Por Rosario Zanetta Diciembre 5, 2013

© Pablo Sanhueza

La mayoría de los cuadros que se encuentran en el Central llegaron a él en la década de los ochenta, cuando varios bancos, atribulados por la crisis, pagaron con obras de arte parte de la deuda subordinada. El mayor aportante fue el Banco de Talca, que entregó 115 obras.

El palacio de La Moneda, la Biblioteca Nacional, el Senado y otros espacios acogen hasta hoy obras que, en realidad, pertenecen al banco. Los primeros convenios de comodato se firmaron a principios de los 90, sobre todo porque en el céntrico edificio había restricciones de espacio.

Los pasillos del Banco Central los envidiaría cualquier museo. En las paredes del edificio, diseñado por el arquitecto Alberto Cruz Montt, hay ovejas y mares, carretas y paisajes chilenos. Es una de las colecciones de pintura chilena más completas del país. Nombres como los de Juan Francisco González, Pedro Lira, Alberto Orrego Luco, Alberto Valenzuela Llanos y Onofre Jarpa son parte del inventario.

Varios de ellos llegaron al banco casi por casualidad. Hoy, sin embargo, son parte de una colección de unas 320 obras que el organismo está empeñado en preservar. Y aunque de vez en cuando reciben ofertas por algunas de las pinturas que decoran los rincones del antiguo edificio de calle Agustinas, la política del organismo ha sido siempre clara: ni comprar ni vender. A través del tiempo, el instituto emisor ha logrado hacerse de una colección amplia, que año a año se registra en los balances del banco y cuyos activos ascienden a $1.652 millones (poco más de US$ 3 millones).

EN PARTE DE PAGO

La última vez que el Banco Central compró cuadros fue en enero de 1972. El Ministerio de Relaciones Exteriores de la época intentaba entonces recuperar 20 obras del pintor chileno Luis Herrera Guevara que pertenecían a Álvaro de Silva, un chileno radicado en Nueva York. Fue el Banco Central el que se interesó en los cuadros y los adquirió. Los trajo de vuelta a Chile y los incorporó a su colección.

Para ese entonces, el instituto emisor ya tenía cerca de un centenar de pinturas que desde su fundación, en 1925, el banco se preocupó de encargar -sobre todo retratos- a distintos artistas para decorar sus muros y oficinas. Así, por ejemplo, a Coke Délano le pidieron un retrato de gran formato del ex presidente Arturo Alessandri Palma. Ese óleo es hoy el único cuadro que decora la Sala de Consejo, donde mensualmente se realizan las reuniones de política monetaria.

El grueso de las obras de arte que el Central alberga en su antiguo edificio de calle Agustinas llegó al banco a fines de los 80. La crisis económica de la primera mitad de esa década puso a varias instituciones financieras en una situación compleja y, ante la liquidación de sus bienes, los bancos de entonces echaron mano a sus obras de arte para cancelar parte de la deuda subordinada.

Fue así como el Central recibió, entre septiembre de 1986 y julio de 1987, un total de 224 cuadros. El mayor aportante fue el Banco de Talca, el cual entregó 115 obras al instituto emisor. Otras 17 pinturas fueron entregadas por el Banco Unido de Fomento, mientras que el Banco Hipotecario de Chile cedió 92 obras en parte de pago.

Así, el Banco Central se hizo de una colección que hasta el día de hoy conserva y convirtió la suya en una de las mejores pinacotecas del país. Carolina Besa, jefa del Departamento de Extensión del Banco, destaca que a pesar del origen diverso de los cuadros, el grupo de obras se caracteriza por una coherencia tanto en los motivos como en la época a la cual pertenecen, siendo la mayoría pinturas de artistas de mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

ARTE EN LA OFICINA

Quienes por años se han visto favorecidos con la belleza de la vasta colección de pintura han sido los consejeros del banco. El actual presidente, Rodrigo Vergara, tiene en su oficina y secretaría un total de 13 obras, entre las cuales destacan tres cuadros de Juan Francisco González, uno de Onofre Jarpa, dos de Alfredo Valenzuela Puelma y uno de Pedro Subercaseaux.

Los demás miembros del consejo suelen tener en sus despachos entre 5 y 6 obras cada uno, pinturas con las cuales los economistas habitualmente se encariñan. Manuel Marfán, por ejemplo, cuenta que a menudo contempla el cuadro que está en su oficina, justo a sus espaldas. La pintura, titulada “Niño atribulado”, es obra de Agustín Araya y según el vicepresidente del instituto emisor, le recuerda a Luchín, el niño frágil de las canciones de Víctor Jara.

Algo similar le ocurre a Jorge Desormeaux. A pesar de que han pasado cuatro años desde que dejó sus oficinas en el segundo piso del banco, hasta el día de hoy recuerda especialmente dos pinturas. La primera, la tuvo por varios años en su oficina y es un retrato de Mariano Egaña, realizado por Monvoisin. La segunda es “Combate de Angamos”, obra de Thomas Somerscales, la cual según Desormeaux “es imposible olvidar”, especialmente por su extraordinario manejo de la luz.

