Por Nicolás Alonso y Rosario Zanetta Enero 16, 2014

© Esteban Zúñiga

García tiene varios hobbies: toca el bajo, estudia sobre guerras y batallas, es adicto a los  juegos de estrategia y, en algún momento, incluso llegó a escribir un paper sobre ellos.

La tarde del miércoles, y con 27 votos a favor, el Senado aprobó la nominación de Pablo García (43) como nuevo consejero del Banco Central. Esa mañana, el economista expuso en el Congreso su punto de vista sobre la economía chilena e internacional. García habló rápido, estaba algo nervioso. Aun así respondió una a una las dudas de los senadores de la Comisión de Hacienda. Horas después, los parlamentarios se cuadraron detrás de su nombre y, pasadas las cinco de la tarde, lo eligieron para integrar la mesa que preside Rodrigo Vergara y que componen también Joaquín Vial, Enrique Marshall y Sebastián Claro. La decisión fue unánime. Semanas antes, sin embargo, la situación era distinta.

Cuando el pasado 6 de enero el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, anunció que el gobierno nominaría a Pablo García como candidato al Banco Central, empezaron a surgir las discrepancias. El Partido Socialista no vio con buenos ojos la propuesta, sobre todo porque consideró al economista como un hombre cercano al PPD y no al PS, a diferencia del saliente consejero Manuel Marfán, a quien García reemplazaría.

Las conversaciones entre ambos partidos no se hicieron esperar. Fue Ricardo Lagos Weber quien, finalmente, destrabó la negociación, proponiendo al partido una fórmula: García sería nominado en esta oportunidad y el turno del Partido Socialista llegaría a la hora de reemplazar al actual consejero, Enrique Marshall, de sensibilidad PPD y cuyo  periodo en el banco concluye en 2015. El enroque funcionó.

A pesar de los ribetes políticos que tuvo su nominación, quienes conocen a García aseguran que éste es, ante todo, un técnico y un liberal. Si bien su padre, Eduardo García D’Acuña, participó en la Izquierda Cristiana, fue cercano a Eduardo Frei Montalva, y su tío Arturo Jirón fue el médico de Salvador Allende, él es descrito por gente de su entorno como un hombre de centroizquierda, pero con amistades en todo el espectro. Entre sus cercanos se encuentran Vittorio Corbo, José De Gregorio,  Rodrigo Valdés y Andrea Repetto. En el Banco Central, donde trabajó cerca de una década, lo consideran un “hombre de la casa” y parte del staff. La suya fue una carrera ascendente, pero no por eso fácil: el respeto se lo ganó sorteando varios momentos complejos.

EL ALUMNO ATÍPICO

Desde niño su vida estuvo marcada por la economía. Su padre fue un destacado académico que influyó en varias generaciones. Vittorio Corbo incluso ha señalado que fue su mentor. García D’Acuña fue el primer chileno en obtener un doctorado en Economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y así se convirtió en un referente. Cuando algún chileno llegaba a estudiar a Boston era inevitable que los profesores le preguntaran por él. Su muerte, de un agresivo cáncer, marcó la vida del entonces estudiante Pablo García.

Pese al golpe siguió sus pasos y se dedicó a la economía. Entró a la UC y aunque según sus compañeros era “algo más hippie que el resto”, eso no pesó en Felipe Larraín, quien lo eligió como su ayudante de macroeconomía. “Pablo no era el típico ingeniero comercial de la Católica, ordenadito. Era relajado, más ‘lana’. Eso sí, tenía la habilidad para pensar temas elevados y bajarlos a términos simples”, recuerda uno de sus compañeros.

En sus años en la UC coincidió con varios reconocidos economistas: Andrea Repetto, Claudio Agostini, Guillermo Larraín y Bernardita Piedrabuena. También en la Católica realizó su magíster. Su profesor guía de la tesis fue Manuel Marfán, a quien ahora reemplaza en el edificio de calle Agustinas.

