling (PS), cree que primero es necesario activar la economía a través de una mejor ejecución presupuestaria. El Congreso citó a Arenas el 7 de julio para tener los últimos informes detallados sobre la realidad presupuestaria del país y escuchar las medidas que tomará el ministro. 

En la oposición están en estado de alerta ante la posibilidad de que estos fondos soberanos sean usados para capitalizar las empresas públicas. En mayo Bachelet anunció una importante inyección de recursos a estatales como Codelco, BancoEstado, ENAP y Enami, pero hasta la fecha no ha aclarado de dónde saldrá ese dinero. Para economistas de derecha los fondos soberanos no fueron creados con este propósito y es más, según algunos iría contra la legislación.

La sola posibilidad de capitalizar Codelco a través de fondos soberanos le generó su primera batalla interna a Arenas. La oposición a la medida del presidente del comité financiero de Hacienda, Arturo Cifuentes, y su crítica a través de los diarios , provocó la molestia del ministro, que mandó a pedir su renuncia a través de la coordinadora de mercados de capitales, Bernardita Piedrabuena. Cifuentes no aceptó renunciar y recurrió a la Contraloría, ya que consideró que se estaba pasando a llevar la institucionalidad del comité financiero, cuyas recomendaciones siempre han sido tomadas en cuenta por los ministros de Hacienda.

El episodio revela uno de los sellos de lo que ha sido la gestión de Arenas. Según ex funcionarios de la cartera, a su llegada no hubo tiempo para transiciones y removió de inmediato a todos los técnicos de primera y segunda fila vinculados a Piñera. Esto generó polémica, al sacar a autoridades elegidas por el Sistema de Alta Dirección Pública, como ocurrió en Aduanas, varias superintendencias y Tesorería. También abrió discusión el nuevo directorio de BancoEstado, donde se designó sólo a representantes del bacheletismo rompiendo la tradición de incluir figuras de la oposición. O el directorio de Codelco, presidido por el PS Óscar Landerretche y con un tinte marcadamente político, instancia que en su primera reunión decidió la salida del presidente ejecutivo de la cuprífera, Thomas Keller.

“Arenas se ha comportado más como un dirigente  político que como un ministro de Hacienda. Cometió el error al presentar la reforma sin diálogo y de manera muy violenta”, señala el senador RN de la Comisión de Hacienda José García Ruminot.

EL DESCONOCIDO
Los asesores de Alberto Arenas no lo podían creer. Pese a liderar uno de los proyectos más importantes del gobierno, el ministro marcaba apenas 36% de conocimiento en la última encuesta Adimark, muy por debajo de los ministros de La Moneda. Peor aún, según el mismo estudio una mayoría de los consultados consideraba que la reforma tributaria iba a afectar directamente a la clase media. De nada habían servido sus salidas a terreno y conversaciones con dirigentes sociales, sus rondas de entrevistas en todos los medios, sus cuatro visitas a matinales para explicar la iniciativa en lenguaje sencillo y su insistencia en repetir que el alza de impuestos sólo afectará a los sectores de mayores ingresos y no a las pequeñas y medianas empresas. La gente no le creía o no le entendía o simplemente no sabía quién estaba hablando.

En Hacienda comenzaron a elaborar explicaciones respecto al bajo perfil del ministro, apuntando a que sus antecesores en el cargo, como Andrés Velasco o Nicolás Eyzaguirre, eran más atractivos para la prensa por ser figuras presidenciables o que Felipe Larraín (quien tenía 62% de conocimiento en su primera encuesta Adimark) se hacía seguir en todas sus actividades por un camarógrafo del ministerio para luego mandar las imágenes a la televisión.

En La Moneda la evaluación era más crítica. La estrategia de Arenas no estaba dando resultado. Al ministro le estaba jugando en contra su duro carácter y fue arriesgado su diseño de presentar la reforma sin consensuarla con los distintos actores. El contraste con la buena evaluación de otros ministros del comité político, como Rodrigo Peñailillo, Álvaro Elizalde o Ximena Rincón es evidente. Un economista de la Nueva Mayoría -que formó parte de la comisión económica del comando de Bachelet- afirma que el manejo comunicacional del ministro no ha sido el mejor: “Le ha costado ordenar el debate al decir cosas poco creíbles como que la reforma la paga el 1% de la población”. 

En la Nueva Mayoría hay consenso en que Arenas partió con una actitud poco dialogante en la Cámara de Diputados, lo que tensó al máximo la discusión política con la oposición. Y aunque lograron dar una señal de fuerza al aprobar la reforma con rapidez, la incertidumbre sobre sus alcances quedó instalada en la gente. Un proyecto que en la campaña logró contundente apoyo en la ciudadanía está ahora bajo sospecha.

La fórmula comenzó a ser cuestionada por todos los ex ministros de Hacienda y por los ex presidentes del Banco Central. Es necesaria una reforma, pero no ésta, decían. Incluso levantaron voces críticas  economistas respetados y citados en el bacheletismo, como Claudio Agostini o Eduardo Engel, quien antes defendía con fuerza los cambios tributarios,  pero ahora manifiesta sus reparos a puntos concretos, como el mecanismo de renta atribuida. Engel llamó a la necesidad de abrir un diálogo político y escuchar los argumentos técnicos de otros sectores.

El propio subsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, declaró el miércoles en radio Futuro que “ha sido falla nuestra el no haber sido capaces de comunicar mejor los alcances de la reforma tributaria”.

La mala evaluación obligó al ministro a dar un giro en la estrategia. Arenas inició rondas de conversaciones con todos los actores, gremios y representantes empresariales para socializar la reforma, y con todas las bancadas, incluidos los independientes, RN, Amplitud y Evópoli. La excepción es la UDI, que no le han pedido reunión. Y si antes afirmaba que el corazón de la reforma no se toca, y esto era prácticamente todo el articulado del proyecto, hoy ha suavizado el lenguaje. Ya no dice que no afectará a la clase media ni al ahorro, y ha ajustado las cifras respecto a qué tipo de viviendas podría impactar. La duda es cuánto está dispuesto a ceder en los puntos que más traban la discusión, como los mecanismos en reemplazo del FUT que incentiven el ahorro, el método de renta atribuida o las facultades del SII. Ahora el ministro emplea conceptos más genéricos, como la necesidad de recaudar un 3% del PIB, combatir la elusión y que los que tienen más paguen más. 

Arenas se afirma en un férreo grupo de trabajo al interior de Hacienda, cuyos pilares son Bernardita Piedrabuena, el coordinador macroeconómico Claudio Soto, Enrique Paris, Macarena Lobos, entre otros. Varios lo acompañan desde que dirigió la Dipres. Pero es  Micco, a quien muchos sindican como uno de los cerebros detrás de la reforma y quien genera suministros para la discusión técnica.

Pero sin duda, afirman en La Moneda y la Nueva Mayoría, el principal capital de Arenas es que goza de la confianza de Bachelet, y sus opiniones tienen ascendiente en el comité político. Por eso el cómo se resuelva finalmente la discusión tributaria y el problema de la desaceleración de la economía va a ser clave para que el ministro mantenga ese capital.

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