Marfán y Desormeaux no han sido los únicos que se han encariñado con determinadas obras. Desde el banco confiesan que algunos ejecutivos han pedido que los cuadros que adornan sus oficinas se trasladen con ellos cuando se les asigna una nueva dependencia en el edificio. Y aunque en algunos casos se han hecho traslados o intercambios, por lo general la norma es que los cuadros son de las oficinas y no de quienes las ocupan.

Otro de los rincones del banco que albergan varias obras es la Sala Pedro Lira. Hasta 2005 este espacio era conocido como el Salón de Protocolo, pero ese año y con motivo del aniversario número 80 del banco se decidió rebautizarlo con el nombre del artista, como una forma de rendirle homenaje. La idea fue del ex director del Museo Nacional de Bellas Artes, Milan Ivelic, quien según distintas autoridades del banco ha sido un gran colaborador en asuntos artísticos. Hoy, la sala reúne 10 obras de Lira, entre las cuales destaca “Padre e hija”, la que ocupa un sitio protagónico al fondo del salón y que, según Besa, refleja la influencia que tuvo París en la obra del artista.

El resto de las pinturas están distribuidas en los pasillos y otras oficinas. Al entrar al banco, en el hall principal, por ejemplo, está la “Gran palma”, de Onofre Jarpa. En el corredor del segundo piso, en cambio, están las ovejas de Rafael Correa, así como también obras de Luis Strozzi y Orrego Luco. En el tercero, por su parte, destacan las vistosas marinas de Thomas Somerscales.

Sin embargo, no todas las pinturas que el Central tiene están expuestas en el edificio de Agustinas. Desde hace años, el instituto emisor mantiene contratos de comodato con distintas entidades, por lo que algunas obras que pertenecen al banco decoran también diversos edificios públicos.

PRÉSTAMO A LA MONEDA

El palacio de La Moneda, la Biblioteca Nacional, el Senado, el Museo Nacional de Bellas Artes y otros espacios acogen hasta el día de hoy obras que, en realidad, pertenecen al banco. Los primeros convenios de comodato se firmaron a principios de los 90, sobre todo porque en el edificio de calle Agustinas había restricciones de espacio.

Así, por ejemplo, el 16 de abril de 1992, el entonces gerente general del Central, Enrique Marshall, firmó un convenio con la Dibam, en el cual se establecía que ésta recibiría las obras a modo de préstamo por un plazo de cinco años renovables. Un año antes, se firmó un acuerdo similar con La Moneda y otro equivalente con el Senado.

Actualmente, una de las obras cedidas a La Moneda decora el gabinete del presidente Sebastián Piñera, mientras que otra se encuentra en la oficina de la primera dama. En total, son seis los cuadros del Banco Central que están en el palacio presidencial,  mientras que otras cinco obras decoran el Senado.

Este año, sin embargo, el Banco Central trabaja en la redacción de nuevos contratos de comodato. Al principio, estos convenios eran apenas documentos de dos páginas, en los cuales las instituciones que recibían las obras se comprometían en asuntos generales, como el “esmerado cuidado” de las pinturas en cuestión. Hoy, estos textos -que han sido elaborados en conjunto con la Fiscalía del banco- han elevado las exigencias para quienes reciben los títulos en calidad de préstamo. Esos mismos criterios se aplican también a aquellas instituciones a las que el banco les presta obras por periodos acotados de tiempo.

AIRES DE CAMBIO

La revisión de los contratos no ha sido el único trabajo que han realizado en el banco respecto de su colección de pinturas. Desde julio de este año, dos historiadoras del arte están abocadas a analizar 90 de las cerca de 320 obras que posee la institución. El objetivo de su trabajo es implementar un plan de catalogación de las mismas, así como también, revisar el estado en el que se encuentran.

Según cuentan, Cynthia Valdivieso y Marisol Ritcher, en la primera etapa, se enfocaron a revisar in situ cada uno de los cuadros, tomar imágenes y así registrar cada detalle sobre el artista o el estado de conservación de su obra. Luego ambas revisaron fuentes documentales, además de levantar datos que incorporaron a su análisis. El 25 de septiembre pasado entregaron un informe preliminar de su trabajo, en el cual comentan “que las obras que el Central posee están en buenas condiciones”. Eso sí, sugieren, por ejemplo, algunos trabajos de limpieza superficial para remover el polvo que se ha acumulado en algunos, y en otros casos han propuesto un cambio de barniz.

La idea del banco es que ambas especialistas sigan revisando una a una las obras, para así tener una noción más clara sobre los trabajos de restauración que las pinturas podrían requerir.

Entre las tareas pendientes que el banco tiene respecto de su colección está la de realizar una tasación de las obras que mantiene. Como la mayoría de éstas llegaron al Central como parte de pago de una deuda, los precios de las obras eran conocidos. Desde entonces tales valores sólo han sido corregidos según la variación del IPC, por lo que en el Central sospechan que los precios de sus obras podrían estar subestimados. Por lo mismo, piensan que a futuro éstos podrían subir.

Relacionados