En 1995, García partió a Boston, con una beca Fulbright y otra Presidente de la República para cursar su doctorado en el MIT. “Esos años no los dedicó exclusivamente al estudio. García se hizo famoso por organizar asados y armar panoramas”, cuenta Soledad Arellano, actual subsecretaria de Evaluación Social, con quien compartió en la universidad estadounidense. Hasta hoy tiene numerosos hobbies: toca el bajo, estudia sobre guerras y batallas, es adicto a los juegos de estrategia y, en algún momento, incluso llegó a escribir un paper sobre ellos. “Es una persona muy abierta de mente, tiene amigos muy diversos, desde economistas hasta escritores y cineastas. Le gusta el arte chileno contemporáneo y es un historiador amateur”, cuenta Andrea Repetto.

La experiencia de Boston también lo marcó en lo profesional. Ahí conoció al destacado profesor Rudiger Dornbusch, quien guió su tesis. En esos años, García escribió sobre macroeconomía internacional, una de sus materias predilectas, y en particular sobre el tipo de cambio real, la desigualdad de los ingresos y la inversión internacional de los países pequeños. La experiencia que adquirió en este tipo de temas sería clave para lo que vendría después.

TIEMPOS REVUELTOS

Con el doctorado en mano, García volvió a Chile y una vez instalado empezó su carrera en el Banco Central. Primero fue economista senior, luego gerente de análisis macroeconómico y posteriormente gerente de estabilidad financiera. Poco a poco fue conociendo el banco y su funcionamiento. En el ente emisor también lo fueron conociendo a él: su estilo frontal y directo en un principio intimidó a varios de sus compañeros, los que luego lo bautizaron como el “cabezón García”, por sus capacidades analíticas.

“Si hoy miro hacia atrás, en el Banco Central había claramente dos estrellas: Rodrigo Valdés y Pablo García”, afirma el economista Jorge Desormeaux, quien trabajó por años en la institución. A pesar de ir ganando reconocimiento, en el camino, García también se encontró con dificultades. Otro funcionario del banco que compartió con él en esos años cuenta que García y Rodrigo Valdés tuvieron fuertes diferencias con Manuel Marfán, entonces miembro del consejo. Los distintos criterios chocaron en más de una reunión.

Pero la verdadera prueba de fuego para el nuevo consejero vino años después. La fuerte crisis económica que golpeó a Estados Unidos y luego al resto del mundo en 2008 fue para el economista, entonces de 38 años, una oportunidad decisiva: en ese tiempo era el gerente de estudios del Banco, y por lo tanto, sus análisis y los de su equipo servían de input para las decisiones que tomaba el consejo.

En menos de un año el Banco Central bajó de forma inédita la tasa de política monetaria desde un 8,25% a un nivel de 0,50%, con el objetivo de impulsar la economía. Un golpe de timón que coincide con el estilo de García. “Él es un tipo de manos a la obra en lo económico. No tiene miedo a que la política económica tome protagonismo. No le teme a mover las palancas cuando es necesario”, señala un funcionario del banco de esos años.

El aporte de García durante las turbulencias fue pronto reconocido por el consejo. Por eso, cuando el gobierno solicitó al banco un nombre para enviar al Fondo Monetario Internacional, éste promovió de forma unánime el nombramiento del economista. Así, en 2010 García regresó a Estados Unidos, aunque esta vez a Washington, para asumir primero como director alterno y luego como director ejecutivo para el Cono Sur de la entidad.

Un conocedor del FMI asegura que García sobresalió en esa instancia por su capacidad técnica. Y que rápidamente ganó espacio, también gracias a que la economía chilena era considerada la niña bonita de la región. En esos días era normal verlo trotar con Rodrigo Valdés alrededor de la Reserva Federal estadounidense. Su afición por el running lo tiene ahora abocado a los triatlones. Mientras tanto, comienza a preparar su regreso a Chile, a uno de los desafíos más importantes de su carrera.

Relacionados