Por Francisco Aravena Febrero 6, 2014

© José Miguel Méndez

"Hay una serie de elementos técnicos que tenemos hoy que no aplicamos a la salud de la manera en que, por ejemplo, Google los aplica a los mapas o Amazon lo hace con tu comportamiento de compras"

"Si el 85% de los problemas principales que vemos en nuestros hospitales se relacionan con la conducta, ¿cuánto tiempo usamos en tratar de entender cómo cambiar esos comportamientos?"

Desde su creación en 1997, la Fundación Bill & Melinda Gates siempre había sacado a sus directores ejecutivos de su fuente natural: Microsoft. Sin embargo, la primera elección de una persona que nada ha tenido que ver con la compañía para ocupar ese sillón. “He trabajado en salud global desde el principio de mi carrera. Pasé dos años en Uganda, de 1989 a 1991, estudiando el VIH sida y los cánceres relacionados. Y, más recientemente, he participado en el directorio de consultores científicos de la fundación”, explica Susan Desmond-Hellmann a Qué Pasa, días después del anuncio de su designación. “Creo que ser la primera CEO que no viene de Microsoft me va a permitir aportar con una serie de experiencias previas que espero puedan agregar valor y sumar nuevas maneras de pensar a la fundación”, agrega, aunque advierte que no existe un plan de cambio de dirección estratégica de la institución fundada por el magnate del software, su esposa y el filántropo Warren Buffet, y que actualmente maneja cerca de 40 mil millones de dólares.

Desmond- Hellmann, quien asumirá el cargo a partir de mayo próximo, parece una elección obvia por su currículum -doctora, investigadora en cáncer y ejecutiva del laboratorio Genentech, miembro del directorio de Facebook, máxima autoridad de la Universidad de California en San Francisco (UCSF)-, y escucharla hablar hace que su designación cobre mucho más sentido: Desmond- Hellmann es una mujer con visión. Y, quizás más importante, su visión tiene un camino amplio y pavimentado hacia la acción.

Tiene sentido para alguien que varias veces ha sido incluida en la lista de las 50 mujeres más poderosas del mundo de los negocios en la revista Fortune.

La ejecutiva y científica estuvo en Santiago en diciembre pasado -antes del anuncio de su designación en la Fundación Gates-, participando de las actividades de celebración de los 15 años de otra fundación: Ciencia & Vida, fundada por el Premio Nacional de Ciencias Pablo Valenzuela, y que trabaja en estrecha colaboración con profesionales de la UCSF, universidad estatal que Desmond- Hellmann -la primera mujer en ocupar ese puesto en 150 años de historia- dirigirá hasta abril. Durante esa visita conversó con Qué Pasa, en una charla que comenzó en uno de los mundos que han marcado su visión: la industria farmacéutica, que en ciertos aspectos puede ser considerada la antagonista del bien común cuando se discuten asuntos como accesibilidad global a medicamentos, restricciones de patente y, particularmente hoy en Estados Unidos, en medio de la discusión por la reforma de salud impulsada por el gobierno de Obama, por los costos de la salud en general.

-Tras 14 años en Genentech, ¿Qué tan lejos cree que está la industria del servicio al público?

-Creo que hay dos fuerzas opuestas, y eso probablemente es sano. Por un lado, creo que el público está preocupado de que los doctores no estén contaminados por conflictos de interés, o que parezcan estar actuando en beneficio propio. Ha habido conflictos, y esto es una preocupación válida. Por otro lado, está claro que quienes están en la academia y desean que sus investigaciones lleguen a la gente quieren trabajar con las compañías, porque es la manera más eficiente de traducir los descubrimientos en medicinas que impacten las vidas de muchas personas. Si eres un científico o un doctor, quieres tener un impacto en mucha gente, es tu misión, es tu meta. 

Es el tipo de impacto que ella presenció como oncóloga en su trabajo con pacientes y en Genentech, cuando ese laboratorio participó en el desarrollo del Herceptin, una medicina diseñada para atacar una de las formas más temidas de cáncer de mama que, explica, representa cerca del 25% de todos los casos. “Como oncóloga me sentía muy frustrada”, recuerda. “Era 1998 y había mucho escepticismo sobre las posibilidades de nuestra investigación; era una forma completamente nueva de tratar el cáncer de mama.  Solíamos usar drogas de quimioterapia muy poderosas, y el Herceptin era mucho más natural, es un anticuerpo, hecho a la medida, diseñado para ciertos tipos de cáncer de mama. Dada mi posición en la compañía, fui una de las primeras personas que supieron que servía. Recuerdo perfectamente, cuando corrí a la oficina del CEO y le conté: ¡funcionó!, ¡extendió la vida!”, relata. “Es por este tipo de cosas que uno se transforma en una investigadora del cáncer. Y creo que no sólo fue para esos pacientes, sino que abrió todo un mundo nuevo de lo que se denominan terapias dirigidas”.

