Por Axel Christensen Marzo 21, 2013

Todo empezó el sábado pasado, cuando el gobierno chipriota anunció que como parte del acuerdo de rescate financiero por parte de la troika formada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, éste incluía un “impuesto” de entre 6,75% y 9,9% sobre los depósitos a plazo en los bancos de la isla.

El monto necesario para hacer frente a la crisis sumaba 17 mil millones de euros. Sin embargo, los países acreedores -probablemente cansados de lo ya perdido en los rescates previos a Irlanda, Grecia y Portugal-  no estaban dispuestos a poner más de 10 mil millones de euros. Ya había 1,2 mil millones de euros que el gobierno chipriota se había comprometido a producir a partir de privatizaciones y el aumento  de impuestos a empresas. Los 5,8 mil millones de euros que restan tendrían que salir del bolsillo de los depositantes.

¿Por qué se tuvo que echar mano a los depósitos, a diferencia de lo que se hizo en otros rescates? Una parte sustantiva de los fondos depositados en los bancos chipriotas proviene de inversionistas rusos, quienes aprovechaban el carácter de paraíso fiscal de este pequeño país, miembro de la Unión Europea desde el 2004 y que adoptó el euro el 2008. Para la pobre Chipre, el timing de su crisis claramente le jugó en contra. Con las elecciones federales en Alemania, que se realizarán en septiembre próximo, no resultaba muy fácil justificar que los contribuyentes alemanes salieran a rescatar el dinero de oligarcas rusos que, en el mejor de los casos, estaban eludiendo impuestos.

El misterio que aún no es posible aclarar -el recientemente elegido gobierno chipriota culpa a la troika y viceversa- es por qué en la quita se incluyó a los depósitos de menos de 100 mil euros, límite hasta el cual existía una garantía. La mano izquierda del gobierno estaba haciendo algo (poner un impuesto) sobre lo que la mano derecha estatal se comprometía a garantizar.  

Como era de esperar, a los chipriotas les pareció pésimo el anuncio y rápidamente salieron a las calles de la capital, Nicosia, y otras ciudades a protestar. Era la primera vez en la historia reciente de rescates financieros que a los pequeños ahorrantes se les hacía partícipes (o víctimas) de un plan de salvataje económico. 

Pero el malestar no sólo fue en la población local. A comienzos de la semana la reacción de los mercados financieros no se hizo esperar: el euro cayó hasta un 1,5%, la mayor baja en los últimos 14 meses, ya que la crisis chipriota volvió a recordar a los inversionistas los fantasmas de una crisis bancaria que asolaron Europa durante buena parte del 2012. Las bolsas europeas no se hicieron esperar y cayeron de manera abrupta; los bonos españoles e italianos también reaccionaron, subiendo las tasas que el mercado exige para tomar el riesgo de esos países. Empezaron a circular rumores que se podía generar una corrida de depósitos desde los bancos pequeños o en la periferia europea, a bancos percibidos como más sólidos en el centro del continente. Bastó que un pequeño país les recordara a muchos inversionistas que la crisis financiera en Europa está aún lejos de resolverse y que incidentes desestabilizadores bastante menores, como el de Chipre, puedan gatillar una crisis de mucha mayor proporción. 

Ante el tremendo error cometido, el gobernante partido de centroderecha trató de echar pie atrás, permitiendo, a través de abstenerse en la votación de las medidas en el Parlamento chipriota, que el rechazo de la oposición impidiera su aprobación. 

¿Habrá habido algún parlamentario que pensó que despertaría con una cabeza de caballo a su costado, cortesía de un enfurecido depositante ruso, cuyos fondos de dudosa reputación habían sido parcialmente expropiados?

Tras el rechazo al plan, el gobierno está corriendo a toda prisa para levantar un plan B, que respete la garantía sobre los depósitos menores a los 100 mil euros. Al mismo tiempo, y quizás en una señal de que vuelven a evidenciarse grietas en la Unión Europea, el ministro de Finanzas de Chipre tomó un avión a Moscú. Si los países miembros no pueden tender una mano, quizás los rusos -bastante afectados por las medidas propuestas- estén dispuestos a ayudarlos. Especialmente si el gobierno ruso ve los beneficios de tener acceso a los cerca de US$ 240 mil millones en reservas de gas recientemente descubiertas. 

Si bien la crisis de Chipre tiene preocupados, y con cierta razón, a inversionistas y políticos europeos, parece que el resto del mundo rápidamente está dispuesto a dar vuelta la página y preocuparse de cosas “realmente” importantes, como la recuperación económica en China o la visita del presidente Obama a Israel. Me llamó la atención ver que un inversionista le restara importancia a un problema que significaba la producción de tan sólo algunas horas de la economía americana.  

Pronto sabremos si los rusos le harán una oferta a Chipre que a ese país le sea imposible de rechazar. Lamentablemente, ya sabemos cómo termina esa película…

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