Por Pedro Troncoso, abogado y académico. Julio 4, 2013

La propuesta tributaria de Michelle Bachelet implica una reforma estructural al sistema imperante en los últimos 29 años. Sabemos que la tasa marginal personal se elevará al 35% y la de Primera Categoría -que grava la renta empresarial y del capital- al 25%; que al cabo de 4 años se acabará el FUT y será reemplazado por otro sistema donde, para decirlo en simple, la rentas de Primera Categoría se determinarán en base a la diferencia entre ingresos y gastos, considerándose entre éstos la depreciación instantánea de los bienes de capital. Ésto ha sido explicitado, entre otras medidas, como el gran incentivo para la inversión de las empresas. Después del impacto inicial, resulta válido formular preguntas que, en mi opinión, la propuesta hasta ahora no responde. Como los tributaristas nos dedicamos a la “letra chica”, es desde ahí donde podemos ver el real impacto de la reforma.

UNA BAJA NO TAN CLARA

Una buena noticia de la propuesta es que el impuesto que grava las empresas y rentas del capital (Primera Categoría) seguirá siendo crédito contra el Impuesto Global Complementario y Adicional. Por ejemplo, si la empresa tiene $1.000 de utilidad, se aplicará el impuesto de Primera con tasa del 25%; y luego se reconstituyen los $1.000 de la utilidad original y se aplica el impuesto personal sobre tal base con tasa máxima de 35%. Luego, ese socio deberá pagar $350 de impuesto, pero abonará como crédito el impuesto pagado por la empresa (tal como hoy), pagando un diferencial de $100 de su propio bolsillo, independientemente de si ha recibido total o parcialmente su parte de utilidades. Una primera conclusión: cuando la tasa del socio o accionista es la máxima, el impuesto real empresarial será del 35% y no del 25%.

Pero, ¿qué pasa con un socio cuya tasa de impuestos personal es del 15% y le corresponden $225 de utilidad bruta ($168,75 de utilidad neta más $56,25 por impuesto empresarial)? Bueno, su tributación personal debería ser $33,75 que el crédito por el impuesto de Primera cubre sobradamente; ¿y el saldo de $22,5? En el sistema actual le sería devuelto, pero eso no sucederá en el nuevo. De este modo, cualquiera sea la tasa inferior al 25% de Global Complementario para los socios o accionistas, la tasa efectiva por esta clase de rentas será del 25% y la baja del impuesto personal ilusoria.

UN INCENTIVO PERVERSO

Cualquiera que haya valorado una empresa sabe que, entre otros factores, se consideran sus resultados por varios años. El sistema actual basado en el FUT así lo asume, de modo que si en el ejercicio 1 la empresa tuvo utilidad de $ 1.000, pagó $200 por Primera Categoría; si al año siguiente sufre una pérdida de $ 1.000, podrá pedir la devolución de esos $ 200 ya que en el sistema actual aquel pago tuvo carácter de “provisional”. En el mismo caso, ya que los socios no hicieron retiros porque mantuvieron la utilidad en la empresa, aunque perdieron la parte que les tocaba en la utilidad, no pagarán nada a nivel de Global Complementario.

Bajo el nuevo sistema, la empresa que perdió plata no podrá pedir que le devuelvan el impuesto pagado. Pero lo peor de todo es que sus socios, que para financiar las operaciones del negocio dejaron en él la totalidad de sus utilidades, tampoco recuperarán un peso. En el contexto de dos años, los socios habrán pagado un impuesto personal por una renta que nunca percibieron, lo que parece injusto.

Por lo tanto, la propuesta incentiva retirar la totalidad de las utilidades anuales, descapitalizando la empresa; y ya con las utilidades íntegramente tributadas en el bolsillo personal, hay también un incentivo a consumir en vez de reinvertir. Esto genera “externalidades negativas”, como menor pago de patentes municipales, que se calculan sobre el patrimonio tributario, el que previsiblemente disminuirá, y empresas menos solventes ante la banca que deberán avalar sus socios.

CRÉDITO INEVITABLE

Todos sabemos la importancia que tienen las pymes. He revisado cientos de balances de estas empresas para comprobar, casi sin excepción, que sus capitales son uno o pocos millones y las utilidades acumuladas varios cientos o miles, que están en edificios, mercaderías, equipos, capital de trabajo, etc. Es evidente que este financiamiento con recursos propios se verá menguado por lo anteriormente descrito, debiendo recurrirse al crédito. Éste será con los dueños o con la banca, lo que contribuirá a aumentar los costos, disminuir la renta y la tributación.

EFECTO NO ESPERADO

La empresa que adquiera bienes de capital podrá depreciar -llevar a gasto- la totalidad de su costo el mismo día de la compra y no a lo largo de varios años, como hoy. Obviamente la medida parece positiva para quienes son intensivos en la adquisición de bienes de capital, pero para el Fisco podría producirse un efecto no deseado. En industrias donde las inversiones son cuantiosas, podrían fácilmente generarse pérdidas tributarias al consumir estos “macrogastos” las utilidades de varios períodos, aunque financieramente la empresa tenga utilidades. Ello redundaría en que durante un período quizá extenso no se pagarían impuestos ni a nivel empresarial ni a nivel personal. Y si el sistema se implementa al cuarto año, hay un claro incentivo para postergar hasta su vigencia inversiones de esta clase. ¿Se ha calculado la previsible baja de recaudación fiscal en los primeros años de vigencia plena de la reforma, que coincidirá con el gobierno subsiguiente? Parece que no.

En las empresas que no son intensivas en compra de bienes de capital, la extinción del FUT no trae aparejada ninguna medida de compensación, y en ellas el impacto será previsiblemente mayor.

Como la creencia popular enseña, siempre hay que leer la letra chica, que en este caso no existe y sólo cabe intuir. Ya ungida Bachelet como la candidata de su sector, cabe instar a que su programa aterrice los contenidos a un proyecto de ley que pueda ser revisado, más allá de ideologías, respecto de sus reales efectos y consecuencias.

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