-Una de las principales críticas a la industria farmacéutica, particularmente la estadounidense, apunta al conflicto entre costos y disponibilidad en el resto del mundo. ¿Es posible resolver ese conflicto? 

-Fabricar drogas hoy en día es tremendamente complejo, impredecible, y los productos que se logran son realmente demandados por la gente. Eso plantea desde luego un conflicto inherente entre un producto tan necesitado y un proceso tan complejo e impredecible, con inversionistas que buscan recuperar su dinero. En parte porque he estado en el sector privado y en el sector público, puedo entender ambos lados. Mi propio punto de vista es que ese conflicto y desafío siempre estará ahí; de manera que en lugar de enojarme, creo que es más útil preguntarse cómo contribuir.

Parte de la respuesta a esa pregunta, explica, está en un informe para la Academia de Ciencias de Estados Unidos en el que ella tomó parte (fue codirectora del comité que lo escribió), publicado en 2011. Toward Precision Medicine: Building a Knowledge Network for Biomedical Research and a New Taxonomy of Disease (Hacia la medicina de precisión: construyendo una red de conocimientos para la investigación biomédica y una nueva taxonomía de las enfermedades). “Si usamos información, big data, como la contenida en los registros de salud electrónicos, realmente podemos cambiar la manera en que entendemos las enfermedades”, explica Desmond-Hellmann. “Hay una serie de elementos técnicos que tenemos hoy que no aplicamos a la salud de la manera en que, por ejemplo, Google los aplica a los mapas o Amazon lo hace con tu comportamiento de compras. Si pudiéramos usar esos mismos algoritmos, esa información, para entender la salud de una forma realmente profunda, usando genómica, usando técnica, creo que podríamos transformar completamente el cómo entendemos las enfermedades, y cuán eficiente podría ser el desarrollo de nuevas drogas. Y eso podría permitir una baja en los costos”.

-A propósito, se ven casos interesantes, como en África, donde la cobertura de teléfonos móviles parece suplir en parte los problemas de cobertura de los servicios de salud. De la escasez pueden surgir soluciones originales...

-Absolutamente; creo que está muy bien expresado de esa manera. Es excitante. Tenemos tanta necesidad de hacer que el servicio de salud sea más eficiente que surgen soluciones interesantes. En términos de salud global, esto solía estar basado en un enfoque paternalista en el que doctores estadounidenses o británicos tenían ideas muy inteligentes y necesitaban ir a África para ayudar porque lo necesitan. Muy paternalista, bienintencionado, pero poco sostenible y sin crear demasiado valor. En cambio, un término que usamos ahora en salud global es “twinning” (por “twins”, en inglés, gemelos). En UCSF tenemos una relación con un hospital en Tanzania: gente de su hospital viene a California y gente de nuestro hospital va allá. Aprendemos y aprenden.

Una de las cosas que aprenden, explica,  es cómo usar dispositivos móviles en salud. “Son soluciones que han surgido de las necesidades específicas y que son poderosas. También hay otro asunto que observar: ¿Cuánto de autocontrol puedo aportar en salud? Todos estos avances técnicos son sólo herramientas, pero no hacen que las cosas sucedan por sí solas. Cada vez más, lo más interesante en salud es pensar en cambios de conductas, en cómo hacer que la gente adopte comportamientos sanos, que los sostenga. Tenemos en la universidad a varios sociólogos trabajando con nosotros, ayudándonos con eso: si el 85% de los problemas principales que vemos en nuestros hospitales se relacionan con la conducta, ¿cuánto tiempo usamos en tratar de entender cómo cambiar esos comportamientos? Es una buena pregunta. Y la respuesta es: no lo suficiente”.

-Usted está en el directorio de Facebook. ¿Cómo llegó ahí ?

-Me invitó Mark Zuckerberg. Estoy muy interesada en el networking y en el comportamiento humano, y creo que una de las maneras más efectivas de cambiar tu comportamiento en salud es que tus contactos sociales sean saludables. Tal como la mejor manera de estropearlo es tener redes sociales poco sanas. Yo quería entender cómo funciona eso, porque funciona igual en redes reales que en redes virtuales, pueden ser tus vecinos o tus contactos en Facebook. Me interesaba mucho. Y como estamos en Silicon Valley, pensé que había que  aprovechar a los vecinos. Y cuando Mark Zuckerberg me invitó al directorio me pareció muy interesante conocer más del funcionamiento de la compañía.

-Es interesante cómo logra cruzar caminos y hacer que todo parezca tan coherente...

-Sí (se ríe). Definitivamente soy una persona a la que le gusta la visión amplia. En ciencia hay gente fascinante que puede enfocarse en cosas muy puntuales, como el funcionamiento de la mitocondria. Yo no soy de ese tipo de personas...Me gusta pensar en forma multidisciplinaria, y es lo que me hace feliz. En UCSF a menudo me siento muy joven y en Facebook a menudo me siento muy vieja.

Relacionados