Por Octubre 22, 2013

“¿Cómo debe ser el Estado que necesita Chile para ser un país desarrollado?”, fue la pregunta que me invitó a responder Qué Pasa, a título estrictamente personal.

Con tal objeto considero, primero, cuáles son los desafíos que enfrentamos para ser un país desarrollado, y luego analizo cuál debiera ser el rol del Estado enfrentando estos desafíos.

Dos son los principales desafíos para las próximas décadas si queremos ser un país desarrollado. Primero, transitar hacia una sociedad con instituciones inclusivas, donde la riqueza y las oportunidades se distribuyan mucho mejor que en la actualidad. Segundo, mantener tasas de crecimiento similares a aquellas de las últimas décadas, lo cual significa facilitar la participación laboral e introducir reformas que mejoren la productividad.

El rol del Estado es clave para abordar cada una de las tareas anteriores.

¿Dónde topamos para tener instituciones más inclusivas? ¿Cuál es el origen de la mala distribución del ingreso, de la riqueza, del poder? Las razones son múltiples y algunas no son fáciles de abordar. Sin embargo, hay varios determinantes donde tenemos evidencia sobre cómo operan y sabemos qué hacer.

Un primer tema a abordar es que el uno por ciento con más altos ingresos paga impuestos a la renta que, en promedio, son muy bajos, en torno al 10 %. Los trabajos de Piketty y Saez han establecido una clara relación entre las tasas de impuesto a la renta del llamado “uno por ciento” y la distribución del ingreso. Tasas bajas facilitan la acumulación de riqueza en el tiempo, manteniendo y reforzando instituciones poco inclusivas. 

Un segundo impedimento para tener una sociedad más equitativa son diferencias importantes en la calidad de la educación que reciben los chilenos. La educación de la mayoría debe mejorar considerablemente, lo cual requiere una inyección importante de recursos estatales y cambios institucionales que aseguren que dichos recursos rindan los frutos esperados.

La conclusión ineludible es que se requiere aumentar la carga tributaria y que la mayor parte del incremento de impuestos debiera ser financiada por el uno por ciento de más altos ingresos.

A TRANSPARENTAR LA POLÍTICA

Un paréntesis que no puedo evitar. En días recientes hemos visto, una vez más, cómo la derecha, liderada por el presidente Piñera, insiste en que basta con el crecimiento para allegar los recursos que el Estado necesita en los años que vienen.  Este argumento es lisa y llanamente equivocado. Durante las últimas dos décadas los ingresos totales del Estado no han variado mayormente, manteniéndose en torno al 20% del PIB. Durante el mismo período, el PIB creció a más del doble. Está claro, entonces, que se requieren reformas profundas al sistema impositivo si se desea aumentar la carga tributaria. La mala distribución del ingreso también tiene que ver con la falta de transparencia en el financiamiento de la política. Las instituciones del Estado son susceptibles de ser capturadas por grupos de interés cuando no se sabe quién financia a los partidos y las campañas.

Un ejemplo paradigmático del problema anterior fue la aprobación de la Ley de Pesca durante el 2012. Se trataba de una oportunidad única para mejorar la distribución del ingreso y, al mismo tiempo, lograr mejoras de productividad en el sector pesquero. Estaban en juego rentas por cientos de millones de dólares anuales que, mediante un simple cambio legal, podían financiar bienes y servicios para todos los chilenos. Sucedió exactamente lo contrario. Las rentas de la pesca fueron transferidas de manera indefinida al grupo que se había beneficiado de ellas durante décadas. Luego supimos que el gerente de una de las principales empresas del sector realizó pagos a parlamentarios quienes votaron favoreciendo los intereses de la empresa.

Fueron varias las iniciativas donde el gobierno intentó introducir competencia, lo cual hubiese mejorado el poder adquisitivo de la mayoría de los chilenos y reducido la concentración del ingreso obtenida mediante barreras de entrada. Fracasaron casi todas. Iniciativas para abaratar el costo de los remedios, de los notarios y conservadores de bienes raíces, del cabotaje marítimo y aéreo, todas ellas fracasaron. “El poder del dinero tiene una influencia gigantesca en la legislación chilena”, afirmó el ministro Mañalich a propósito del lobby que se opuso a iniciativas del gobierno para reducir los precios de los medicamentos.

Un Estado más robusto a la captura es clave para mejorar la distribución del ingreso y, al mismo tiempo, la productividad de la economía. Porque la evidencia al respecto es clara, una de las principales fuentes de crecimiento y desarrollo para países de ingresos medios como Chile es derribar barreras e introducir más competencia en sectores claves de la economía

Posiblemente la política más prometedora para contribuir al crecimiento económico en el corto plazo sea facilitar y promover la empleabilidad femenina, tema donde Chile ocupa el lugar 110 entre 139 países en participación laboral femenina (Foro Económico Mundial). Esto requiere modificar una serie de regulaciones que, siendo bienintencionadas, terminan por hacer poco atractivo contratar mujeres. 

Posiblemente, el impedimento más importante a la participación laboral femenina sea el Artículo 203 del Código del Trabajo, una normativa que obliga a toda empresa con 20 o más trabajadoras a  pagar salas cuna a sus hijos e hijas. Esto lleva a problemas de participación laboral e incrementa el desempleo de mujeres de sectores vulnerables. También acrecienta la brecha laboral respecto de las remuneraciones de los hombres para mujeres de todos los niveles de ingreso.

Se han hecho varias propuestas para tener salas cuna para todos los hijos e hijas de trabajadores, independiente del tamaño de la empresa y de si quien trabaja es el padre o la madre. Varias de estas propuestas requieren de mayores recursos públicos lo cual nos lleva, una vez más, a la importancia de incrementar la carga tributaria.

En resumen, más y mejor Estado es lo que Chile requiere para ser un país desarrollado. No basta con tener más Estado, no basta con que el Estado que tenemos sea mejor. Se necesita la combinación de ambos.

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